jueves, 4 de agosto de 2016

Una feliz secuela de las screwball comedies: “Mientras sean felices”, de J. Lee Thompson




Una ignorada comedia musical divertidísima de J.Lee Thompson: Mientras sean felices, de lo mejorcito del clásico humor inglés.

Título original:As Long as They're Happy
Año: 1955
Duración: 91 min.
País: Reino Unido
Director: J. Lee Thompson
Guión: Alan Melville (Obra: Vernon Sylvaine)
Música: Stanley Black
Fotografía: Gilbert Taylor
Reparto: Jack Buchanan, Brenda De Banzie,Jerry Wayne,  Janette Scott, Jeannie Carson, Athene Seyler, David Hurst, Diana Dors, Hugh McDermott, David Hurst, Athene Seyler, Joan Sims, Nigel Green, Dora Bryan, Gilbert Harding, Joan Hickson.


¡Qué grata sorpresa! De un director tan versátil como J. Lee Thompson, autor de Los cañones de Navarones y de El cabo del miedo, cae en mis manos el video de esta comedia alocada, heredera de las screwball comedies de los 40 y representante feliz de un género de películas muy cercano a esa genialidad fallida que, diez años más tarde,  fue ¿Qué tal, pussycat?, con guion de Woody Allen, de la que salió tan escaldado que juró que nunca más pondría un guion suyo en otras manos que no fueran las suyas. Hay, incluso, un cierto paralelismo en el guion entre Mientras sean felices y la película de Allen, sobre todo por la presencia de un psiquiatra que sirve para complicar la trama y conseguir algunos momentos hilarantes. En la película de Allen, fue Peter Sellers, en la de Thompson, un David Hurst un poco pasado de vueltas, pero muy en su papel de psiquiatra loco de origen alemán, figura tópica tan usado en algunas excelentes comedias, como en Primera Plana, de Wilder, por ejemplo, o la variante de científico loco, como el impagable Dr. Strangelove de Kubrick.  Ya puestos en el capítulo de las actuaciones, si algo hace acreedora a Mientras sean felices de una visión urgente es el estado de gracia de todo el reparto, sin excepción alguna. En febrero de este año hice la crítica de Fuego en las calles, de Roy Ward Baker, y destaqué el excepcional papel de Brenda de Banzie, a la que ya había destacado en El déspota, esa maravillosa película de David Lean, y ahora me cruzo con ella en un papel cómico de esposa resignada al “aburrimiento” inglés de su insípido matrimonio y me descubro ante su talento y una vis cómica que, antes de la presente cinta, me costaba dios y ayuda ni siquiera sospechar en ella. La película tiene un inicio fabuloso, que nos acerca a un humor algo más salvaje de lo que se considera propiamente el british humour, en el que la ironía y el sarcasmo, ambos delicados, suele manifestarse más a través de los diálogos inteligentes que de la acción trepidante. En este caso aparecen ambas cosas y dosificadas a la perfección. La trama, simple, se acerca al mundo novedoso de las fans arrebatadas que comienzan a surgir en los años 50 con los cantantes melódicos que se convierten en ídolos adorados por las jovencitas y que desembocará en esas conocidas escenas de histeria de las primeras apariciones de los Beatles, en los años 60. Aquí, el cantante es un crooner usamericano interpretado a la perfección por un Jerry Wayne cuyo personaje, Bobby Denver, aterriza por un malentendido en la casa de un corredor de bolsa con tres hijas, dos casadas en el extranjero y una adolescente enamorada de Denver que es quien, se aprovecha de la equivocación telefónica para citar al cantante en su casa. La presentación de las dos hijas, una de ellas cantante, casada con un pintor inglés residente en Paris, y la otra casada en América con un vaquero de rodeos al que los forúnculos traseros no le dejan ganarse la vida, lo que implica que la película no desdeña ni siquiera cierto humor de trazo grueso, y su llegada al hogar paterno servirán para ir complicando progresivamente la trama, si bien todo transcurre con una gracia incomparable y en un crescendo que no solo hará las delicias del espectador, sino que, por arte de birlibirloque del medido guion, resolverá todos los núcleos de acción planteados, entre los que la aburrida relación entre los esposos tiene especial fuerza. Es una lástima que la película esté contemplada desde un punto de vista ciertamente conservador, y que las bromas sobre lo ridículo de ciertas corrientes contemporáneas como el existencialismo en el que milita la hija “parisina” -que pronuncia insistencialismo…, by the way- lastren algo el interés de la cinta, pero, hecha abstracción de esa nimiedad, la película es un bálsamo de buen humor para estos tiempos de politicastros y mediocridades generales. La película bien puede considerarse un musical, no solo porque la trama gira en torno al cantante que, llegado de Usamérica, pone “patas arriba” la solo en apariencia ordenada vida inglesa, puesto que el fenómeno de las fans representa ya una alteración notable de ese tradicionalismo representado por el cabeza de familia que acaba saltando por los aires, sino porque, a lo largo de la película se suceden números musicales absolutamente canónicos, y uno de ellos especialmente atractivo, el de la hija “parisina” que pasa de un columpio del back yard a un escenario, o como los del propio padre, un Jack Buchanan lleno de vis cómica y habilidades coreográficas más que notables, como en el número cómico de baile con la criada cuyos desmayos cada vez que entra en escena y ve al cantante nunca dejan indiferentes a los espectadores. ¿Se advierte que me lo he pasado de lo lindo con esta “rareza” de Thompson? Pues tengo para mí que no he de ser el único, por más que en esto del humor es donde más cerca estamos de lo de para gustos colores… Con todo, el guion medido, la realización agilísima y las interpretaciones, todas ellas brillantes, del último al primero del reparto, hacen de Mientras sean felices una comedia auténticamente familiar y divertidísima, que revalida, además, la universalidad de ese british humour tan dado a reírse de su inveterado y sacrosanto tradicionalismo. Dentro de lo anecdótico hemos de considerar la aparición de Diana Dors, la espectacular réplica inglesa de Marylin Monroe, con un minúsculo papel que no guarda relación alguna con su sobreexposición en la publicidad de la película, como reclamo comercial.

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