domingo, 6 de noviembre de 2016

Atractiva rareza absoluta, visible en YouTube: "Dementia", de John Parker



Una exploración expresionista de un caso de locura planteado como un thriller: Dementia, de John Parker o La hija del terror, con posterioridad tuneada por el productor Jack H. Harris.

Título original:  Dementia
Año: 1955
Duración: 56 min.
País: Estados Unidos
Director: John Parker
Guión: John Parker
Música: George Antheil
Fotografía: William C. Thompson (B&W)
Reparto: Adrienne Barrett, Bruno VeSota, Ben Roseman, Richard Barron, Ed Hinkle, Lucille Rowland.


Mi videoteca de la calle Tallers, 79 sigue siendo un pozo inacabable de retos a los que me enfrento con el ánimo bien dispuesto y con la firme esperanza de descubrir territorios tan ignotos como el de esta película de John Parker, la única que filmó y que, después de estrenarla sin éxito alguno en una versión estrictamente muda, la vendió al productor Jack H. Harris, quien no solo le puso una banda sonora, sino que añadió una voz en off, la del presentador televisivo Ed McMahon y le cambió el título, pasó de Dementia a The daughter of horror, y de ambas maneras se ha conocido la película hasta el momento. Por lo que he podido saber, la idea de la película fue de la secretaria de Parker, Adrienne Barrett, quien le conto a su jefe el extraño sueño que había tenido, a partir del cual Parker construyó su película como un experimento a medio camino entre el cine negro, el expresionismo alemán y el surrealismo de la Vanguardia, si nos atenemos a los ecos psicoanalíticos que forman parte de la trama. Conviene recordar que a comienzos de la década de los 50 está en pleno auge el psicoanálisis en la sociedad norteamericana, y Dementia se plantea casi como la escenificación de un caso clínico, el de la mujer que habiendo asesinado a su padre por maltratar a su madre, quien, a su vez, lo engañaba sexualmente, siente el impulso de salir por la noche a la calle para buscar alguna víctima a quien apuñalar para calmar esa necesidad que surge en ella a partir de las pesadillas que la obseden, relacionadas, claro está, con el trauma del parricidio.  Los exteriores de la película se rodaron en la ciudad de Venice, en California, donde también localizaría Orson Welles parte del escenario de su portentosa obra Sed de Mal. De alguna manera, la obra, que no llega a la hora de metraje, narra escuetamente una noche y los diferentes encuentros que va teniendo a lo largo de ella, sobre todo con un rico, Bruno VeSota, que se hace acompañar de ella para poner un fin de fiesta sexual a sus andanzas, que incluyen, por cierto, una cena individual, seguida por la protagonista desde un taburete, en la que se recrea en el consumo de unas chuletas grasientas que su ayuda de cámara le sirve. Cuando, finalmente, decide usar a la protagonista como postre sexual de la noche, esta se deshace de él empujándolo junto a una ventana por la que el acosador acaba cayendo no sin antes haberse agarrado a un collar de ella, con el que cae al pavimento. Obligada a cortarle la mano para no delatarse, la mujer se aleja de la escena del crimen, seguida por un inspector con la cara de su padre, quien la sigue calle tras calle en una secuencia con la que la huida de Harry Lime en El tercer hombre guarda algunas semejanzas. La secuencia final en el club de jazz adquiere un tono surrealista que hubiera hecho, si la hubiera visto, las delicias de Buñuel. El juego de planos y contraplanos de la protagonista, la orquesta y el cadáver pegado a la ventana que desde la calle se asoma al interior del club crea una tensión excelente, al tiempo que el comportamiento de los clientes o el de la propia protagonista, bailando una combinación de jazz y de música caribeña, crea una suerte de efecto casi onírico, como si en realidad todo lo sucedido fuera parte de un sueño absurdo, o no tanto, que es lo que, al final, se pretende hacer creer cuando la protagonista vuelve a despertar en la habitación de su hotel barato, si bien el descubrimiento de la mano amputada en un cajón de la cómoda nos revela la verdad de lo sucedido. Que a nadie moleste que destripe el final, o se lo chafe, porque el interés de esta pequeña joya del capítulo de las rarezas cinematográficas estriba más en lo que promete que en lo que, finalmente, acaba consiguiendo, aunque la película puede verse con esa distancia de quien sabe calibrar lo lejos que está de obras como Repulsión, de Polanski, o el propio Gabinete del Dr. Caligari, de Robert Wiene, con las que puede ponerse en relativa relación. Es evidente que la voz en off -esa es la versión que yo he visto- es un pastiche innecesario, sobre todo porque la entonación engolada y amedrentadora del locutor no añade nada al poderoso pathos que consigue Parker mediante una iluminación tenebrosa de las escenas y unas interpretaciones en las que, si acaso, sobran los subrayados malvados de la media sonrisa cruel de la protagonista, anunciadora de sus felonías. Pero secuencias como la del club de jazz son un auténtico hallazgo, que yo pondría en relación con el que aparece en D.O.A., de Rudolph Maté, como destaqué en la crítica que hice de esa magnífica película; aunque el inicio de la película, con ese plano elevado de la calle, el clásico neón del Hotel encendido y la cámara que entra por la ventana abierta de la habitación donde duerme, desasosegada, crispada, la protagonista, agarrando con violencia la sábana como si quisiera liar el petate…, llaman lo suficiente la atención como para seguir anclados al visionado de la película, sin que nos decepcione más allá de haberse quedado algo más acá de lo que podría haber sido, una obra excepcional. Recordemos, aunque pueda haberse intuido que estamos ante una película típicamente indie antes de tiempo, o una película de serie B en la que colaboraron no pocos técnicos y actores y actrices propios de las producciones de Ed Wood o Roger Corman, auténticos mitos de esa serie B en la que incluso tendría cabida la obra del mismo productor de Dementia, Jack H. Harris, The blob o La masa devoradora, en castellano,  una película de ciencia-ficción en la que debutó Steve McQueen y en una de cuyas escenas, la que tiene lugar en el cine de la localidad donde tiene lugar la acción, se está proyectando Dementia en la pantalla cuando irrumpe la masa alienígena en el cine dispuesta a causar un estropicio entre los espectadores. Estamos moviéndonos, por lo tanto, en un terreno acotado del séptimo arte, pero Dementia, pueden darme algo de crédito los atentos lectores de estas críticas, va algo más allá de esa serie B, sin que acabe de llegar al estrellato de la serie A, pero ahí se queda, en ese terreno de nadie en el que una exquisita puesta en escena tenebrista y unas interpretaciones fabulosas saben crear una atmósfera, ese algo casi indefinible y tan difícil de crear en una película, pero Dementia lo logra. En todo caso, como es una película que puede verse en YouTube, aquí,  los espectadores interesados pueden salir de dudas y entrárseme, de vuelta, en el Ojo, para ponerme de vuelta y media por un entusiasmo que acaso acaben no compartiendo.

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