El enfado perpetuo o cuando la espontaneidad ha desaparecido de la vida.
Título original: Cinco
lobitos
Año: 2022
Duración: 104 min.
País: España
Dirección: Alauda Ruiz de
Azúa
Guion: Alauda Ruiz de Azúa
Música: Aránzazu Calleja
Fotografía: Jon D. Domínguez
Reparto: Laia Costa, Susi
Sánchez, Ramón Barea, Mikel Bustamante, José Ramón Soroiz, Amber Williams,
Lorena López, Leire Ucha, Elena Sáenz, Asier Valdestilla García, Nerea Arriola,
Juana Lor Saras, Justi Larrinaga, Isidoro Fernández.
Amante como lo
soy del cine español, y aun a riesgo de oponerme a una corriente crítica
demasiado favorable a la película, debo decir que, sin ser una película fallida,
gracias a las sólidas interpretaciones de los veteranos actores, Susi Sánchez y
Ramón Barea, la historia ofrece no pocas carencias, lo cual la hace naufragar
en ese mar siempre tan peligroso de las buenas intenciones. Supongo que la
situación inicial, con una suerte de depresión posparto de una primeriza, a
quien asusta, sobre todo, quedar descolgada de la rueda inmisericorde del
mercado laboral, y quien, adoptada la cara del sufrimiento en las primeras
secuencias, no la va a abandonar en casi toda la película. Cierto que el
planteamiento inicial, la imposibilidad de compaginar la vida laboral y la vida
familiar, es un poderoso motor que podría haber sido desarrollado con mayor
profundidad, porque es lo que trae a mal traer a la protagonista frente a ¿quién?,
porque la indefinición de su relación con el cariñoso padre de la criatura hace
sospechar que la criatura haya sido producto de un descuido, un accidente
gomaelástico o una súbita obsesión maternal que no ha considerado, como en los
ejercicios del inglés que ella domina, los pros and cons…, si no, no se explica
la tensión de una pareja que, en apenas unas semanas, se deshace como un copo
de nieve. En fin, ya entiendo que lo que se quiere contar es la vida familiar,
el cuarteto padres, hija y nieta, y cómo la vida familiar es un «infierno»
cotidiano de paradójica frialdad, sequedad y hasta cierto desapego.
Reconozco que,
a pesar del crecimiento de la niña, me ha sido imposible percibir el paso del
tiempo en una situación estancada que no varía desde el inicio de la película
hasta el final, de tal manera que ni siquiera el recurso a la enfermedad —en
las dos últimas películas españolas vistas el cáncer es un elemento narrativo
esencial— logra hacerlo perceptible a este espectador. Diríase que la lamentable
situación matrimonial de los padres detiene el tiempo, y que la niña crece a su
aire, acaso en una narración paralela, fuera de campo… La «afrenta»
matrimonial, la aventura de la mujer con un amigo, que solo aparece un par de
veces en la narración, para irritación contenida del marido, parece haber
dominado ese mundo de frialdad glacial que se ha instalado entre los padres,
dos vascones tradicionales, por cierto, que, sin embargo, no hablan el vasco en
la familia, aunque parece que lo dominen. Digamos que la mujer es un témpano y
el marido un hombre entre excesivamente tradicional y pusilánime, pero con
estallidos de violencia verbal, y en ese ambiente se refugia la criatura que
acaba de dar a luz con una niña de la que se ha de seguir encargando ella sola,
porque su pareja o ya no aparece solo esporádicamente por casa de los suegros.
El realismo a ultranza
que persigue la realización, incluyendo retazos de la vida vecinal, se desmorona
en parte cuando advertimos que la hija ha caído en el tiempo vacío, arisco y repetido hasta la saciedad del
enfrentamiento entre sus padres, y en el que ella no puede ni siquiera mediar,
aunque lo sufre, quizás porque, sola con una criatura recién nacida, cualquier
ayuda es poca, por poca que sea, pero la sensación de seguridad que tiene la
joven la lleva a soportarlo como puede. De algún modo, la irrupción de la
enfermedad de la madre es algo así como la oportunidad de ablandarla y, ante el
peligro, desvelar el lado afectivo que constantemente ha escondido, porque el «trauma»
de la joven es precisamente ese: no haberse sentido querida, ni mimada ni abrazada…,
algo que ya se entiende, viendo la seca actitud personal de los padres,
incapaces de, si no afecto, manifestar al menos un mínimo de cortesía. En este
sentido es muy clara la secuencia de la canción vasca que le dedica el marido
en una celebración de amigos, a lo que ella responde yéndose antes que él a la
casa, lo que da pie a un áspero cruce de acusaciones.
La película
bien podría haberse llamado La memoria dolorosa, por ejemplo, porque la
vida de ese matrimonio está férreamente detenida en ese adulterio del pasado, y
así permanece hasta el final de la película. Sí, no voy a negar que la
directora ha buscado el recurso de la lágrima en supuestas escenas que,
inesperadamente en la vida del matrimonio, hacen aflorar la emotividad, pero
parecen deslices impropios, no oportunidades para la imposible reconciliación.
La
indeterminación de la familia joven, que ni se sabe si son pareja o familia o
qué, porque la presión laboral presiona a ambos con una fuerza que la
maternidad no es capaz de vencer, y menos aún la paternidad, deja un mal sabor
de boca al espectador, porque ve la situación casi tan estancada como la de la
pareja mayor, y el constante y desagradable enfado de la hija, que amenaza con
convertirse en la versión millenial de la abuela de la criatura, no
acaban de convencer a este crítico de que haya habido un buen desarrollo de ese
extremo de la historia, ¡tan importante!
La realización
se atiene estrictamente al canon realista y pretende ofrecernos un trozo de
vida fácilmente identificable. No hay experimentación ninguna y los planos se
atienen al hilo narrativo, por más que la narración sea una especie de cárcel
de motivos dinámicos que nunca hacen progresar la historia. Es cierto que Laia
Costa posee una fotogenia excepcional, y que, cuando no llora, es capaz de una
infinita ternura para con quienes jamás se la dieron antes, pero su propio
conflicto entre las exigencias laborales y la esclavitud que le supone el
cuidado de la hija, lo interpreta a la perfección. Ello, sin embargo, nos da a
entender que la historia bien podría haber recogido los flash-backs del
momento en que ella y su pareja deciden convertirse en padres, porque hubiera
enriquecido notablemente el drama familiar previo al drama familiar de la
protagonista. A lo mejor nos sorprende la autora con una precuela…
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