Choca que a una
década de los cien años de la muerte de Unamuno aún se vivan con virulencia,
dialéctica, ¡afortunadamente!, hechos lamentables e incluso trágicos de nuestra
historia reciente. El género documental exige el rigor histórico y no admite
las hipótesis de la ficción.
Título original: Palabras para un fin del mundo
Año: 2020
Duración: 93 min.
País: España
Dirección: Manuel Menchón
Guion: Manuel Menchón
Música: Ivan Palomares
Fotografía: Javier Calvo
(B&W)
Reparto: Documental,
(intervenciones de: José Sacristán, Marián Álvarez, Antonio de la Torre, Víctor
Clavijo, Andrés Gertrudix).
Hace mucho
tiempo que el género del documental es capaz de congregar grandes audiencias en
torno a sus obras, como lo ha demostrado recientemente Michael Moore, entre
otros, en su vertiente más popular. Se refugia más en la televisión, soporte
para el que parece producto idóneo, pero, como en el caso de La sal de la
Tierra, de Wim Wenders, también
exige la pantalla grande. En tiempos de pandemia se ha borrado esa distinción
espacial y hoy todo pasa por la televisión de la sala de estar: estrenos de
ficción y documentos que pretenden tener rigor histórico pero que no siempre lo
consiguen.
Manuel Menchón
ha creado un documental efectista, con imágenes muy potentes, y algunas rara
vez vistas, creo, como la de Millán-Astray compartiendo tribuna con Mussolini o las del *bibliocausto español,
a imitación de la pira famosa de la Plaza de la Ópera en Berlín, donde Goebbels
protagonizó un auto de fe que tuvo repercusión universal y que mostraba inequívocamente la senda de la
barbarie por la que se adentraba su régimen político nacionalsocialista. La
sabia combinación de las imágenes para ilustrar algo que va más allá del caso
específico de Unamuno, un montaje con un ritmo sostenido a lo largo de todo el
documental, atrapa al espectador en una vívida recreación de lo que significó
el «Alzamiento» que Unamuno saludó y alentó en principio como una acción
limitada en el tiempo y en el espacio para «salvar» la República de la deriva sovietizante
y volver a celebrar elecciones en condiciones de trasparencia y legitimidad.
¡Cómo debió de pesarle al candidato al Nobel que no sucediera así! Revivimos,
como ya lo hicimos con la película de Amenábar, los hechos terribles del paraninfo
de la universidad, y enseguida el autor nos lleva a la «tesis» del documental:
que bien hubiera podido suceder que a Unamuno lo hubiera «asesinado» el falangista Bartolomé Aragonés, con quien
esa tarde de su muerte estuvo Unamuno a solas, y quien, por lo tanto, fue la última
persona en ver con vida a don Miguel.
Escritores hay
que han dedicado años de su vida a la investigación de cuanto ocurrió en torno
a la figura de Unamuno desde aquel julio del 36 hasta su muerte en la
nochevieja de ese mismo año, después de haberse enfrentado al irracionalismo
fascista de Millán-Astray en lo que supuso el enfrentamiento entre las luces de
la inteligencia y las tinieblas del fanatismo, aunque bien sabía don Miguel
que, como ya lo prescribiera Maquiavelo, solo los profetas armados triunfan… No
hace mucho vimos la película de Amenábar, con un Unamuno que en modo alguno
llegaba empáticamente como tal al menos a este espectador que escribe, ignoro
si es sentimiento común con otros, y en ella, paradójicamente, un Millán-Astray,
genialmente interpretado por Eduard Fernández, le robaba la película a Unamuno
y a Franco, pero tuve la sensación, entonces, de que Millán había sido algo
endulzado por la película. En este documental de Menchón, sin embargo,
Millán-Astray vuelve a recuperar toda su capacidad transgresora de espécimen
siniestro del totalitarismo y he de reconocer que sería la última persona en el
mundo con la que uno desearía encontrarse en un callejón sombrío una noche de
invierno… Menchón intuye, acertadamente, el filón que significa Astray y le da
un protagonismo decisivo en el documental como la antítesis del fruto perfecto
de la civilización europea que fue don Miguel de Unamuno y Jugo, un vasco
universal de quien, paradójicamente, reniegan ahora los vasquistas nacionalistas
de vía muy pero que muy estrecha.
La polémica entre esos escritores, sobre el valor y la pertinencia de las fuentes —en el documental siempre se alega el rigor de las fuentes y el carácter apodíctico de las mismas—, no cesa, máxime si tenemos en cuenta que no se ha conservado memoria fidedigna de los hechos en torno a los cuales se estructura el documental, el cual tiene otras derivadas informativas, como el *bibliocausto, menos tratadas anteriormente y que constituyen, ellas sí, una novedad. Así que vi el documental, que me pareció algo «simple», desde el punto de vista del tratamiento maniqueo de la República y el Movimiento Nacional que se alzó contra ella, una visión histórica que repite ecos de una corrección política sobre aquella época que ha acabado fraguando en una sectaria «memoria histórica» que el gobierno del PSOE y de Podemos quieren elevar a «verdad incontestable», me puse en contacto con Emilio Pascual, autor y editor de Oportet, en cuyo catálogo figura la obra de teatro representada por José Luis Gómez: Unamuno:Venceréis pero no convenceréis, y a él le debo el conocimiento de un artículo del historiador y bibliotecario Severiano Delgado en el que se ejercita en la crítica pormenorizada del supuesto valor probatorio de las pruebas que Menchón presenta como irrefragables. Este: Ramón Mercader en Salamanca o la muerte de Unamuno a martillazos con la historia, de Severiano Delgado, noviembre 18, 2020
Cualquier
documental sobre una figura tan controvertida como Unamuno, aunque sea como
este, en que se quiere convertir, como sugiere Delgado, a Aragonés en Mercader, merece la pena ser visto con atención, no solo porque las fotografías y las
filmaciones de la época nos transmiten una suerte de emoción del conocimiento,
sino porque, aunque sea con tesis temerarias, solo a través de la elucidación
de todas las hipótesis podremos acercarnos a la verdad incontestable de los
hechos.
Esa última frase, tan enfática, redonda, es un dado (seis caras) y se puede echar a rodar:
ResponderEliminarLVIDLH
VILDLH
LHDLVI
DLHLVI
IDLVLH
HLDLVI...
De momento, querido Alfredo, el resultado de todas las tiradas es el mismo: nadie sabe nada...; pero lo cierto es que tampoco importa, porque lo que allí se dilucidaba se manifestó, después, con toda crudeza, y esa sí que incontestable también, para nuestra desgracia histórica.
EliminarAsí es. En todo caso, muy interesante toda la información y sus contrates
ResponderEliminarPor completar el dossier:
ResponderEliminarhttps://www.fronterad.com/la-casa-de-unamuno-en-la-calle-bordadores-de-salamanca-y-el-misterio-de-su-muerte/?fbclid=IwAR3kmtDSF0VRnpZT8VEGgVgtpWMJ8CbmfawAOMLYaFE_mWtcVLir2iUHxPo
Muchas gracias, Alfredo. Hay, en ese documento, una foto del despacho de don Miguel que hago eternamente mía... Lo siento como si allí mismo, salvando todas las distancias, estuviera yo mismo escribiendo, aunque sea capaz, porque así me lo ha exigido la vida, de escribir en cualquier parte y sin escenario ni protocolo alguno... Un abrazo.
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