Si ni la música «media» entre palestinos e israelíes, ¿qué apaciguará su odio secular?
Título original: Crescendo
Año: 2019
Duración: 102 min.
País: Alemania
Dirección: Dror Zahavi
Guion: Dror Zahavi, Johannes Rotter, Stephen Glantz, Markus Rosenmüller
Música: Martin Stock
Fotografía: Gero Steffen
Reparto: Peter Simonischek,
Daniel Donskoy, Sabrina Amali, Mehdi Meskar, Bibiana Beglau, Götz Otto.
De buenas
intenciones está empedrado el infierno, aseguró Samuel Johnson, insigne
lexicógrafo y ensayista inglés, pero, a veces, un cine cargado de buenas
intenciones significa un tímido paso hacia un nuevo enfoque de las relaciones
entre palestinos e israelíes que acabe con el fanatismo y el odio secular en
nombre del que tantos hablan, más que en el suyo propio, porque sus vidas, en
un momento dado, pueden encontrarse y ser vividas desde bases diferentes de las
tradicionales del odio a muerte, el terrorismo y la agresión indiscriminada
bajo el paraguas de la defensa propia. Cuando todos tienen tantas razones y
memorias históricas, uno tiende a pensar que la verdaderamente ausente en el
conflicto es la razón ilustrada, universal e indiscutible, si es que alguna vez
ha existido más allá de los libros y el pensamiento individual.
Que una
película no rehúya el enfrentamiento entre ambas comunidades y, al tiempo,
explore los caminos individuales que se les abren a los miembros de ambos
pueblos tiene, per se, un mérito indiscutible. Y eso ha de reconocérsele a Dror
Zahavi, autor, al parecer, de otra película con cierta fama, y premiada, que no he
podido ver: For my Father, que abunda en el enfrentamiento alrededor del
cual se articula Crescendo.
Una
internacional de la ayuda humanitaria se embarca en el proyecto de crear una joven
orquesta formada por árabes e israelíes. Para ese fin, la encargada de
gestionarlo se dirige a un reconocido director de orquesta cuyos antecedentes
no cree él que sean los más adecuados para hacerse cargo del mismo. Se revelan
más adelante, cuando, avanzada la trama, llega el momento de las confidencias y
desde qué situación emocional se ha embarcado cada cual en ese proyecto.
La película
preserva un fondo objetivo que nos muestra ambos lados con absoluta propiedad,
lo cual se agradece, porque no se trata de un cine propagandístico, sino de
ensayar una tercera vía que permita superar el eterno conflicto, si es que hay
alguna solución que complazca a ambas partes. El anuncio de que en Tel-Aviv se
celebrará una audición para seleccionar a los aspirantes a formar parte del
proyecto desata la legítima ambición de los intérpretes de música clásica que ven
en el proyecto una manera de realizarse musicalmente, y quién sabe si también
profesionalmente. Desde el mismo momento de la realización de esas audiciones
se produce el primer choque: el director hace las pruebas a ciegas, escuchando
únicamente la habilidad de los intérpretes, no su origen. La fundación, sin
embargo, poco menos que «exige» la paridad. Seleccionar la calidad es
irrenunciable para el director, porque de lo que se trata es de que la orquesta
suene lo mejor posible. Esa apuesta debe de chocar lo suyo a los pedagogos de
la socialización que obvian el conocimiento y la excelencia, pero, como en la
prueba del algodón, «el oído no engaña».
Finalmente, sin
embargo, aunque en distinta proporción, se hace la selección y los jóvenes
viajan a Austria, a una mansión junto a los Alpes que suponen el mejor aislamiento
del «mundanal ruido» para no solo acoplar una improvisada orquesta, sino, sobre
todo, para «ensayar» un nuevo modo de relacionarse árabes e israelíes. Aunque
la música está presente en toda la película, esta se convierte, en tan
privilegiado lugar geográfico, poco menos que en una larga sesión de terapia
colectiva en la que el director trata de romper la barrera que separa a ambos
grupos de jóvenes. Solo una pareja mixta, llamémosla así, logra romper la
barrera, ante la incomprensión de sus compañeros, y, en el caso del joven
clarinetista, se da un caso de acoso por parte de la violinista que lleva la
voz cantante del enfrentamiento, reproduciendo el modelo materno del que, en
Palestina, abominaba, porque no podía soportar su fanatismo. Las terapias
ensayan distintas formas de vaciamiento de los sentimientos y las emociones, y
la descarga de la agresividad sin llegar a la violencia física es una terrible muestra
de las terribles y profundísimas raíces implantadas meticulosamente en cada uno
de los jóvenes que repiten agravios seculares como si de ningún modo estuviéramos
en el siglo XXI.
La película
discurre, sutilmente, por los caminos de los ensayos y de la imposible
convivencia, haciendo leves progresos en el mejor sentido de la convivencia, el
respeto e incluso ciertas tentativas de amistad, salvo el caso de la pareja de
enamorados cuyo flechazo se remonta al mismo momento en que se conocieron en la
audición, uno clarinetista, la otra intérprete de tuba. El espacio de reclusión
confiere a la historia una dimensión de «experimento» que el guion sabe explotar
muy adecuadamente. En ese contexto es en el que la historia personal del
director tiene sentido y contribuye a relativizar el enfrentamiento agresivo de
los jóvenes, porque el director es hijo de nazis que participaran en los campos
de concentración y que huyeron hacia Argentina, aunque fueron descubiertos y
fusilados, pero él quedó al cuidado de una mujer muy cerca de donde están
ensayando. De algún modo, la historia viene a decirnos que todos tenemos
heridas, agravios, quejas, traumas, y que reforzarlos con la radicalidad no nos
lleva sino a continuar sufriéndolos amargamente, tanto a nivel individual como
colectivo.
Hay algunos
sucesos de la trama que no puedo desvelar, para no chafar el desenlace, un tercio
de película lleno de momentos muy intensos, y es justo que los espectadores que
deseo tenga esta película los descubran por sí mismos. Sí, es una película de
contrastes, y el director no rehúye situaciones incómodas, difíciles, y que se
apartan de la complacencia con el sectarismo, por eso merece la pena verla,
porque nos ayuda a entender mejor una situación histórica y política más allá
de las consignas y los mantras.
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