viernes, 11 de marzo de 2016

La supuesta mejor película de los premios Goya: “Truman”, de Cesc Gay





Truman, de Cesc Gay, un guion mortecino para una desaprovechada reflexión minimalista sobre el ars moriendi.


Título original: Truman
Año: 2015
Duración: 108 min.
País: España
Director: Cesc Gay
Guión: Cesc Gay, Tomás Aragay
Música: Nico Cota, Toti Soler
Fotografía: Andreu Rebés
Reparto: Ricardo Darín, Javier Cámara, Dolores Fonzi, Àlex Brendemühl, Javier Gutiérrez, Eduard Fernández, Elvira Mínguez, Silvia Abascal, Nathalie Poza, José Luis Gómez, Pedro Casablanc, Francesc Orella, Oriol Pla, Ana Gracia, Susi Sánchez, Àgata Roca


         Acabo de ver Truman y mi decepción no por esperada ha dejado de sorprenderme, sobre todo por el eco que en la profesión ha tenido la película, puesto que los Goya son una celebración endogámica, al fin y al cabo. Tiene mucho, la película, de laboratorio en el que se han mezclado las dosis pertinentes para conseguir un best-seller fílmico, por más que la planicie vastísima del guión haga inexplicable el supuesto éxito final, porque habrá que ver en qué queda, finalmente, el juicio inapelable de la taquilla, si no hay Machotrampas de por medio, claro, aunque las cinco favoritas de los Goya sólo representaban el 1’1% del total de entradas vendidas en España este año. Desde el punto de vista cinematográfico, y después de haber visto varias de las candidatas, me parece que Nadie quiere la noche es una película infinitamente superior a Truman. Nada más acabar de ver la ganadora de la gala, y sumido aún en la indiferencia en que te deja la historia del actor y su amistad con el profesor emigrado a Canadá, más el pastiche de una prima traída por los pelos, se me vino poderosamente a la memoria una película de Jean Becker, Dejad de quererme, que aborda un tema idéntico y que, sin embargo, es un prodigio de guion y de emoción genuina. Sí, el mismo director de la no menos interesantes Conversaciones con mi jardinero.  En Truman, todo transcurre, en efecto, en una suerte de tono minimalista, apagado, que va sorteando la efusividad del dramón con esa naturalidad interpretativa en la que ambos actores, Darín y Cámara, sobresalen, por más que ella misma no contribuya a “crear” el personaje de cada uno, sino a que el espectador reconozca la eficacia profesional de ambos actores en registros ya conocidos de antemano en otras de sus muchas películas. Ni siquiera ese puntito de desafío transgresor de quien intenta remontarse sobre las convenciones sociales poderosamente arraigadas en el cuerpo social acaba de cuajar en un tono que, convenientemente explotado, nos hubiera dado una singular comedia de humor negro, algo tan propio de nuestro cine y de nuestra literatura. Se ha escogido el camino discreto de la pincelada suave, aunque, aquí y allá, se coquetee con ese humor negro del que no acaba de sacarse el poderoso partido que tiene. La película, como tal, aunque impecablemente realizada, tiene un no sé qué de visión despersonalizadora de Madrid que busca la ausencia de identificación, situar la trama en un espacio neutro que pueda ser el de cualquier ciudad, para concentrar la realización en el retrato de los personajes, por más que éste resulte fallido, como si se hubieran contagiado de esa impersonalidad espacial. Es cierto que el protagonista impone sus condiciones y que no quiere ni discursos, ni explicaciones, ni ser persuadido de nada, ni someterse a presiones afectivas de ninguna clase, pero ello deja poco margen a la posibilidad de trascender la propia relación de ambos amigos, tan desdibujada que ni siquiera hay algunas evocaciones de la historia de esa “inseparabilidad” que reconoce la expareja del protagonista. La película puede gustar a admiradores incondiciones de ambos actores, no lo dudo, pero a mí me parece una historia en borrador, con una falta total de definición. De hecho, la aceptación por parte del amigo de la decisión final del protagonista ni siquiera se ve como una evolución del contacto en esos cuatro días, sino como una resignación sin más ante lo incomprensible desde su punto de vista. Haber escogido el personaje del perro como  metáfora de su propia pervivencia una vez haya desaparecido me parece un acierto, sobre todo porque en la relación con Truman se halla la emoción más genuina de la película, y quienes han tenido perro, y más si ha sido un bóxer, como en mi caso, y, además, han leído las páginas inolvidables de La insoportable levedad del ser sobre la muerte de un ser tan querido como el perro de uno,  no dudarán en reconocer que esa peripecia en busca del amo ideal para Truman es, en realidad, la elección del depositario del recuerdo prístino de la vida de uno, y de ahí la imagen de Tomás llevándose en Truman la memoria de su amigo, quien acabará muriendo dos veces, porque, durante la proyección, me asaltó la idea de que el perro muriera antes que el protagonista, en un extraño giro del guión, pero la tonalidad minimalista impide tales desafueros. Con todo, Troilo, que así se llamaba el perro en realidad, no sobrevivió muchos meses al rodaje de la película. Supongo que habrá espectadores que “se reconozcan” como seguidores del director, y a quienes ciertas escenas en el parque, en el restaurante o por las calles les parezcan auténticas “marcas de fábrica” del cine de Gay, mucho más atractivo en películas de retrato generacional como Una pistola en cada mano, por ejemplo.

2 comentarios:

  1. Nosotros vimos Truman un par de meses antes de los Goya y sin especiales expectativas. Solo una amiga bloguera argentina había hablado de ella, pues la película se vio antes allí que en España. Mi impresión fue buena y no fui tan hipercrítico con ella como lo eres tú.

    Dices que es una historia en borrrador y puede ser posible. Que la relación entre los amigos no trasciende ni se explica demasiado. Es cierto. Pero no lo observé como un defecto de la película que me envolvió en su red agradable aunque de tema oscuro, la muerte anunciada del personaje de Darín.

    Pensándolo advertí la posición de superioridad de Darín respecto a todos que se sienten abrumados por el desvelamiento de algo que se suele mantener en discreto silencio. Darín goza de esa posición de administrar su poder en esos momentos. Él puede juzgar a los demás desde esa peana que le da el haber hecho pública su inminente muerte y frente al amigo que se siente oprimido por ese hecho.

    Lo cierto es que las veces que he estado al lado de alguien que sabía que iba a morir y que murió efectivamente yo no lo sabía ni me lo hicieron saber esas personas que, por contra, se mostraron especiales y me hicieron sentir también especial en su afecto. Recuerdo una profe de catalán que murió de cáncer que cuando estuve con ella cenando en una celebración de instituto, me habló por primera vez en castellano y manifestó su afecto hacia mí. Este es el recuerdo que tengo de ella además del funeral que fue muy emotivo, uno de los que más a los que he asistido. No me imagino la conversación con ella diciéndome o sabiendo que iba a morir. ¿Qué hubiera dicho yo? En ese sentido el juego del personaje de Darín lo veo tramposo pues juega con ventaja para juzgar a los demás desde esa supuesta superioridad que le da ser el protagonista indiscutible de la conmmoción que produce. En ese sentido, entiendo la película pero eso no me gustó. Todos aplastados por esa verdad a la que no saben enfrentare o a la que no hay forma de enfrentarse. Me hubiera gustado que alguien le hubiera dado la réplica. Todo el mundo tiene derecho a ser una estrella aunque sea por cinco minutos.

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  2. Completamente de acuerdo con esa visión penetrante del jugador "de ventaja" que es el personaje de Darín. De todos modos, su "control" de la situación es muy tópico y sus "transgresiones" muy endebles. Me sigue pareciendo una opcion equivocada, la de no profundizar con algo más de "mordiente" en el humor negro que pedía la película. Por cierto, muy emotivo lo de tu compañera de catalán... Esa escena vale más que toda la película, qué quieres que te diga... Con todo, ya dejo dicho que la película les gustará a muchos espectadores, pero no a este crítico quizá mal acostumbrado a otras cintas que no son tan "de circunstancias" o de "vuelo rasante" como esta.

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