domingo, 10 de abril de 2016

Redención en África: “La hechicera blanca”, de Henry Hathaway.





La hechicera blanca, de Henry Hathaway, o de cuando la incorrección política no impedía apreciar una buena película.


Título original: White Witch Doctor
Año: 1953
Duración: 96 min.
País: Estados Unidos
Director: Henry Hathaway
Guión: Ivan Goff, Ben Roberts (Novela: Louise A. Stinetorf)
Música: Bernard Herrmann
Fotografía: Leon Shamroy
Reparto: Susan Hayward, Robert Mitchum, Walter Slezak, Mashood Ajala, Joseph C. Narcisse, Elzie Emanuel, Timothy Carey, Otis Greene.

Supongo que vista desde la corrección política que propulsan ciertos movimientos sociales, esta Hechicera blanca sería una muestra del machismo dominador y una claudicación del feminismo rampante que parece intuirse en la actitud de la protagonista, una mujer que se va al Congo, en calidad de ayudante de una doctora, en una aldea perdida en la jungla, como homenaje a su esposo, un doctor del que ha enviudado recientemente y al que, por amor, sujetó a su lado en vez de acompañarlo, como él siempre expresó que quería hacer, a ese continente necesitado adonde él quería servir a sus semejantes. Que el matrimonio fuera languideciendo hasta el accidente final en el que perdió la vida un hombre no realizado, abre los ojos de la protagonista, quien decide redimirse cumpliendo la humanitaria labor que su esposo quería realizar. El problema es que llega al Congo y “tropieza” con un aventurero, hijo de aventurero, que no piensa sino en hacerse de oro para dejar la jungla y llevar una vida confortable y cómoda en cualquier metrópolis occidental. Que el tal sujeto sea Robert Mitchum, para qué nos vamos a engañar, le pone algo difíciles las decisiones a la enfermera, aunque la lucha que va a establecerse entre ambos a lo largo de la película, con las lógicas alternativas entre una y otra posición, entre el compromiso con el deber o el deber de no comprometerse sino con el propio enriquecimiento, animan el metraje con insólita intensidad en lo que, aparentemente, no pasaba de ser una obra de entretenimiento con aire exótico, al estar rodada en escenarios naturales africanos. El cine de aventuras y tensión amorosa, tipo Mogambo, para entendernos, depende mucho de los actores y actrices que lo protagonicen. En este caso, el duelo Mitchum Hayward no decepciona en ningún momento, aun a pesar de la excesiva flema de Mitchum. La enfermera alterna los momentos de heroicidad con los de debilidad y se humaniza de tal manera que queda superada la dialéctica entre machismo y feminismo, porque enseguida advertimos que no son estereotipos, los personajes, sino seres individuales, cada cual con su historia, que intercambian, para afianzar su relación y entenderse mejor. La película, ya digo, tiene el atractivo de los escenarios naturales y una base antropocéntrica nada desdeñable, aunque Hathaway sabe dosificar sabiamente la mezcla de los elementos folclóricos con la trama, de tal manera que tenga esta las dosis justas de emoción y de animación. La lucha entre los hechiceros de la tribu y la “hechicera blanca” depara momentos estupendos, como el intento de asesinato de la enfermera por un hechicero resentido que no soporta la superioridad de la ciencia, incomprensible magia para él. Hathaway consigue mostrarnos una jungla poderosa, pero por la que los personajes se mueven con total confianza, como si no entrañara peligro alguno. Hay escenas muy bien rodadas, como la lucha del joven guerrero con un león, de la que sale malherido, lo que actuará como motivo dinámico para la continuación de la trama, al llevar al campamento hostil a la enfermera acompañada por el aventurero, quien, a su vez, habrá de enfrentarse a la codicia de su socio, dispuesto a “invadir” a sangre y fuego el territorio de la tribu donde la enfermera trata de salvar la vida del hijo del jefe de la tribu. Como los buenos sentimientos forman parte del bagaje del autor, es más que destacable el modo como le da las gracias el jefe de la tribu a la enfermera: Hasta ese momento, le dice, nadie se había acercado a ellos para ayudarles, y sí para combatirlos y exterminarlos. Así pues, La hechicera blanca es una película a medio camino entre las aventuras y la redención personal, lo que la hace, a mi modo de ver, una película singular, en comparación con otras de aventuras en África como la propia Mogambo, La reina de África o Hatari. Hathaway es un cineasta con un sólido oficio y autor de películas de mucho mérito, como Tres lanceros bengalíes, Niágara, La conquista el oeste o El póker de la muerte, de ahí que cualquier espectador pueda tener la seguridad de que pasará un buen rato con la película y de que no defraudará sus expectativas, no solo por la belleza intrínseca de los escenarios naturales donde se desarrolla la acción, sino por la evolución psicológica y emocional de los protagonistas. 

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