viernes, 20 de octubre de 2017

Solo ante el peligro: “Delicado delincuente”, de Don McGuire con Jerry Lewis sin Dean Martin for the first time…


Jerry Lewis en busca de su mundo personal, aquí mostrado de forma embrionaria: Delicado delincuente o una puesta en escena espectacular para una película aún lejos de sus grandes éxitos por venir.


Título original: The Delicate Delinquent
Año: 1957
Duración: 101 min.
País: Unidos Estados Unidos
Director: Don McGuire
Guion:Don McGuire
Música: Buddy Bregman
Fotografía: Haskell B. Boggs (B&W)
Reparto: Jerry Lewis,  Darren McGavin,  Martha Hyer,  Robert Ivers,  Horace McMahon, Richard Bakalyan,  Joseph Corey,  Mary Webster,  Milton Frome, Jefferson Dudley Searles.


18 películas llevaba ya rodadas Jerry Lewis antes de lanzarse a la aventura en solitario. Con la inseguridad de si él solo podía atraer tanto la atención de los espectadores como el exitoso dúo que formaba con Dean Martin. Lewis se puso en las manos de un Don McGuire al que le llegaría el reconocimiento hacia el final de su carrera con el guion de Tootsie, de Sydney Pollack, y exploró con él buena parte de los caminos que iba a seguir luego en solitario, encargándose de todo: el guion, la dirección y la interpretación. Aunque parezca un debut titubeante y algo flojo, ello se debe al más que tibio planteamiento crítico que se hace de la lucha de la policía contra el cáncer de las pandillas juveniles violentas que aquí se presentan, claro está, casi como una parodia de las reales, todo ello bañado por un fofo redentorismo que almibara en exceso la cinta y la priva de la acidez y el desengaño que iríamos viendo en las películas posteriores de Lewis, hasta llegar a la más que polémica última y por muchas razones polémica El día que el payaso lloró, aunque la película que explicaría mejor la evolución del propio Lewis no es suya, curiosamente, sino de Peter Chelsom, Los comediantes (Funny Bones), una película extraordinaria por muchos motivos. Quizás la revisite y le dedique una crítica…, si cae en mis manos en Tallers 79 o en Filmin, plataforma a la que las apreturas del espacio me obligan a darme de alta: los DVD se multiplican como las hormigas y lo invaden todo… Sydney Pitias es un joven sin habilidades especiales, antes bien algo retrasado, pero bueno hasta caerse de espaldas. Un día se ve envuelto en una redada en el barrio y es arrestado por equivocación junto a unos pandilleros a los que en secreto admira por su arrojo y su virilidad. El jefe de policía dice que hay que usar mano dura con esa juventud “descarriada”, muy al estilo de las bandas juveniles de West Side Story, cuya atmosfera se revive en los primeros compases de la película, pero en blanco y negro de mucha calidad, con una escena de estudio admirable, digna del mejor cine negro. Un policía, Damon, es partidario de métodos persuasión, antes que represivos y arranca de su jefe el compromiso de que si consigue, con sus métodos, apartar solo a uno de esos jóvenes de la senda de la delincuencia, promoverá su uso en el cuerpo. Y ahí tenemos el planteamiento de una historia en la que el policía se acercara a Sydney y éste se acercará a sí mismo, descubriendo un ideal, ser policía, como su tutor, que acabe de darle sentido a su vida y una posición digna desde la que conquistar a la vecina del inmueble en el que trabaja como encargado del mantenimiento, una enfermera que, inexplicablemente, como en la mayoría de las películas de Lewis, está enamorada de él. Por la parte del trabajo de mantenimiento, como si el edificio fuera la 13 Rue del Percebe, vendrán los muchos y buenos gags humorísticos entre los que no faltan los del profesor chiflado que trabaja en uno de los pisos, anticipo cierto del que veremos años después, mucho más elaborado por supuesto. El proceso de adiestramiento para ingresar en el cuerpo de policía es también un generador incansable de gags de muy diferente naturaleza, aunque es muy propio de lo que podríamos entender por su peculiar sentido del humor el del instructor de artes marciales que amenaza casi con descuartizarlo y con el que acaba entendiéndose en un dialecto oriental en el que ambos se ponen a hablar como dos viejos amigos, olvidándose del tatami… No puede faltar, tampoco, una trama amorosa paralela entre el policía y una encargada del gobierno municipal que quiere ponerse al mando de la acción policial para la regeneración de esos chicos difíciles. Hay mucho slapstick aún, asociado a inventos muy al estilo del Chaplin de Tiempos Modernos, y un repertorio de gestos y muecas hiperpropios de Lewis que solo son aptos para seguidores acérrimos del cómico, como es mi caso, porque entiendo que a espectadores tibios con su humor pueden llegar a desesperarles, lo que entiendo perfectamente, porque a mí me pasa con esa parodia del auténtico humor que es Louis de Funès, por ejemplo. Lo que van a agradecer los espectadores es la puesta en escena, todo rodado en estudio, la fotografía y una narración relativamente ágil de la trama, porque es evidente que en ningún caso la historia puede obviar los monólogos mímicos, llamémosles así, del humor de Lewis. Ya anticipo que no estamos ante una de sus películas “propias”, aquellas que podríamos calificar de “cine de autor” y que tuvieron más repercusión crítica en Europa que en Usamérica, un fenómeno que años después se volvería a producir con el cine de Woody Allen, pero a un devoto de Lewis le gustará verla, porque, como ya he dicho, parece la semilla de lo que sería después su magna obra. En la película, la unión del policía y el joven a quien quiere regenerar se pone en relación con los apellidos de ambos, Damon y Pythias, dos filósofos cuyas vidas representan algo así como el epítome de la amistad. Y sí, algo de ello hay, sin duda, del mismo modo que lo hay de Pigmalión, por supuesto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario