viernes, 4 de julio de 2014

Mi otro yo: La esciomaquia inquietante: A medio camino genérico entre el terror y el thriller psicológico.

Título original:  Another Me
Año: 2013
Duración: 86 min.
País:  Reino Unido
Directora:  Isabel Coixet
Guión: Isabel Coixet
Música:  Michael Price
Fotografía: Jean-Claude Larrieu


                                                     


          Isabel Coixet ha pretendido explorar el mundo complejo de los conflictos de personalidad en el momento crítico del abandono de la adolescencia, y ha querido hacerlo, además, a través del molde de una película de género. Y de aquí procede, acaso, la principal objeción que puede ponérsele a la película: la indeterminación genérica. Es evidente que el terror psicológico, del cual Repulsión, de Polanski es la obra maestra (con aquellas turbadoras escenas del pasillo del que emergían los brazos arcillosos y húmedos que atrapaban a la protagonista, una convincente Catherine Deneuve) forma parte de la película, porque gran parte de la trama se vive desde la atormentada mente de la joven protagonista; pero el terror, a la usanza moderna de las tramas que se centran en los jóvenes, algo que ya empezó con la genial La matanza de Texas y que se reeditó con El proyecto de la bruja de Blair, tiene en Mi otro yo una continuación no directamente emparejada con ellas; y, finalmente, la estructura de trhiller que adopta la película se suma a las otras características genéricas y ahí es donde el espectador no sabe a qué carta quedarse, si bien es cierto que ninguna de las tres incursiones genéricas daña tanto a la película como para que no se vea con agrado, dada la contundente calidad formal de la película y el excelente nivel de las interpretaciones de un reparto elegido con excelente criterio de casting, y en el que sólo Jonathan Rhys Meyer, extraordinario en Match Point, de Woody Allen, aparece un poco desorientado por la escasa definición de su personaje, y porque se le exige, casi en frío, la transmisión de un pathos densamente emotivo sin apenas apariciones en el metraje.
          Mi otro yo se presenta como una novela de fantasmas, un tema muy propio de la tradición inglesa, si bien Coixet ha optado por un registro formal que convierte en pretendida película “de autora” la narración preciosista pero convencional de un historia de  suplantación de personalidad, una suerte de esciomaquia, palabra que significa la lucha contra un ser imaginario. La palabra clave parta definir la película es atmósfera. Coixet, nueva en la encrucijada de géneros, creo que sale airosa del casi callejón sin salida en el que se mete, porque va construyendo poco a poco un espacio inquietante en el que sabemos que puede ocurrir cualquier cosa, y ella es lo suficientemente hábil como para inventarse, además, -¡necesidad obliga!- un Mcguffin que distraiga al espectador durante buena parte de la película para potenciar el efecto sorpresa del desenlace.
La película gira en torno a la sensación constante, paranoica, que padece una adolescente de que alguien intenta usurparle la identidad, adueñarse de su vida, sustituirla, e incluso matarla. Las escenas en que se van revelando señales de ese acoso generan una genuina inquietud en el espectador, por más que se den, en muchas de ellas, recursos tópicos: columpios que se mueven solos; cristales que se astillan, sombras sin cuerpo que rozan a la protagonista, pintadas con mensajes turbadores, situaciones de indefensión y confirmación de la existencia de una doble, como ocurre con la impagable intervención de Geraldine Chaplin, expresiva con su sola presencia. La pregunta sería ¿qué ha visto Coixet en esa historia para hacerla suya? Quizás me equivoque, pero creo que la inseguridad personal de un ser que siente amenazado su yo por alguien que, aun a pesar de lo conflictivo que es para la protagonista, quiere apoderarse de él como si fuera un tesoro. La vivencia de la extrañeza como estado de desasosiego permanente, unido a la confianza en la propia fortaleza constituyen rasgos psicológicos que acaso definan una temática cercana a la autora.

          Capítulo aparte merece la canción principal de la película, You haunt me, “me persigues”, de Richard Hawley, interpretada maravillosamente por Lizza Hanning, con un registro de voz que la aproxima mucho al cantante fetiche de Coixet: Antoni Hegarty. La canción recuerda mucho el tono sombrío y casi de ultratumba de Nick Cave and The Bad Seeds y expresa a la perfección la espiral de desesperación y miedo en que se sume la protagonista. El resto de la banda sonora es más convencional, pero eficaz, al servicio de algunos golpes de efecto en los que cae innecesariamente la directora, como si obedeciera al código en vez de a una visión propia de los mismos. Porque esta sería la otra objeción que pudiera ponerse a la película: que Coixet se haya ajustado a los códigos del género sin replanteárselos, casi como si fuera una película de encargo. 

2 comentarios:

  1. Acabo de volver del cine de verla. Es una historia muy interesante. Como cuento de fantasmas es muy bueno, pero no me he creído casi nada. No sé, hay algo en la película que ha hecho que no haya entrado en la ficción que se supone que me debía creer, que existe un doble, un fantasma al otro lado. Me ha parecido bienintencionado pero poco convincente. He visto películas fantásticas que me han tenido en vilo, pero esta tenía que hacer un esfuerzo para entrar en el supuesto misterio. La aparición de la fantasma es lamentable, los cristales rotos, un recurso del montón, la música nada apropiada para la creación de una atmósfera apropiada. La película, elemento a elemento, es muy buena, pero combinados generan algo que no seduce a este espectador, parece que a ti sí. No sé de qué es problema, si del ritmo narrativo, si de la puerilidad de algunos efectos. El final es fácilmente previsible. No resulta ninguna sorpresa. Me ha faltado una escena final con la representación de Macbeth. A mi juicio, una película tan interesante en cuanto materia bruta como falta de elementos coherentes que la hagan creíble. En ningún momento me he sentido dentro de la ficción ni me ha sorprendido. El morbo se nos cuenta que existe pero no se siente, igual que la inquietud que no he llegado a sentir. Es como un combinado con todos los ingredientes pero mal batido o mal combinado. Y la BSO me parece minimalista pero totalmente inadecuada. Sin embargo, a pesar de que entiendo que es un filme fallido, la historia es buena. No me arrepiento de haberla visto.

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  2. Hombre, tanto como seducir... Me acerco bastante a tu criterio, aunque creo que yo aprecio más su vertiente comercial. Se trata, en todo caso, de un producto comercial, pero muy poco personal, es decir, lo que no cabría esperar de una directora como Coixet. Me sigue pareciendo que logra crear una atmósfera inquietante, aunque ya señalo la endeblez del guión y el retrato fallido de los personajes. Ahora bien, a veces la apreciación que se tiene de una película resulta influida por lo último que se haya visto antes que ella. En mi caso era la película de Jarmusch, en cierto mnodo parecida a ésta: exquisita factura y nulo guión. Las dos, sin embargo, superiores a Las dos caras de enero...

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