martes, 9 de octubre de 2018

«Una noche misteriosa», de D.W. Griffith o alguien tiene que verlas…



Entre el Cluedo, la inminente Agatha Christie y el vodevil, una película de intriga perfectamente sostenida y con un final apoteósico que compite de tú a tú con las escenas del tsunami de Lo imposible. Una noche misteriosa o una interminable galería de sospechosos…

Título original: One Exciting Night
Año: 1922
Duración: 128 min.
País:  Estados Unidos
Dirección: D.W. Griffith
Guion: D.W. Griffith
Música: Película muda
Fotografía: Irving B. Ruby, Hendrik Sartov (B&W)
Reparto: Carol Dempster,  Henry Hull,  Porter Strong,  Morgan Wallace,  Charles Croker-King, Margaret Dale,  Frank Sheridan,  Frank Wunderlee.

He de reconocer que, subido a la cinta de correr y habiendo palpado el bolsillo del pantalón de deporte sin encontrar en él los auriculares que me permiten oír las películas o las diversas músicas, hube de improvisar si no quería quedarme sin mi ración de entretenimiento que me aliviase el duro ejercicio atlético. “¡Una película muda!”, me dije. Y, ya puestos, nada mejor que algo de unos de los padres fundadores del cine, D.W. Griffith. Una noche misteriosa comienza con el ruego encarecido a la audiencia de que no revelen, después de haberla visto, quién es el “asesino”, puesto que hay asesinatos, pero no solo. Recuerda el aviso que se hace al final de La ratonera, de la Christie, que todos los públicos han respetado escrupulosamente. Lo primero que he de decir es que ni  en Filmin ni en IMDB es posible que la hayan visto completa, porque le asignan 128 minutos en vez de los 143 que tiene. Dado el metraje, he tenido ocasión de verla en tres tandas, durante tres días de entrenamientos. En la medida en que es una película tan larga, no extraña que la acción se remonte al fallecimiento de la madre de la criatura en África tras el parto  y a la adopción forzada, como propia suya, de dos supuestos amigos de la madre. Un criado negro, sin embargo, recoge del suelo un camafeo con el retrato de la madre auténtica, el cual “obrará” en la trama hacia el final, cuando se resuelvan las muchas establecidas en la película. En esencia, la película, al margen del misterio, es una película de amor, de chantaje y policiaca que transcurre casi enteramente en una mansión de tipo gótico llena de trampas, paneles secretos y personajes de baja catadura moral que han escondido en ella un botín de medio millón de dólares. La cantidad de malentendidos que se producen en la obra, como que el mayordomo recoja la caja donde está la saca del dinero cubierta de papeles viejos y la esconda tras un panel al lado de una pared falsa del salón forman parte de un crescendo que se multiplica con la aparición de personajes sospechosos que da la impresión de que aparezcan con las peores intenciones. El planteamiento es muy clásico y, en él, a los criados negros, sobre todo Romeo, un cobardica enamorado, les toca el papel de “graciosos” que cumplen a la perfección pero que, al mismo tiempo, nos evidencian una discriminación racial insoportable, porque se trata de lo que los usamericanos llaman black-faced, como Al Jolson en El cantante de Jazz. No es el único, además. Y resulta difícil  imaginar la razón de ello, aunque ese carácter auxiliar en la trama de los graciosos nos habla de un desprecio evidente hacia los negros en el mundo de los blancos. De todos modos, esos personajes, encarnados ya por actores negros, como en Lo que el viento se llevó, por ejemplo, constituyen un “característico” de muchas tramas, básicamente sureñas. La joven, que sufre horrores por el hecho de que su madre la desprecie, ¡qué imágenes tan espectaculares cuando la madre/ladrona intenta acariciarla con no poca reticencia para que acepte un matrimonio de conveniencia con un hombre demasiado maduro para ella que la sorprendió robando un carísimo reloj en una reunión de sociedad! La reacción de casi deliquio de la joven al sentirse amada por primera vez es estupenda. La aparición de un joven propietario de la mansión cercana en un party al aire libre provoca un flechazo inmediato entre los jóvenes y, a partir de ahí, ante las suspicacias del maduro galán que intuye rápidamente que se le puede escapar la presa, comienza una serie de maquinaciones, por parte de todos los personajes que se centrarán en la invitación a la velada en casa del protagonista. De hecho, la trama delictiva del dinero robado es ajena a todos ellos, pro no impide que los facinerosos que lidiaron sus cuentas a tiros en el piso superior, hagan lo posible y lo imposible por encontrar el dinero, entrando en la casa subrepticiamente y enfrentándose, entre ellos y con los visitantes. Como hay, según he dicho, muchas tramas paralelas, se ha de destacar la capacidad de Griffith para “descolocar” al espectador, no por darle pistas falsas, sino sencillamente porque los espectadores no entienden los motivos de determinados “movimientos” e los personajes. Eso sí, el aura de amenaza constante, la muerte de quien reconoce al enmascarado armado y la decidida intervención de la policía, con un inspector irónico y mordaz le añaden, sobre todo en la última hora, una aceleración a la historia que ha de estar uno muy atento a los rótulos para no perderse nada de cuanto pasa. La película no se conserva en su mejor estado, y el blanco y negro tiene algunos deterioros lumínicos que, a veces, dejan demasiado en sombra partes exteriores del plano, pero en lo que sí me entretuve fue en ir contando los cambios de plano, de corto a medio y largo, lo que crea un ritmo que “anima” la función y hace desear enterarse de una vez por todas de quién es el desaprensivo a quien endosarle el robo del dinero y las dos muertes. En los últimos minutos de la película, sin embargo, es donde se halla la gran sorpresa de esta película y la razón por la que no está de más visitarla y recrearse en una obra comercial pero hecha con una técnica y con un gusto exquisitos: La persecución del maleante a través de un tornado, con las peligrosas alternativas de los objetos, ramas y árboles amenazando la integridad física de los personajes, amen de la inclusión del gracioso Romeo, que pone el contrapunto humorístico de su susto y su cobardía son arrebatadoramente espectaculares. Teniendo en cuenta el nivel de los efectos especiales de la época, la veracidad del tornado, las alternativas del destino aciago de la protagonista, a punto de sucumbir bajo la caída de un árbol, crean un suspense totalmente hitchcockiano que los espectadores contemplan arrebatados. Pues sí, la película es larga, nadie lo duda, pero si  correr en la cinta, bien merece un visionado una tarde de sábado lluvioso…

No hay comentarios:

Publicar un comentario