viernes, 9 de abril de 2021

«Submarine Patrol», de John Ford, un divertido ejercicio narrativo antes de «La diligencia».

 Con  guion de Faulkner, siempre es un placer descubrir nuevas y olvidadas películas de John Ford, un cineasta sin «obras menores». 

Título original: Submarine Patrol

Año: 1938

Duración: 95 min.

País: Estados Unidos

Dirección: John Ford

Guion: William Faulkner, Rian James, Don Ettlinger , Sheridan Gibney (Novela: Ray Millholland)

Música: Arthur Lange, Charles Maxwell

Fotografía: Arthur C. Miller (B&W)

Reparto: Richard Greene, Nancy Kelly, Preston Foster, George Bancroft, Slim Summerville, J. Farrell MacDonald, Warren Hymer, Douglas Fowley, Dick Hogan, Elisha Cook Jr., George E. Stone, Jack Pennick, John Carradine, Henry Armetta, Joan Valerie, Ward Bond.

 

         Siguiendo mi propósito de ver «todo» John Ford, descubro ahora esta película inmediatamente anterior a La diligencia y en cuyos títulos de crédito destaca, al menos para los aficionados a la literatura, la presencia de uno de los grandes novelistas del siglo XX junto a James Joyce: William Faulkner. Vale, sí, su trabajo de guionista era de los de pane lucrando, pero no dejaba de llevar la impronta, en mayor o menor medida, de una genialidad que no necesariamente dejaba en su casa antes de ir a su despacho de los estudios.

         Por reparto y por planteamiento, todo parece indicar que se trate de una película B o, en el historial de Ford, una «obra menor», pero a la que arranca la historia, con el guapísimo y  acaudalado Perry Townsend III enrolándose en la Armada y siendo destinado a un buque antisubmarinos (SC en inglés, sub chaser), en un buque en el que la tripulación recuerda enseguida a los soldados de  M.A.S.H., de Robert Altman y a los marineros de Operación Pacífico, de Blake Edwards; cuando advertimos eso, comenzamos a sospechar de que el axioma se cumple: en la filmografía de John Ford no hay «obras menores», aunque las pueda haber más o menos interesantes.

         La descripción de la tripulación y de la vida a bordo es realmente excepcional: una comedia con ese «toque Ford» que ya he destacado en muchas de las películas que llevo criticadas en este Ojo y en las que he visto antes de haber abierto este cuaderno de críticas. Este hombre está dotado para las narraciones corales, como lo estuvieron Berlanga o Capra, por poner dos ejemplos dispares, y su sutileza para el gag, visual o lingüístico, es uno de sus dones más apreciables.

         La historia se complica cuando un capitán de navío es destinado a ese buque para cumplir una sanción militar, asistido por cuatro marineros «profesionales», lo cual, en cuanto el represaliado sube a bordo, abre el choque entre la disciplina y la anarquía que se irá resolviendo a favor de la primera, si bien parte de ella, como el enamoramiento del millonario de la hija del capitán de un buque que formará parte de una escolta en la que también participa el suyo propio, se alargará, como una historia paralela, hasta el final de la verdadera misión suicida encomendada al destartalado buque: acabar con un submarino que está causando serios estragos en la flota aliada.

         El protagonista, Richard Greene, un actor inglés cuyo equivalente moderno sería Hugh Grant, intervino ya en Cuatro hombres y una plegaria —esta sí que lo más parecido a una posible «obra menor», aunque incluso en ella hay destellos que no aparecen jamás en muchos otros directores…—, y aquí asume un rol protagonista que le hace destacar sobradamente entre un elenco de lo mejorcito de los secundarios habituales de Ford, como Warren Hymer, J. Farrell McDonald, George Bancroft o un aquí casi irrelevante John Carradine, si bien suma a uno de los grandes característicos del cine usamericano, Henry Armetta y añade otro gran actor: Elisha Cook Jr, a quien cualquier espectador recordará en El halcón maltés, de John Huston.

Con todos estos mimbres imagino que los espectadores ya se van haciendo a la idea de que «menor», o que se dice «menor», no puede ser la película. Las películas con ambientación militar son, por otro lado, una de las especialidades de Ford, quien ha brillado en ese ámbito en el que tenía experiencia propia. Aquí la parte bélica de acción propiamente dicha se reserva, prácticamente, para el desenlace, pero no por ello deja de estar muy bien realizada. Su sentido de la guerra como un asunto virtuoso se revela cuando, tras haber hundido un submarino, uno de los soldados se pregunta si no deberían alegrarse, a lo que su interlocutor, seguido después por el resto de la tripulación, responde con un emocionado saludo militar a los caídos en combate.

Mantener la línea de comedia siguiendo los pasos del enamoramiento de los dos protagonistas, Green y Nancy Kelly, una actriz con bastante más bagaje del que le exige un papel tan reducido, supone un ejercicio casi de funambulismo, pero cuando ello involucra al «padre de la novia» en la misión secreta en la que sale el buque, pues un puñetazo del yerno al que iba a saludar y colmar de bendiciones lo deja K.O en la cubierta del navío, advertimos el buen hacer de un guion que sabe conjugar ambas líneas narrativas, para disfrute de los espectadores.

Sigo ignorando el crédito que me pueden haber granjeado las más de mil películas criticadas que conforman el censo de este Ojo cosmológico, pero si alguien quiere pasar una hora y media la mar de entretenido en el mar de estos aspirantes a héroes, enrólense en la visión de Submarine Patrol, que ignoro si se llegó a estrenar en España, la verdad. La tienen en YouTube.

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