miércoles, 10 de enero de 2018

Dos dramas grotescos de finales de los 50 en España: “¡Viva lo imposible!”, de Rafael Gil y “La vida en un bloc”, de Luis Lucia.



El desigual humor poético-crítico español de finales de los 50: ¡Viva lo imposible!, del maestro Rafael Gil y la original voz narrativa de La vida en un bloc, de Luis Lucia.

Título original:  ¡Viva lo imposible!
Año: 1958
Duración: 95 min.
País: España
Dirección: Rafael Gil
Guion: Miguel Mihura, Rafael Gil (Teatro: Joaquín Calvo Sotelo)
Música: Jesús Guridi
Fotografía: Alfredo Fraile
Reparto: Paquita Rico,  Manolo Morán,  Miguel Gila,  José María Rodero,  Jacqueline Pierreux, Julio Núñez,  Julia Caba Alba,  José Marco Davo,  Fernando Sancho,  Raúl Cancio, Vicky Lagos,  Ángel Ter,  Tony Soler,  Mario Morales,  Yelena Samarina,  Jesús Narro, Ramón Giner.


Título original: La vida en un bloc
Año: 1956
Duración: 90 min.
País: España
Dirección: Luis Lucia
Guion: José Luis Colina, Vicente Llosa, Luis Lucia (Obra: Carlos Llopis)
Música: Juan Quintero
Fotografía: Cecilio Paniagua (B&W)
Reparto: Alberto Closas,  Elisa Montés,  María Asquerino,  José Luis López Vázquez, José Luis Ozores,  Emilio Alonso,  Ángel Álvarez,  Manuel Bermúdez 'Boliche', Irene Caba Alba,  Julia Caba Alba,  Eduardo Calvo,  Raúl Cancio,  Juan Córdoba, Margarita Espinosa,  José Franco,  Encarna Fuentes,  Ricardo Hurtado.

¡Viva lo imposible! es una película que se inicia como farsa y acaba convirtiéndose en moderado drama, con una historia de origen poético, una familia de funcionarios que, aburridos de no poder satisfacer los más mínimos caprichos y de dejarse la piel en un trabajo monótono y aburrido, deciden dejarlo todo, los pluses, los trienios, la seguridad de la miseria, para lanzarse a la aventura, hasta que recalan en un circo donde los admiten como ilusionistas, aunque con escasa fortuna. El desengaño comienza a asomar en la necesidad del hijo de poder seguir preparando las posiciones a notarías, ante el berrinche total del padre, que lo echa de la roulotte. La hija, de quien el domador, un Miguel Gila a quien el guionista Mihura sirvió en bandeja un lucimiento muy del estilo de 3 sombreros de copa, está enamorado, recibirá la visita de su antiguo novio, un funcionario gris y aburrido con quien, sin embargo, en aras de la seguridad material, acabará marchándose para casarse con él. Lo mejor de la película, más allá del poderoso uso del color y del aprovechamiento que hace Gil de la puesta en escena circense, es el “intermedio narrativo” en el que se resume el destino de los personajes a través de la estructura narrativa del NO-DO, con la voz del locutor Matías Prats, habitual de ese noticiero durante muchos años. Las imágenes, rigurosamente en blanco y negro constituyen como un pequeño corto intercalado, un ejercicio fictodocumental, que deslumbra por su ingenio y su hechura. El resto de la película sigue los caminos trillados de la comedia sentimental con algunos toques humorísticos y un final feliz, lo siento, harto empalagoso e inverosímil, pero el autor de la obra en la que se inspira, Joaquín Calvo Sotelo, pues no daba para más, claro.

La vida en un bloc, sin embargo, tiene algunos rasgos originales como que el narrador sea el propio bloc, con la excelente voz de Fernando Rey, un bloc que, nada más ser estrenado, lo primero que confiesa son las cosquillas que le hace el bolígrafo al escribir sobre él… El mérito de la película recae en la magnífica actuación cómica de los dos protagonistas, Alberto Closas y Elisa Montés, hermana de las también actrices Emma Penella y Terele Pávez. El médico del pueblo, un espíritu científico que no deja nada a la improvisación, y prueba de ello es el rigor con que anota en su bloc cuanto importa para llevar un buen régimen de vida saludable, se enamora de la maestra, quien lo acepta y con quien acuerda casarse. Fiel a la lógica con que ordena su vida, el médico repara en que, aun joven y soltero, aún no “la ha corrido”, y le parece indispensable hacerlo ahora que es soltero en vez de hacerlo después de casado, por la repercusión que en la unión matrimonial puede tener tal conducta. La maestra está de acuerdo, y allá que se va el buen doctor a la capital, en compañía de unos amigos golfantes dispuestos a reírse de su ingenuidad , para ir cayendo en diferentes redes femeninas que le desengañan de cualquier atisbo que él tuviera sobre lo que es la “vida disoluta, pecaminosa” de las farras capitalinas. Está claro que el humor blanquísimo de la película, con solo algún leve dardo envenenado que otro, opera dentro de los esquemas de lo permitido por el Régimen, pero las situaciones cómicas potenciadas por la interpretación de Closas, con una vis cómica potentísima, sobre todo las del idilio con la maestra, una Elisa Montés de irregular carrera, pero aquí perfecta en su papel de novia y esposa mojigata, convierten esta adaptación de la obra de Carlos Llopis en una película muy de espíritu berlanguiano, cercana al mundo local de Los jueves, milagro, aunque, ya digo, con mucha menor carga crítica. Que a estas alturas no haya envejecido y pueda verse con agrado ya dice mucho de aquel cine que iba abandonando poco a poco lo que podíamos considerar aún “la posguerra” para entrar en la década prodigiosa que culminaría la revolución juvenil de mayo del 68, con los cambios sociales que supuso en la sociedad española. La vida en un bloc refleja aquellos tiempos de las “fuerzas vivas” de los pueblos, el médico, el alcalde, la maestra, la Guardia Civil, el cura…, pero con una gracia y un ritmo narrativo ejemplares.

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