miércoles, 4 de febrero de 2015

Nightcrawler, magnífica ópera prima de Dan Gilroy.

    
       
 Nightcrawler o una parábola satírica sobre los fundamentos del capitalismo.

Título original: Nightcrawler
Año: 2014
Duración: 113 min.
País: Estados Unidos.
Director: Dan Gilroy.
Guión: Dan Gilroy
Música: James Newton Howard
Fotografía: Robert Elswit
Reparto
Jake Gyllenhaal, Rene Russo, Riz Ahmed, Bill Paxton, Kevin Rahm, Ann Cusack, Eric Lange, Anne McDaniels, Kathleen York, Michael Hyatt.

                   ¡Qué placer de película! Tan atrevida, por el tema y el tratamiento, como inteligente y, sobre todo, divertida, gracias a una puesta en escena que incluye una actuación privilegiada de Jack Gyllenhaal. Es cierto, sin embargo, que se trata de una sonrisa que a veces se nos congela en los labios, teniendo presente los hechos sobre los cuales construye su ópera prima el director Dan Gilroy, acerca de una rama sórdida del periodismo audiovisual, la de la captura in situ de las imágenes impactantes de los sucesos trágicos en los que hay derramamiento de sangre, y a las que tan aficionado es el periodismo sensacionalista. El retrato impagable de los medios sensacionalistas es, por lo tanto, junto a la peripecia individual del protagonista, el otro gran tema de la película. Ello me hizo pensar, mientras la vía, en una película acaso olvidada pero digna de revisión, me refiero a Network (Un mundo implacable) (1976), de Sydney Lumet, en la que se anticipa lo que en esta vemos con idéntico patetismo.
         Siempre hay algo mágico y privilegiado en el hecho de asistir al nacimiento de la carrera de un nuevo director, desde la óptica de un crítico, porque eso significa poder hacer un seguimiento estrecho de su trayectoria y ver en qué dirección va dando sus pasos artísticos y hacia dónde le llevan. De momento, este estreno se puede calificar de sobresaliente. Con una escasez de elementos argumentales que llaman la atención,  porque la acción se reduce a las andanzas de un personaje omnipresente, una actuación que invita a ser nominado para los Oscar, Gilroy construye una fábula satírica sobre los fundamentos del capitalismo neoliberal mediante el retrato ajustado de un emprendedor autodidacto que inicia una carrera profesional inmaculadamente perversa, siguiendo los criterios impagables de sus investigaciones en internet para prosperar en el mundo de los negocios, y que publicita y a los que se ajusta escrupulosamente en el transcurso de la acción. Al estilo de lo que se narra en El lobo de Wall Street (2013) de Scorsese, un ser sin escrúpulos morales trata de abrirse camino a cualquier precio en el mundo de las exclusivas sensacionalistas, con una determinación solo parangonable a su fría, abominable y calculadora maldad. Ningún obstáculo se interpondrá entre él y su camino emprendedor. Su falta de empatía le garantiza la consecución de sus objetivos, bien definidos, los cuales “implementa” con una eficacia digna de mejor causa. No hubiera estado de más que Gilroy hubiera introducida alguna referencia a Jordan Belfort, el broker real en el que se basó el personaje de Di Caprio en la película de Scorsese.
 En cierta manera esta cinta sería el reverso de otra fábula acertadísima sobre el capital. Me refiero precisamente a la que lleva el nombre del sistema económico en el título, El capital (2012) de Costa-Gavras. Si la de Gavras sería el retrato del gran capital, Nightcrawler sería el retrato del capitalismo popular que puso de moda Margaret Tatcher y que hizo furor en la España de los 80, cuando cualquiera que tuviera unos ahorros, por modestos que fuesen, creyó que podría convertirse en un broker o en lo que entonces se llamaba un “tiburón” de los negocios.
La película, más allá del excelente retrato del protagonista, pone el foco sobre unas prácticas periodísticas que hasta ahora han pasado desapercibidas para los espectadores no norteamericanos, porque la competición entre las televisiones privadas en aquel país por comprar imágenes que  les permitan subir en la cuota de pantalla que determina el seguimiento o no en el puesto de trabajo en las emisoras, aún no ha alcanzado entre nosotros el grado de virulencia y explicitud  propias de aquel país. Son impagables las caras de sharetisfacción que exhibe la directora del informativo, cuyo puesto peligra, caso de no poder tener esas imágenes, por indignas y humillantes que sean. El choque de fuerzas e intereses que se desarrolla entre el emprendedor y la periodista del canal de televisión, Rene Russo, la mujer del director, a quien habíamos visto en películas tan taquilleras como En la línea de fuego (1993) de Wolfgang Petersen, con Clint Eastwood, y que en esta borda el papel de una mujer desesperada por la presión de la pérdida de cuota de pantalla que puede devenir su sentencia de muerte profesional, se convierte en un duelo profesional y personal entre los dos protagonistas que alcanza, sin duda, un nivel de excelencia interpretativa. Para hacernos a la idea del tipo de periodismo del que hablamos, acaso la mención del semanario El Caso –tan famoso en los tiempos del tardofranquismo y durante los primeros años de la Transición, uno de cuyos periodistas tiene, por cierto, un importante papel en la fantástica película La isla mínima (2014)– fuera válida si no fuera porque buena parte de la juventud es posible que ignore a qué tipo de publicación me refiero, porque nada hay ahora en el mercado que se le asemeje.
Es muy probable que haya quien, al ver el tipo de psicótico que tiene delante de sus ojos, en la pantalla, y su patrullar nocturno por la ciudad a la espera del momento en que pueda capturar la señal de radio de la policía que le dirija a la noticia en un intento constante de avanzarse a sus competidores, pueda pensar en su posible parecido con el Travis Bickle de Taxi Driver (1976) de Scorsese, sobre todo por el proceso de autoafirmación de ambos, pero la dimensión de uno y de otros es muy diferente: mientras Travis se considera una suerte de salvador, un ángel nocturno que protege a los buenas frente a las fueras omnipresentes del mal, Lou Bloom –y el apellido es bastante significativo: florecimiento, es decir, la predestinación al éxito– es propiamente el mal, una de sus encarnaciones, quien hará lo imposible para conseguir los objetivos marcados en su plan estratégico de desarrollo de su empresa, sin más lealtades que la consecución de aquellos.
La película tiene en su interior suficientes registros genéricos como para satisfacer a diversos sectores de audiencia, teniendo en cuenta que la trama tiene ingredientes propios del thriller, de la intriga psicológica y, por descontado, del análisis de la cuestión social y las relaciones amo-criado en el seno de las relaciones de explotación laboral. Hay en el trasfondo de esta trama de ambiciones desmesuradas, una disección de las relaciones humanas tan hiriente como precisa, hecha con una habilidad de cirujano que no precisa de amputaciones escandalosas ni de derramamientos de sangre para extraer de ella el retrato preciso de las más turbias y primitivas pasiones humanas. Todos los amantes del cine estamos, por lo tanto, de enhorabuena con el debut de este principiante Dan Gilroy, que tiene firmes maneras de maestro.
                    



         

2 comentarios:

  1. Brillante película que he visto en principio para poder comentar en tu espacio. No me he quedado defraudado. No había leído de tu crítica más que algúna frase aislada. Ahora que la he visto, la he leído íntegra y veo que está muy bien planteada. Es una película que tiene una acción trepidante, que te mete dentro de la mente del autodidacta y que casi te hace identificarte con su carrera de captor de imágenes que conmocionan al espectador ávido de estímulos fuertes. Este es el aspecto más conseguido de la película: que a la vez que eres consciente de su perversión, deseas que triunfe en su logro y te alegras cuando llega con su producto a la emisora de televisión. Jake Gyhenhaal es un actor sobresaliente cuya mirada, próxima al psicópata, nos hace identificarnos con el personaje a la vez que sentimos escalofríos por su carrera.

    Estos días se debate precisamente la difusión de imágenes del asesinato brutal de un cautivo a manos de EI por la Fox americana. Hay una carnaza que agita el inconciente popular. No olvidemos que en tiempos había una gran masa de gentes que acudían a las ejecuciones públicas de reos, bien quemados vivos o decapitados o cualquier otro método de ajusticiamiento. Hay un morbo colectivo que no es nuevo. Sí es novedosa su forma de difusión por medio de los media. Las recreaciones en programas "populares" de crímenes abyectos y sus debates son signo de esta hambre de emociones fuertes y de ansia de catarsis mediante el horror, algo que ya existía en la Grecia clásica, esa de ISócrates en que era una popular distracción ese horror llamado Toro de Falaris para amenizar banquetes y fiestas de la aristocracia.

    Una película que me ha dejado un buen sabor de boca, aunque esto sería poco oportuno, puesto que la figura del emprendedor y buen empresario es estremecedora.

    La próxima película que voy a ver en casa antes de su estreno es Inherent vice de Paul Thomas Anderson. Espero que la comentes cuando la puedas ver en el cine.

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    1. No la han estrenado, Inherent Vice (que creo que debería llamarse Sevicia, jamás Puro vicio), pero en Film Affinity ya hay críticas... En principio sí que iré a verla, aunque The master me defraudó un poco en relación con Pozos de ambición, que me impactó.
      Me alegro de que te parezca bien la crítica de Nightcrawler. Creo que peco de entusiasta, pero el curso de emprendeduría asociado a la perversión moral y a la sed de triunfo me pareció original, divertido y aterrador. Parece algo así como la continuación de El lobo de Wall Street, cuando el personaje derrotado se dedica a dar charlas sobre cómo convertirse en un defraudador de éxito. Es como si la cámara se hubiera fjado en uno de aquellos asistentes y lo hubiera seguido pafa ver cómo era capaz de aplicar los conocimientos.

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