viernes, 29 de diciembre de 2017

¡Qué decepción tan grande!: “Secret Friends”, de Dennis Potter


Cuando el stream of consciousness se convierte en un pastoso cenagal: Secret Friends o la mala lectura de un código diferente del de las series televisivas.

Título original: Secret Friends
Año: 1991
Duración: 108 min.
País: Reino Unido
Dirección: Dennis Potter
Guion: Dennis Potter
Música: Nicholas Russell-Pavier
Fotografía: Sue Gibson
Reparto: Alan Bates,  Gina Bellman,  Colin Jeavons,  Frances Barber,  Ian McNeice,  Tony Doyle, Roy Hamilton,  Joanna David,  Rowena Cooper,  Davyd Harries,  Niven Boyd.


Yo tenía a Dennis Potter en un altar, porque sus series televisivas El detective cantante y Lipstick on your collar me han parecido siempre de lo mejorcito que se ha rodado en ese ámbito creativo, hoy tan de moda. Secret Friends, su única película, de 1991, nunca se ha estrenado en España, sin embargo, y cayó en mis manos en la edición para vídeo hace una semana. No es difícil imaginar la enorme expectación que tal visionado había despertado en este crítico. Finalmente, ayer la vi y una vez vista se consumó el desengaño mayúsculo. Para cifrar la magnitud del desengaño, solo hay que recordar aquella maravillosa obra de arte que es Providence, de Resnais, a la que esta de Potter supongo que pretendía acercarse, al mezclar los planos real y onírico de modo que el espectador se viera obligado a tirar de su espíritu crítico para hacerse una composición de lugar, y de relato. El planteamiento de Secret friends es más sencillo que el de Providence, porque parte de una situación inalterable: el viaje de un hombre que, en un momento dado, comienza a sufrir visiones y a sentirse tan despegado de sí mismo que acaba desconociéndose y preguntándose quién es él y qué hace ahí, en ese vagón restaurante ante un pescado muerto. El planteamiento no es malo, y está muy en la línea de otras obras del autor, pero la realización y, sobre todo, la puesta en escena son tan pobres, tan mediocres, que poco o ningún interés despiertan en el espectador, que asiste, decepcionado, a una mediocre actuación de ese gran actor que es Alan Bates, incapaz de representar los conflictos agónicos de un ser que se desdobla en dos personalidades: la trágica y la optimista, la que le ayuda a superar el calvario de la existencia, marcada por un padre ministro protestante y un matrimonio en crisis por la imposibilidad de consumar el acto sexual con su mujer si esta no se le presenta como una prostituta. A mí, particularmente, me ha llamado muchísimo la atención la pobreza visual de la película y la muy deficiente actuación de los actores secundarios, así como la falta de imaginación escénica que se advierte en las tramas del delirio. Lo único que ha respondido a mis expectativas ha sido la parte del tren, específicamente, los diálogos de besugos del protagonista con los dos compañeros de mesa, a quienes se suma el revisor para certificar la demencia no saben si pasajera o contumaz del pasajero…No faltan algunas canciones intercaladas que recuerdan la vía magna de sus éxitos televisivos -suya fue la primera versión de Pennies from Heaven, que luego supo del triunfo en las pantallas de la mano de Herbert Ross-, a los que esas escenas nos remiten, pero tampoco se prodiga. Hay un exceso de frialdad y falta de vitalidad en los delirios del personaje que, unidos, ya digo, a la miseria visual de una puesta en escena pobre y descuidada, acaban distanciando al espectador de cuanto ocurre en pantalla. ¡Qué desilusión, por favor! Hasta me está costando escribir estas líneas que constatan mi decepción, porque es tan hermoso y potente el recuerdo que tengo de sus series que he tenido que volver a leer en la carátula que era una película suya, no la de un usurpador de su nombre. Potter murió  tres años después de hacer la película, de un cáncer de páncreas que se le extendió al hígado, como consecuencia, dicen, de los efectos secundarios de la medicación para luchar contra la psoriasis artrítica con la que hubo de convivir y que le inspiró el personaje de El detective cantante. En fin, no me extiendo, porque un certificado de defunción estética ha de ser respetuoso. Me acompaño en el sentimiento.

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