domingo, 27 de marzo de 2016

“El renacido”, de Alejandro González Iñárritu: patchwork de obras imperecederas.





La magia del cine y un refrito pseudodarwiniano: El renacido (más propiamente El aparecido), de González Iñárritu, acaso un remake de Man in the Wilderness, de Richard C. Sarafian

Título original: The Revenant  
Año: 2015
Duración: 156 min.
País: Estados Unidos
Director: Alejandro González Iñárritu
Guión: Mark L. Smith, Alejandro González Iñárritu (Novela: Michael Punke)
Música: Carsten Nicolai, Ryûichi Sakamoto
Fotografía: Emmanuel Lubezki

Reparto: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Domhnall Gleeson, Will Poulter, Forrest Goodluck, Paul Anderson, Kristoffer Joner, Joshua Burge, Duane Howard, Melaw Nakehk'o, Fabrice Adde, Arthur RedCloud, Christopher Rosamond, Robert Moloney, Lukas Haas, Brendan Fletcher, Tyson Wood, McCaleb Burnett.

     No acababa de sentir la “necesidad” de ir a ver El renacido, cuya traducción debería acercarse más a El regresado o El aparecido, en el sentido en que vuelve alguien del pasado cuando ya no se le esperaba, aunque, después de lo que ha de pasar para sobrevivir el protagonista, Glass -paradójicamente vidrio-, bien ha de hablarse de El renacido, porque anda durante toda la película más cerca de la muerte que de la vida, e incluso, en algunos momentos de ella, hasta franquea los umbrales brevemente y luego regresa, para cumplir la vieja venganza clásica de las películas del oeste, aunque de esta más debe hablarse de película del norte, teniendo en cuenta las montañas nevadas donde transcurre la acción. El entusiasmo con que mi amigo Josep hablaba de la fotografía de las escenas en torno a las fogatas me animó no poco a darle la oportunidad, más aún cuando mi hija desde el fervor y mi hijo desde la tibieza, me invitaban también a no perdérmela. Que el protagonista caiga más del lado de lo sobrenatural que de lo natural lo atestigua el hecho de que sea capaz de sobrevivir a adversidades biológicas que hubieran abatido, a la media hora de película, a la totalidad de los espectadores que la película tenga; que sigamos con el alma en vilo sus peripecias y nos parezca de lo más normal que sea un hombre con tantos recursos en circunstancia tan contrarias es un prodigio cinematográfico que debemos agradecer a su director y al elenco de actores y equipo técnico que decidió rodar en escenarios naturales, aunque la postproducción haya aligerado algo el rodaje. Cuesta entrar en detalles si no se quiere arruinar la sorpresa, por más que a nadie le resultará factible no entrar en la sala sin saber que va a haber una escena “cumbre” con un oso. Y la magia del cine es esa: aunque se sepa de antemano su importancia, cualquier ponderación se queda pequeña ante la impresión que sacude al espectador cuando la plantígrada, porque, estando las crías tan cerca, por fuerza ha de ser una osa, se abalanza contra el protagonista y le “da un repaso” espectacular que lo deja al borde de la muerte. La película tiene poca historia, porque la lucha por la supervivencia y vengarse del cruel asesino de su hijo mestizo, pues el protagonista convivió con los indios Pawnees, se casó con una india y tuvo un hijo, al que salvó de un ataque de las tropas francesas, que mataron a su mujer, la resume por completo. No se busque, pues, historia, sino aténganse los espectadores a la propuesta que les hace Iñárritu: el hombre que lucha contra la hostilidad impasible de la naturaleza en todo su esplendor y su dureza. Y ahí hay, sin duda, un filón de recompensa, porque la fotografía de Emmanuel Lubezki, con esos planos de las fogatas que tanto recuerdan a los de las velas de John Alcott en el Barry Lyndon de Kubrick, consigue crear una atmósfera que sumerge de lleno al espectador en la magia de esa naturaleza virgen por la que se adentra por primera vez el depredador colono blanco, ajeno, por cierto, a su belleza y solo sensible al negocio de las pieles. Decía en el título que la película de Iñárritu le depara al espectador un evidente déjà vu, porque desde Un hombre llamado caballo, hasta Las aventuras de Jeremiah Jhonson, pasando por Bailando con Lobos, Soldado azul, Los dientes del diablo, Dersu Uzala o El oso, por mencionar las primeras que acuden a la memoria, no son pocas las películas con las que El renacido tiene evidente relación. De hecho, el comienzo de la película me hizo pensar inmediatamente en Gladiator, cuya batalla inicial me parece antológica, pero, andando la película, la presencia del espíritu de la mujer e incluso la levitación del mismo sobre el protagonista en una idílica escena, me confirmaron en la “ascendencia” del film de Ridley Scott sobre el de Iñárritu. En el aspecto argumental, además, la estructura de western de Gladiator, se acentúa, con mayor motivo, en El renacido. No necesariamente la ausencia de originalidad implica la de calidad en la película. De hecho, la cinta se ve, a pesar de algunos momentos muertos totalmente prescindibles, con notable interés, y siempre en vilo por asistir a la definitiva supervivencia del protagonista, de la que no se duda por esa vuelta de tuerca de lo verosímil que hemos de aceptar para poder seguir la historia, que tiene una base real, porque se inspira en la aventura cierta de un tal Glass, pero no en las condiciones tan adversas como con las que ha de lidiar el protagonista. Entiendo que haya espectadores que salgan decepcionados, pero los recursos técnicos empleados en la película colaboran de forma tan excepcional a plantarnos ante una suerte de tranche de vie naturalista, que ingratos serían quienes no reconocieran la habilidad del director para mantener imantada su atención. Me sorprende, eso sí, que Di Caprio haya tenido que recibir el Oscar que lleva mereciendo desde que rodó Diario de un rebelde, quizás, con El lobo de Washington, sus dos mejores interpretaciones, de juventud y de madurez, respectivamente; que haya tenido que recibirlo, digo, por esta película en la que su papel no pasa de discreto, y en el que no habrá tenido muchos problemas para memorizar el guion, desde luego… Bien concedido está, si de lo que se trataba era de premiar al mejor actor usamericano desde Marlon Brando, por supuesto; y mejor aún que no hayan cometido la atrocidad de entregárselo “por toda una carrera”, al que, sin embargo, se ha hecho acreedor, pero para bastante más adelante, porque sin duda que aún nos deparará actuaciones tan magistrales como las mencionadas. Así pues, es muy probable que estemos ante la obra menos personal de Iñárritu, pero quizás ante una de las más exigentes desde el punto de vista de la realización, con brillantes secuencias como la de la batalla inicial, el ataque de la osa o la lucha final cuerpo a cuerpo… Un auténtico espectáculo a la gloria del mejor cine comercial.
Acabada la crítica, y antes de colgarla, desemboco, deambulando por Film Affinity en Man in the Wilderness, de Richard Serafian, con Richard Harris, basada en la misma historia real de la película de Iñárritu. Me acerco a YouTube y descubro la escena de la osa magníficamente realizada, además de un tráiler que acerca mucho la película de Serafian a la de Iñárritu… Tanto, que hasta es posible que pueda hablarse, de la recién estrenada, como de un remake. Que en la original apareciera como actor John Huston, junto al eficacísimo Richard Harris, contribuye a elevar el listón de su calidad como referencia, desde luego. En fin, sorpresas de la investigación… 

4 comentarios:

  1. Sin tu espléndida carga de referencias fílmicas que la sitúan -en tu ilación cinéfila dentro de la tradición- he de decir que la película tardó en cautivarme, no lo tuvo fácil, pero que cuando me enganchó rocé el entusiasmo. El crítico de El País, Carlos Boyero, -el más insolvente espectador que escribe en los periódicos- decía que la película le había dejado frío, que no se identificó con la historia del protagonista, que solo se fijó en los paisajes y el prodigio técnico que supone grabar con luz natural. Pero eso no es así. A mí la historia, cuando me imantó, me tuvo en vilo y me sentí con el protagonista unido a su hazaña. No sé si es una forma de ver cine, encontrar todas las referencias fílmicas que existen, yo no tengo tal cultura, he visto mucho cine pero no con la vastedad tuya. Pero a veces estimo que tu crítica cinematográfica es más filológica que vital. Boyero juzga según su estado de ánimo y eso también es un error aunque ciertamente nuestro humor, el día que llevamos, las expectativas con que entramos, etc, marcan nuestro visionado de la película. Yo defiendo como espectador la carencia de filología y el dejarnos llevar por la magia de la película si es que la tiene. Y El renacido la tiene y mucha. Es una película abiertamente épica, y el espectador asiste conmocionado a esa lucha total por la supervivencia en medio de la naturaleza más agreste y helada que pueda existir, el infierno blanco. Creo que Leonardo DiCaprio, sin desmerecer de otras interpretaciones suyas, merece el oscar al margen de que tenga más o menos diálogo. Por cierto la escena que me electrizó no fue la del oso, que sí, esta bien, sino la del caballo al que le quita las visceras para meterse dentro y no perecer de frío.

    Iñárritu es grande. ¿Qué se le ocurrirá para el año que viene? ¿Es posible que se supere?

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    1. Pero esa escena, si has visto Los dientes del diablo, ya la has visto, aunque "a escala", porque en la película de Nicholas Ray, le salvan de la congelación de las manos al occidental de la misma manera... No es cuestión de cinefilia, sino de que, cuando estás viendo algo, se te vengan a la memoria o no otras imágenes y se te crucen con las que ves. Eso no le quita ni le añade valor a la película, desde luego, pero cuento lo que veo y cómo lo veo. También me has de reconocer que se hacen excesivas concesiones a la verosimilitud como para que el "enfoque realista" se imponga como si nada... Del mismo modo que al hacer una crítica literaria nunca está de más el contexto lector del que surge cualquier propuesta, ¿por qué, en la fílmica no habría de hacerse lo mismo? En última instancia, quiero creer que abro caminos de futuro placer a quien se deje llevar por las sugerencias...
      Por cierto, no sé si viste Babel, pero a mí me pareció un bodrio fenomenal... Espero que sea algo como Birdman, pero, por no encasillarse, a lo mejor rueda un musical, que eso sí que son palabras mayores...

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    2. Pues a mí Babel me gustó. No la tengo muy reciente pero las cuatro historias entrecruzadas me absorbieron. Es difícil mantener el nivel constantemente. Veo que muchas veces cuando un creador tiene una película fallida, precisamente por arriesgarse, los críticos van a degüello y hablan de la ya decadencia del director.

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    3. ¡Ay, la desmemoria...! Quería decir "Biutiful", Joselu, no Babel, que, como a ti, no solo me encantó, está claro, sino que me impresionó, por el guión, por la realización y por la interpretación, Brad Pitt incluido..., que no siempre está tan bien como en esa. ¡Menudo resbalón de memoria! En fin, es algo a lo que he de ir acostumbrándome...

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