martes, 3 de junio de 2014

«Hermosa juventud», de Jaime Rosales o la caligrafía del desasosiego

El fracaso, individual y colectivo, no tiene banda sonora. (Vida y agrafía de los ninis.)
Título original: Hermosa juventud
Año: 2014
Duración: 100 min.
País:  España
Director: Jaime Rosales
Guión: Jaime Rosales
Música: Juan Gómez-Acebo
Fotografía: Pau Esteve Birba
                  
                 Dura, muy dura, dolorosamente dura es Hermosa juventud; dura con todo el exceso con que solo la realidad empírica a la que es argumentalmente archifiel esta película puede golpearnos hasta noquearnos. La película va más allá del documento y de etiquetas como la de cine comprometido, social  o algún marbete por el estilo. Hermosa juventud reverdece lo mejor del neorrealismo italiano de posguerra, el de Roma, Città Aperta o el de El ladrón de bicicletas, aunque con los inevitables ingredientes pueriles de la modernidad, los escapismos tecnológicos perfectamente usados en esta película al servicio de elipsis que no alivian, sin embargo, el despiadado metraje de la película, porque visitar el minúsculo zulo de la desesperanza durante una hora y casi tres cuartos es una experiencia difícil de sobrellevar con entereza, ¡qué angustia se siente al contemplar la vida desde tan reducidísimo espacio como el de las vidas de todos los personajes que aparecen! A ello contribuye poderosamente una realización a la que podríamos calificar como claustrofóbica, porque las tomas de la cámara, salvo en exteriores, ni siquiera permiten la contemplación de la escena completa, con todos sus personajes, como si los lugares donde habitan no permitieran emplazarlas para ofrecer la amplitud en la que, como resulta evidente, no viven los personajes, como si se hubiera escogido la técnica de los inserts y esos detalles que pasarían desapercibidos en el plano general acabaran convirtiéndose en los planos fundamentales para el montaje. Se le suma algo que chocará a los espectadores, pero que a mí me parece esencial para construir el mensaje que nos transmite el director: la ausencia total de banda sonora. Ningún subrayado musical endulza o acibara la película, lo que permite que sea el espectador quien se enfrente a solas con las propias emociones que la película le genera.
                       Comencemos por decir que la historia no merece ni de lejos un título que, vista la película, sólo puede entenderse como un sarcasmo, vía antífrasis, que deturpa la objetividad terrible de lo narrado. El título es un chafarrinón que la historia de los dos amantes sin esperanza, en un marco de degradación socioeconómica y emocional, no puede soportar. Si al menos se hubiera recurrido al viejo vate metapense y su Canción de otoño en primavera: Juventud, divino tesoro,/ ya te vas para no volver(…) La vida es dura. Amarga y pesa,/ ¡Ya no hay princesa que cantar!, entonces podría comprenderse lo que ya no sería una antífrasis hiriente, sino la constatación de una realidad trascendida poéticamente.
                         Sigamos por rendir un tributo de agradecimiento a un director como Jaime Rosales, que no renuncia, a pesar de los pesares, al ejercicio de la libertad realizadora, aun a sabiendas de que, como ya ocurrió con la merecidamente premiada La soledad -¡un prodigio narrativo!- es muy posible que los espectadores acaben llegando a sus películas a remolque de críticas que, como la presente, manifiesten su entusiasmo, independientemente de los reparos que, como es lógico, puedan ponérsele, aunque no es el caso, desde luego, porque el determinismo social desde el que está concebida la aventura de los jóvenes enamorados es de una contundencia e inexorabilidad atroces. A la manera stendhaliana de concebir la novela, la cámara de Rosales también es un espejo que se pasea a lo largo del camino de las vidas de estos jóvenes ninis sin futuro, sin esperanza, sin presente, y con un pasado malgastado por la inconsciencia y el abandono de las responsabilidades paterno-maternas. La película no es un tratado sociológico, por supuesto, y sí una especie de continuación juvenil de la vida de aquellos adolescentes de Barrio, de León de Aranoa, cruzada, ucrónicamente, con Los lunes al sol; de ahí que sea preciso deslindar las responsabilidades de cada cual en cómo se ha escrito el guion de la propia vida, y es en ese punto en el que, como siempre le ocurre al espectador apasionado, echa de menos la información que le permita formarse una idea propia del pasado de los personajes, sin el cual corren el peligro de acartonarse, de recortarse sobre la plantilla del estereotipo, como ocurre en algunos momentos de la película, por más que el estereotipo responda ce por be a la realidad sin apartarse ni un jeme de ella.
                     Añadamos, porque sin ese trabajo estaríamos hablando posiblemente de una obra bien intencionada pero fallida, que el trabajo de los actores, de Ingrid García y de Juanma Calderón básicamente, aunque estén muy bien secundados por el resto, sobre todo por Inma Nieto, que dota de una verdad inmensa el papel de la madre al borde de la extenuación, es fundamental para el nivel de calidad que consigue la película. Hay conceptos como naturalidad, frescura, desparpajo, atrevimiento, arrojo, espontaneidad, etc., que, casando con el trabajo de ambos, se quedan cortos. Podríamos decir que hay un trabajo al estilo del Actor’s Studio, el de la modelación del personaje a partir del interior, el famoso método Stanislavski mediante el cual actriz y personaje se funden en un solo ser que transmite al espectador la esencia del mismo, que es lo que consigue Ingrid García con un repertorio de registros que serán adecuadamente premiados con un Goya a la actriz revelación, si no a la actriz protagonista. La actuación de ambos le resulta familiar al crítico, porque reconoce en ella la huella de un director en el que a buen seguro habrá aprendido Rosales no poco de su excelente capacidad narrativa. Eric Rohmer. Tuve la intuición, antes de entrar, y sin saber nada de la película, que sería una obra rohmeriana, y, al salir, pensé que, sin serlo, había no pocas reminiscencias del director francés en la obra de Rosales

                     Y acabemos con una reflexión de corte político, porque lo exige el guion…: lo que Hermosa juventud nos muestra no es solo el fracaso de unas vidas, sino también el fracaso de un sistema, y en eso sí que tienen responsabilidad tanto los políticos que gobiernan como los que se les oponen. Hasta cierto punto, incluso, admite la película una lectura en clave secesionista, porque el nuevo estado catalán que nos proponen los aprendices de brujo, tiene mucho que ver con la incapacidad de esos dos jóvenes para abandonar la inacción de los sueños juveniles y pasar a la acción devastadora de la asunción del principio de realidad, esto es, que no hay más responsable de la vida de cada cual que uno mismo, que cada uno escribe el guion de su propia vida, que los sueños sueños son y que uno ha de ganarse el pan nuestro de cada día con el sudor de su frente. Del mismo modo que el protagonista fía su futuro al albur de una indemnización que no acaba de llegar, tras lo cual parece haber acabado el repertorio de iniciativas que lo saquen de la indigencia económica –porque de la cultural es ya imposible pensar que ello ocurra–; los secesionistas fían su futuro al albur de una ilegalidad que no se producirá, con el consiguiente abatimiento y aun desesperación posteriores. Sí, Hermosa juventud es, también, una película política, en su sentido primigenio, que habla de la polis y de lo que ocurre en ella. No tanto de denuncia cuanto de pie forzado para iniciar una reflexión sobre el modelo de sociedad que estamos construyendo, de cuya vertiente más negativa, por desesperanzada, nos habla esta película de Jaime Rosales.

2 comentarios:

  1. Salí conmocionado por la visión de Hermosa juventud. Sí, ciertamente es una película desoladora que recrea la desesperanza. He tenido algunos alumnos que responden a ese perfil, y una persona de mi entorno se codea cada día con el fracaso escolar, con la inacción, con la cultura del porro y el no hacer nada sino esperar que pase la vida o que un golpe de suerte les haga millonarios. Si a eso se une la crisis que lleva que más de un cincuenta por ciento de los jóvenes estén en paro tenemos la tormenta perfecta. El documento es social y también político aunque no le veo la conexión con el secesionismo (ciertamente está muy cogida por los pelos). La película te mantiene en un desasosiego permanente y el espectador asiste a un vórtice de fracaso, de desempleo, de embarazo inesperado, de familias con recursos mínimos... Vamos, un desastre que estos dos jóvenes tengan que afrontar la paternidad con tal panorama. El espíritu se encoge.

    Sin embargo, hay algo en la película que no me cuadra y que incluso me molestó. Es la inclusión del tema del porno como recurso cuando ellos lo ensayan por primera vez y cuando ella va a Alemania y recurre a ello, cuando se da cuenta de que allí probablemente no tiene tampoco ningún futuro con su preparación. En Alemania admiten a profesionales cualificados, no a jóvenes sin perspectivas ni preparación. No digo que sea imposible lo del porno, pero me pareció una vuelta de tuerca forzada, algo que literaturizaba la pelicula y la alejaba del cine documental. Me pareció una mezcla que no era necesaria. Un final redondo, demasiado redondo para concluir esas casi dos horas de angustia con los personajes.

    Hay muchos como ellos que pasan días enteros fumando porros y sin nada que hacer, sin ninguna preparación académica ni profesional, exprimiendo a los padres que también están pasándolas muy mal. Sin este resorte de sostén de los padres y los abuelos, esta generación perdida estaría tirada por las calles, mucho peor que ahora. Y lo malo es que crecerán y no serán necesarios cuando esto repunte hacia arriba. Habrán perdido el tren.

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  2. Según parece, Joselu, Rosales fue cambiando el guión en función de las revelaciones de los jóvenes con quienes ha hablado durante el proceso de preparación de la película. A mí no me pareció forzado lo del porno. Ni tampoco que alguien sin preparación, pero con un cuerpo tan hermoso acabe en esos menesteres, por encima, en todo caso, de la prostitución. Igual que las "snuff movies" "son" realidad, si bien de la más degradada que se pueda imaginar, el mundo de lo que llaman el "porno casero" también tiene su "nicho" de mercado.
    En el resto de lo que dices estoy de acuerdo contigo. Ese mismo día que salió la crítica, apareció también un artículo de Estefanía en el País, en el que comentaba la película con juicios muy parecidos a los nuestros, como no podría ser de otra manera.
    Lo del secesionismo era una comparación que me parecía necesaria para que se entienda el condicionante adolescente que tiene la propuesta, el espíritu infantojuvenil del que ha nacido: desligada completamente de la realidad, lo que llevará a la frustración, una más que añadir a expertos en ellas. Como la crítica la hago "desde" la compleja realidad catalana, me parecía que los lectores de aquí entenderían mi intención, aunque ya se sabe que de buenas intenciones...

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