jueves, 9 de noviembre de 2017

De rarezas infumables: “The Fast and the Furious”, de John Ireland y Edward Sampson


Una estrafalaria car movie sobre una historia de Roger Corman: Piloto a la fuga o un Jaguar espectacular, en una carrera local de coches, habitado por un prisionero fugado y una conductora con síndrome de Estocolmo.

Título original: The Fast and the Furious
Año: 1955
Duración: 73 min.
País:  Estados Unidos
Director: John Ireland,  Edward Sampson
Guion: Jean Howell, Jerome Odlum, Roger Corman
Música: Alexander Gerens
Fotografía: Floyd Crosby (B&W)
Reparto: John Ireland,  Dorothy Malone,  Bruce Carlisle,  Iris Adrian,  Marshall Bradford, Bruno VeSota,  Byrd Holland,  Larry Thor,  Henry Rowland,  Jean Howell,  Dick Pinner, Robin Morse,  'Snub' Pollard,  Lou Place,  Roger Corman,  William Woodson, Jonathan Haze.


Más allá de la serie B y de la C, minorías étnicas, está la serie F, de cine familiar, o poco menos. Basada en una historia de Roger Corman y rodada a partir de una carrera de coches local, usada en la película, la película tiene el dudoso gusto de haber sido la primera que se tituló TheFast and the Furious, título, que no historia, comprado por los productores para usarlo en la serie de exitosas ¿películas? que con ese nombre han golpeado duramente la retina de tantos y tantos jóvenes , y no pocos maduritos, en las salas de cine de medio mundo. Si la película será F, que, en el resumen de la Wikipedia de John Ireland, notable actor con tendencia a interpretar papeles de villano, ni siquiera se menciona que hubiera dirigido una película. Edward Sampson tampoco merece mucho espacio en IMDb, y sí una nota anecdótica en la que se nos informa de que murió accidentalmente al dispararse la pistola que intentaba quitarle a su mujer cuando esta intentaba suicidarse. La película es simple como una canción de Julio Iglesias o el ritmo base del rap: un preso fugado, sobre el que pesa la acusación de asesinato, se teme que no tendrá un juicio justo y se escapa. Para en un bar de carretera y, tras ser amenazado por un cliente -¡el inmortal Bruno VeSota!-  para que se identifique, porque ya se sabe que hay un preso fugado, se deshace de él y se lleva como rehén a Dorothy Malone y un Jaguar con el que ella iba a competir en una prueba automovilística en cuyo trazado se traspasaba la frontera mexicana. Durante la huida, él ejerce un férreo control sobre ella que, a medida que nos acercamos a la feria del automóvil que incluye la carrera se va relajando. Se inscribe, con nombre supuesto en la carrera, para poder pasar la frontera y huir. Antes, se produce el inevitable romance entre la secuestrada y el nada apuesto secuestrador, un camionero que iba por libre y a quien el sindicato mafioso de camioneros quería apartar del negocio por la vía rápida… Todo tan discreto como poco atractivo, salvo la presencia de Dorothy Malone, que es la única que le da a la película una cierta consistencia para poder considerarla como tal, aunque sea del género F. Las escenas de la carrera están bien rodadas, aunque en muchas secuencias se rueda sobre proyección, con esa poco disimulada técnica que las vuelve ridículas. Al final, el buen fondo de él, honrado a carta cabal, se impone a la dureza del fugitivo que no atiende más que a la llamada de la supervivencia y decide plantar cara al juicio, con el apoyo de la Malone, seducida por una bondad que solo ella ha sabido intuir tras la aridez de trato del presidiario. Lo cierto es que a quien le gusten las carreras de coches y los coches antiguos tiene una excelente oportunidad para disfrutar durante un buen rato, porque la carrera se come casi la mitad de la cinta, de ceñido metraje.  En fin, lo aviso en el título y la traigo  este ojo como lo que es, una rareza que tal vez ni merezca la pena visitar, pero siempre tiene que haber alguien que vea lo que nadie ve, para no llamarse a equívoco. A los espectadores de la actual Fast and Furious, si tienen sensibilidad para los coches de época, es posible que les entretenga. A los demás, lo dudo.

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