La vida
esperpéntica de un ser fagocitado por la pasión cinéfila: Ed Wood o la
hagiografía de un perdedor (con reparos…).
Título original: Ed Wood
Año: 1994
Duración: 124 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Tim Burton
Guion: Scott Alexander, Larry Karaszewski. Biografía sobre: Ed Wood
Música: Howard Shore
Fotografía: Stefan Czapsky (B&W)
Reparto: Johnny Depp; Martin
Landau; Patricia Arquette; Sarah Jessica Parker; Bill Murray; Lisa Marie;
Jeffrey Jones; Vincent D'Onofrio; G.D. Spradlin; Juliet Landau; Mike Starr; Brent
Hinkley; Max Casella; Clive Rosengren; Norman Alden; Leonard Termo; Ned Bellamy;
Danny Dayton; Ross Manarchy; Bill Cusack; Biff Yeager; Joseph R. Gannascoli;
Carmen Filpi; Lisa Malkiewicz; Melora Walters; Conrad Books; Don
Amendolia; Tommy Bertelsen; Reid Cruickshanks; Stanley DeSantis; Edmund L.
Shaff; Gene LeBell; Bobby Slayton; Gretchen Becker; John Rice; Catherine
Butterfield; Mary Portser; Don Hood; Frank Echols; Matthew Barry; Ralph Monaco; Anthony Russell; Tommy Bush; Gregory
Walcott; Charles C. Stevenson Jr.; Rance Howard; Vasek Simek; Hannah Eckstein; Vinny
Argiro; Patti Tippo; Ray Baker; Louis Lombardi; Jim Boyce; Ben Ryan Ganger; Ryan
Holihan; Charlie Holliday; Adam Drescher; Ric Mancini; Daniel Riordan; Mickey
Cottrell.
¡Las ganas que tenía de saldar
mis despistes carteleros! El solo hecho de levantar una biografía, ¡y nada
menos que Tim Burton!, sobre el llamado, con torpe justicia, «el peor director
del mundo» era una sólida invitación a mi curiosidad cinematográfica, pero en
aquellos tiempos de su estreno se habían de seleccionar mucho las salidas al
cine y el tiempo disponible era mínimo. En la era de las plataformas, ¡con qué
facilidad, sin embargo, se pueden saldar las deudas! Y este Ed Wood de Burton,
además, ha de figurar por derecho propio en el rango de los clásicos modernos,
porque quedará en la historia del cine como el retrato del más puro amor al
cine por parte de ambos, Wood y Burton, entre quienes se detecta una comunidad
de sentimiento y de amor al cine que los hermana a través del tiempo, y a ambos
a la otra pata del banco declarada, David Lynch y, aún no sé de su relación,
pero intuyo que también a la cuarta, a Jean-Luc Godard. Los cuatro podrían
constituir algo así como un friqui-pack de inigualable valor para el espectador
amante de los poderes taumatúrgicos del cinematógrafo, entre cuyos santos
laicos es posible que, incluso anacrónicamente, los cuatro reverencien a
Bresson. En fin, más allá de las filias de ficción, de lo que se trata es de
invitar a los espectadores amantes del cine a sumergirse en esta luminosa
biografía de un autor lo suficientemente extravagante como para que solo pueda
ser degustado pasado un tiempo que nos permita verlo desde una óptica moderna
que lo acerca, en alguna de sus películas a estéticas ahora exitosas y que se
acercan, con sus muchos mutatis mutandis a las de Lynch o Almodóvar, por
ejemplo.
Burton ha
escogido la figura de Wood para, a través de su amor absoluto al cine y todo
lo que este significa, filmar su propio homenaje al arte más propio del siglo
xx. ¡Con qué cariño incondicional es tratada la figura del amante, y
practicante en su vida íntima, del travestismo!, fenómeno al que le dedicó una
película, Glen o Glenda, sobre la que ya escribiré cuando haga la reseña
de tres interesantes películas de Wood, en la que sale, por ejemplo, la
chaquetita de angora que luce el personaje en la película de Burton. La
juventud entusiasta de Wood, su éxtasis en los rodajes, su optimismo a prueba
de fracasos, su íntimo convencimiento de que nada había en la existencia más
grande que el cine… están reflejados en la obra de Burton con una adhesión
entusiasta a esos motores vitales. No era Wood un ser que se amilanara ante
negativas o adversidades, y, en las circunstancias más terribles, porfió para
poner en pie algunas obras que, a medida que los medios disminuían, más se
acercaban al esperpento, desde luego, pero ello mismo las convierte en obras
muy dignas de ser vistas. Hay una perspectiva naíf en su persona y en su obra
que merecen todo nuestro respeto, porque, más allá de las propias capacidades
artísticas, la pasión por el arte y su intento de realizarlo siempre merecen el
mayor de los respetos.
Si tenemos en
cuenta que Burton ha escogido un reparto de auténticas campanillas: Johnny Depp,
Martin Landau, Lisa Marie, Bill Murray, etc., no puede extrañar que la película
sea tan excelente como es, y que incluso le deparara un Oscar a Martin Landau
en su estremecedora interpretación de Bela Lugosi, el Drácula por excelencia,
y cuya amistad con Wood se recrea en la película con un cariño que traspasa
cualquier otro abordaje a personaje tan maltratado por la decadencia como
Lugosi, aunque en la película no se obvia su internamiento para curarse de su
adicción a la morfina. Esa amistad con el veterano actor le permitió, por su
calidad de reclamo, rodar algunas películas y, sobre todo, La novia del
monstruo, muy pero que muy decente dentro de la serie B, no de la Z, para
friquis, en la que se quiere meter todo su cine sin mayor discriminación entre
sus aciertos y sus horrores.
Johnny Depp
corre, como Ed Wood, con el peso de la
película en la que acaso sea su mejor interpretación en la pantalla, llena de
candor, de convicción, de pasión y de desparpajo: ante nada se arredra; de todo
toma el lado positivo, y, sobre todo, intenta vivir desde la honestidad, de ahí
el hincapié que se hace en su inclinación al travestismo. Por otro lado,
rodeado de fieles que le permiten con su colaboración casi desinteresada sacar
adelante sus películas, lo vemos en medio de su «tribu» como un ser capaz de
conseguir lo que se proponga. Dentro de esa «corte» sobresale quien hace suyo
cualquier personaje, por extravagante que sea, un Bill Murray, en el papel de
un transexual que ha decidido cambiar de sexo en México, un recuerdo del tema
que impulsa la película de Wood, Glen o Glenda, que se rodó bajo el choque
popular que causó la noticia, en 1951, de la primera operación de cambio de
sexo.
La película
reproduce con una exquisita fidelidad los rodajes de Wood, hasta el más mínimo
detalle, e incluso el actor que se ha buscado para interpretar al vidente que
abre la última película de Wood que se reproduce en la película de Burton, Plan 9
del espacio exterior, Criswell, es idéntico al original, encarnado por
Jeffrey Jones. El cuidado que ha puesto Burton en recrear aquellos rodajes
hechos con cuatro cuartos en lugares infames es su elogio particular del poder
del cine, y es ciertamente hermoso el impulso poético que lo ha llevado a
retratar a un heroico apasionado de un arte que solo parece moverse con
toneladas de dinero, en vez de con esa genuina pasión de Wood, que hubiera
merecido mayor cuota de genio de la que le tocó, y de ahí el extraordinario
encuentro entre Wood y Welles, como si estuviéramos en el interior de una mónada
prodigiosa, suspendidos en lo mirífico, y que, a su manera, tanto recuerda al alter
ego de Spielberg, Fabelman, con John Ford y «el horizonte».
Nunca lamento
no haber visto las películas hermosas y magníficas cuando fueron estrenadas,
porque sé que, tarde o temprano, como ahora ha sucedido, acabo tropezándome,
para mi bien, con ellas. ¡Que tenga vida para ver cuantos tesoros me esperan…!
No hay comentarios:
Publicar un comentario