lunes, 16 de octubre de 2017

Terrible y magnética ópera prima de Fernando Coimbra: “El lobo detrás de la puerta”.


El mejor cine negro en el más luminoso suburbio de Río de Janeiro: El lobo detrás de la puerta o las desaforadas pasiones de barrio: la crónica del amor y la furia.

Título original: O lobo atrás da porta
Año: 2013
Duración: 100 min.
País:  Brasil
Director: Fernando Coimbra
Guion:Fernando Coimbra
Fotografía: Lula Carvalho
Reparto: Milhem Cortaz,  Leandra Leal,  Fabiula Nascimento,  Tamara Taxman,  Karine Teles, Antonio Saboia,  Thalita Carauta,  Paulo Tiefenthaler,  Juliano Cazarre.


Aún me admira el mecanismo de la intuición que ante una carátula me lleva a rechazar o aceptar que lo que sostengo con una mano muy cerca de los ojos desnudos de las gafas imprescindibles, porque la letra de la mayoría de los vídeos es inmisericorde con un deficiente visual. El caso es que ante un nombre desconocido, Fernando Coimbra, ante una sinopsis típica de cine negro y cuatro fotogramas muy bien escogidos, decido traérmela a casa y verla con el ánimo propicio de quien siempre espera una “revelación” cinematográfica que lo aparte de lo manido, de lo trillado. Por ir corto de información, ni siquiera sabía mientras la estaba viendo que era la ópera prima de su director, y ahora sí que mi juicio se va conformando con lo intuido: El lobo detrás de la puerta es un peliculón que, inscribiéndose en los códigos genéricos del thriller, de origen usamericano, por una parte, y europeo, por la otra, como es el caso tan peculiar de Chabrol, nos ofrece una versión brasileña y de barrio, podríamos decir, que nos sorprende tanto como nos atrapa. No se trata solamente de la estructura narrativa, a modo de puzle que, a partir del secuestro de la hija de una mujer, dispara la trama en mil posibles direcciones y se va recomponiendo todo a través de las declaraciones de la sospechosa en la comisaría, sino de la intensidad erótica de los encuentros entre dos personas que se conocen en el tren y que convierten ese "breve encuentro" en una pasión constante que les sirve de refugio y como disparadero de fantasías de una vida libre y suya que, en el caso de él, supondría renunciar a su familia, pues es casado y con una hija. Los flash back de la película van cambiando la historia a medida que la sospechosa ofrece varias versiones, pero también permiten reconstruir la historia de una traición, él la engaña respecto de que sea soltero y viva con su madre enferma, que acabará marcando su adúltera relación y deturpándolo todo, porque, con un hábil giro de guión, la amante se acerca a la mujer y a la hija a espaldas de él, construyendo una suerte de relación pervertida cuyos propósitos, más allá del desquite por el engaño, no parecen claros, hasta que… y ahí es donde este crítico ha de levantar un muro de contención para que no se me escape ni una palabra que pueda arruinar la contemplación de esta obra a la que aún le quedan algunos giros de guion que van a permitir comprender los acontecimientos que se suceden ante la incredulidad aturdida y conmocionada de los espectadores. La descripción del trío protagonista es tan extraordinariamente precisa y elocuente que jamás se nos pasa por la cabeza que estemos ante estereotipos genéricos, sino ante individualidades nítidas que van desplegando la complejidad personal de cada uno a medida que avanza la trama y se va complicando la situación. La dirección de Coimbra, que alterna planos primerísimos para las relaciones eróticas, consiguiendo un efecto de inmediatez casi táctil, y planos panorámicos que no solo inscriben la acción en un medio concreto, el suburbio de Río de Janeiro -un estrato social por encima del de las conocidas favelas- sino que parecen desahogar al espectador de la intensidad de esos otros planos casi acezantes que nos dejan en manos de reacciones viscerales de los personajes. Son planos, además, en los que la presencia del coche descapotable amarillo del protagonista actúa como un contrapunto luminoso de los sombríos derroteros que va siguiendo la narración  y cuyos últimos compases, insisto, sería una crueldad descubrir. Las interpretaciones, con actores que encarnan a la perfección los personajes de la trama, son soberbias, un realismo intenso, primario, que no esconde mil y un matices que van desde la ironía sutil hasta la sofisticación más depurada. Punto aparte, claro está, es el de la protagonista, una mujer compleja y con muchas conchas que irán cayendo progresivamente, en una espiral insospechada. A este respecto, resulta curiosa la descripción del hogar de ella, un espacio sombrío, habitado por fantasmas, diríase, y en el que los planos con notable profundidad de campo nos hablan de una suerte de oscuro túnel desde el que se ve la realidad distorsionada. Sobre cuáles sean esos factores distorsionadores, ya digo, ni mu. Eso sí, recomiendo muy vivamente la visión de esta película aparentemente modesta, de bajo presupuesto, pero realizada con una sabiduría cinematográfica impropia de una ópera prima. No se trata de una revelación mundial, sino de una película que va cautivando a los espectadores, quienes, como ahora yo, la recomiendan como “de obligada visión”, porque la cinta lo merece y los espectadores me lo agradecerán.

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