viernes, 23 de noviembre de 2018

«Una herencia de miedo», de George Marshall o Martin &Lewis «at their peak».



Avanzando el esplendor futuro de un cómico excepcional: Una herencia de miedo o Jerry Lewis en su salsa con Carmen Miranda…

Título original: Scared Stiff
Año: 1953
Duración: 100 min.
País: Estados Unidos
Dirección: George Marshall
Guion: Norman Lear, Herbert Baker
Música: Leith Stevens
Fotografía: Ernest Laszlo (B&W)
Reparto:  Dean Martin,  Jerry Lewis,  Lizabeth Scott,  Carmen Miranda,  George Dolenz, Dorothy Malone.

Me reconozco incondicional de Jerry Lewis desde que vi su primera película, quizás cuando tenía 13 o 14 años. Y aunque en su ingente obra hay un abanico que va desde las prescindibles hasta las obras maestras, jamás, por insulsa que haya sido la película  suya que he visto he dejado de descubrir en todas ellas rasgos muy definidos de su reconocida genialidad. Una herencia de miedo vendría a ser una suerte de parodia de un gran éxito como The Ghostbreakers (aquí titulado El castillo de maldito) con Bob Hope, de quien me reconozco furibundo detractor, y cuya gracia, para mí, solo es comparable a la de ese otro gran incompetente, en el campo del humor, que es Louis de Funès. Los lectores de  este Ojo saben perfectamente que nada tan “personal” como la “gracia” que nos hacen unos u otros “graciosos”, y el abismo que hay entre Groucho Marx y Woody Allen, pongamos por caso, y los anteriormente citados, por no referirnos a los clásicos mudos del cine cómico, por supuesto. Aunque sea anecdótico el nacimiento como parodia de esta película -el dúo Martin&Lewis rodó nada menos que 18 película-, quedará para la historia anecdótica del cine como la primera en la que se introduce un término que luego tendría no poca repercusión cinematográfica: ghostbuster, formado, según se indica en los diálogos, a partir del término económico trustbuster. Estaba claro que la palabra era una alternativa a Ghostbreakers, pero, al final, acabó teniendo, como sabemos, más éxito. La historia es absolutamente intrascendente, una heredera de un castillo en Cuba recibe una poderosa oferta de compra del mismo, así como una serie de amenazas terribles para que no vaya a tomar posesión del mismo. La heredera es Lizabeth Scott, por quien Dean Martin -y cualquiera- iría al infierno si fuera necesario, aunque antes de enamorarse de ella, ha de “liberarse” -¡nada menos que "liberarse"!- del asedio de una Dorothy Malone, de brevísima aparición y largo recuerdo… Martin, cantante en un club, como es de rigor en su asociación con Lewis, ha de llevar “colgado de sí” a Myron/Lewis, quien lo considera su único amigo. La pareja habrá de pasar por no pocas penalidades cuando Martin cree que, en una refriega con pistolas en un hotel, ha matado a un miembro de la banda mafiosa que lo persigue. Acaban en el barco, con la heredera, y forjándose un futuro en el show business de la mano de Carmen Miranda que también viaja con ellos. Los gags que se suceden en la película tienen ya una entidad considerable y algunos son magníficos, como el del ventrílocuo de Martin con Lewis dentro del baúl de la heredera que ha de ser llevado al buque o como el número que, ya en Cuba, interpreta un travestido Lewis haciendo play back a la voz de Carmen Miranda. Así mismo, hay gags verbales tan buenos como este: Tony Warren/Dean martin: It's worse than horrible because a zombie has no will of his own. Every once in a while you see him walking about with dead eyes blindly following orders, not knowing what they do and not caring. Myron Mertz/Jerry Lewis: Just like husbands. En el campo de la anécdota ha de contarse también que una de las canciones que interreta Martin en la película, I don’t  care if the sun don’t shine, de Mack David, autor de la letra de Walk on the wild side , el tema principal de esa joyita que es La gata negra, de Edward Dmytryk, con guion de John Fante, fue la canción escogida por Elvis Presley para su segundo sencillo, si bien adaptada a ritmo de rock. La llegada al castillo encantado entra por derecho propio en el terreno de esas obras en las que se juega con el miedo y la risa, como la excelentísima Abbott y Costello contra los fantasmas, de Charles Barton que, cuando la vi de niño, me hizo pasar un miedo terrible, superando la dimensión cómica que tenía la cinta. Aquí, los tres personajes van superando una suerte de pruebas, a cual más inocente y divertida, para descubrir, finalmente, quién hay detrás de tantas amenazas para que la heredera no entre en posesión de la herencia y la venda a… y aquí sí que he de poner los puntos suspensivos *antichafadura (permítamonos el neologismo castizo frente a spoiler) para que los futuros espectadores de esta entretenida comedia no me acusen de arruinarles el secreto; de todos modos, en cuanto aparece el personaje en escena, no se ha de ser muy listo para incluir lo en la reducidísima nómina de personajes sospechosos con muchas papeletas para ser elegido. La puesta en escena es magnífica, y crítico malicioso (o no) hay que dice que la película se rodó para aprovechar los escenarios de la película de Hope. En cualquier caso, se agradece que el cartón piedra sea tan generoso en su reproducción y nos permita disfrutar de lo lindo con las peripecias del trío en el “lóbrego” castillo. En fin, que se trata de una película a medio camino entre Una noche en la ópera y El jovencito Frankestein, y pueden disfrutar d su visionado no solo los aficionados a ultranza de Lewis, como un servidor, sino cualquiera cuyo sentido del humor no ande embotado con la ristra de “cómicos” que a todas horas os castigan desde la radio o la televisión…

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