viernes, 11 de septiembre de 2015

Entre Mean Streets y Reservoir Dogs, con un toquecillo Torrente: “Two Hands”, de Gregor Jordan


                    

Two Hands: Un tonto con suerte en un thriller de ambiente casposo o el excelente humor negro australiano.

Título original:  Two Hands
Año: 1999
Duración: 92 min.
País:  Australia
Director: Gregor Jordan
Guión: Gregor Jordan
Música: Cezary Skubiszewski
Fotografía: Malcolm McCulloch
Reparto: Heath Ledger, Bryan Brown, Rose Byrne, Susie Porter, Steven Vidler, David Field, Salvatore Coco

            Aunque pasó sin pena ni gloria en 2001, cuando fue estrenada en España, he tenido la suerte de rescatar esta excelente película en mi particular videoteca de segunda mano, donde supongo que aún me aguardan no pocos tesoros. Según y cómo, el cine australiano casi podría considerarse exótico, a juzgar por cómo llegan sus producciones por cuentagotas a nuestras pantallas, si llegan. La fama del actor, Heath Ledger, sin duda, junto con la reconocida de Bryan Brown gracias a una película de supuesta serie B, F/X Efectos mortales (1986) cuya dignidad ya quisiera muchas de la serie A, me empujó a comprarla, junto con la lectura del resumen argumental. Y no me ha decepcionado lo más mínimo. Que la visión real te confirme la visión imaginaria, la intuición, siempre alegra a cualquiera, y a un crítico más. A partir de un comienzo que es homenaje al Harvey Keitel de Mean Streets (1973), Two Hands se convierte en una película trepidante y divertidísima a partir de una anécdota simple. Un boxeador y portero de sala porno aspira a trabajar para el mafioso local. Cuando éste le da el primer trabajo, entregar 10.000 dólares, el joven pardillo acaba perdiéndolos, es decir, se los acaban robando, y, a partir de entonces, se inicia la “caza del hombre” por parte de los mafiosos y la búsqueda de una solución, en forma de un atraco rocambolesco que se acabará convirtiendo en una de las mejores bazas de la película, por parte del delincuente inexperto. Si a eso le añadimos una súbita e inocente historia de amor del protagonista, un jovencísimo Ledger que representa a la perfección el papel de pardillo honesto, incapaz de matar una mosca, excepto que lo haga con los puños, dada su dedicación al boxeo en sus ratos libres, y un toque de ficción escatológica a través de la actuación del espíritu del hermano de Ledger, asesinado por el mafioso para el que trabaja, se nos presenta una historia con un guion perfectamente ajustado que nos lleva de una situación a otra encadenando historias periféricas a través de casualidades muy bien escogidas que resuelven impecablemente la compleja trama argumental. Nada queda al azar en la historia. Ninguna trama resulta ajena al conflicto central, y los diferentes episodios se van sucediendo milimétricamente para acercarnos a un final no por esperado menos satisfactorio y desternillante.
         Si hay algo en la película que la haga especialmente recomendable es el sentido del humor no solo en las situaciones, sin que lleguen al gag,   aunque alguno hay, y excelente, como el autodesnucamiento accidental del atracador, en el golpe en el que Ledger colabora para recuperar los 10.000 dólares para devolvérselos al mafioso, por ejemplo, sino, sobre todo, en la descripción de ambientes y personajes. El mundo del hampa de baja estofa y el de los desarraigados, unido al de los subempleados y los vecinos de barrios marginales permite una galería de personajes que completa a la perfección un “mundo singular”. Capítulo aparte merece la línea argumental de la banda mafiosa, con un jefe y unos esbirros que parecen inspirados en los Dalton del cómic Lucky Luke. Ahí, manteniendo un perfecto equilibrio entre la crueldad y el disparate absurdo, la película gana muchísimos enteros y reconforta al espectador.

         A mí me ha parecido una obra dignísima y divertidísima, que merecería una revisión urgente o una primera visión, como ha sido mi caso. La publicidad la relacionaba con Pulp Fiction o Kill Bill, pero el aire sainetero que adquiere a veces el retrato de las situaciones y los personajes  la acerca más a la comedia que a los modelos referenciados. Incluso cabría alguna lejana relación con el primer Torrente de Segura… El rato agradable está servido y, en la cinefilia, nada es más sabroso que aquello de lo que ni te puedes imaginar a qué sabe. No quiero dejar de llamar la atención sobre un inicio que recuerda el magnífico de Isla mínima, que se resuelve en una presentación de tipo moral con aire chespiriano a través del fantasma redivivo del hermano del protagonista.

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