Parodia exquisita de la sesión doble del cine de barrio: ¡Bienvenidos a la magia!
Título original: Movie Movie
Año: 1978
Duración: 105 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Stanley Donen
Guion: Larry Gelbart, Sheldon Keller
Reparto: George C. Scott; Harry Hamlin; Trish Van Devere; Eli Wallach; Red
Buttons; Ann Reinking; Barry Bostwick; Art Carney; George Burns; Charles Lane.
Música: Ralph Burns
Fotografía: Bruce Surtees, Charles Rosher Jr.
Está tan logrado el «marco» de
la película, con el tráiler intermedio de lo que se verá en el inmediato
futuro, que mi Conjunta quería renunciar a ver «otra» película más, tras
haberle decepcionado la primera parte del programa doble, aunque lo mejor
estaba por venir, si bien, considerado en conjunto el objetivo cinematográfico
de Donen, hasta la primera parte se revaloriza; sobre todo porque su exquisito
blanco y negro y la puesta en escena acreditaban que la historia no podía ser
tan simple como en realidad era, con tantos tópicos diseminados en ella.
En efecto, he de advertir que nos movemos en el fértil terreno de la parodia y que, en
consecuencia, cuanto se ve en pantalla ha de ser contemplado con ese poderoso
filtro. Stanley Donen ha tenido el capricho de recrear las sesiones dobles de
los cines de barrio con dos historias ambientadas en géneros muy definidos, y
en los que los tópicos se cumplen al pie de la letra, como «exige el guion».
Uno de ellos es el mundo del boxeo y el otro el del musical, acaso la gran
especialidad del director y donde vuelca con más mimo su experiencia, sin que el
mundo de gánsteres y combates trucados del boxeo pueda decirse que haya sido
descuidado, y de ahí el blanco y negro para la primera historia pugilística y
el esplendoroso color para la comedia musical. Dynamite Hands («Manos de
dinamita») es el título de la primera película del programa; Baxter's
Beauties of 1933, el de la segunda.
Me ha llamado
la atención la ausencia de críticas tras su estreno en 1983 en España, por lo que
imagino que pasaría sin pena ni gloria, y ello mismo la convierte poco menos
que en una rareza, a la que harán bien en acercarse los aficionados, porque disfrutarán
de lo lindo con esta nostálgica y juguetona propuesta de Donen, además de con
la actuación estelar de un intérprete sobresaliente: George C. Scott, con papel
protagonista en ambas parodias.
Que Donen es
uno de los grandes directores no hay ni que recordarlo, y en este programa
doble, bienhumorado y dirigido con su notabilísima
experiencia, nos da una muestra fantástica de un género, el de la parodia, en
el que contó con dos guionistas que avalan obras no menores, Tootsie, de
Sidney Pollack y La misteriosa dama de negro, de Richard Quine, por ejemplo,
además de la celebrada serie de televisión M.A.S.H.
La película
ambientada en el boxeo tiene un comienzo espectacular: un análisis ocular tras
el que el oftalmólogo le dice a la paciente que ya se puede poner la blusa…, y,
desde ese momento, el vertiginoso carrusel de diálogos llenos de guiños e
ingenio no cesará hasta que aparezca el The End en pantalla. La película
comienza casi como El tigre de Chamberí, de Pedro Luis Ramírez, un
repartidor que tumba a un campeón de boxeo en un abrir y cerrar de ojos. Es su
hermana, que se está quedando ciega, la que ha visitado al oftalmólogo, y solo
una operación que asciende a 25.000$ puede sanarla. La escena familiar cae,
afectadamente, casi en el neorrealismo, y a partir de la tarjeta de visita que
le dio el director del gimnasio comienza una aventura deportivo-económica en la
que se cumplirán todos los pasos de las películas del género. El viejo campeón
al que le arrebata la promesa el gánster que lo hace debutar en el Madison
Square Garden, la vampiresa que lo deja boquiabierto, tras un excelente
número de baile pseudoerótico, y le hace olvidar a la joven bibliotecaria de la
que estaba enamorado, y un breve etcétera en el que se acumulan tópico tras
tópico que los actores contribuyen a encarnar con absoluta verosimilitud aun
dentro de la parodia.
El tráiler de
una película bélica que se anuncia para la siguiente semana da pie a la segunda
entrega de la sesión: un musical, la especialidad de Donen, en la que se cambia
del blanco y negro de la primera a un color radiante que, como enlazando ambas
obras, comienza también en la consulta del doctor, pero ahora se trata de un
oncólogo que le da al protagonista, un empresario de Broadway, un mes de vida.
El drama sentimental, porque, en vez de una comedia, es un drama familiar el
que sirve de hilo conductor de la escasa trama, tiene que ver con la hija a
quien mantiene el productor en un internado para señoritas, al que manda
mensualmente un cheque del que la hija, que se considera huérfana, ha ahorrado
una bonita suma, dinero que luego tendrá una función decisiva en el desarrollo
de la trama, porque toda la historia gira en torno a los ensayos de una obra
para la que incluso se consigue la música de un debutante que había sido
contratado como contable. Es muy llamativo, como puesta en escena, el cambio
del casi siniestro teatro de variedades, en penumbra, al apartamento que,
dentro de él, alberga a la estrella de las producciones de «Botines» Baxter,
caprichosa y alcohólica, aunque tenga una sirvienta contratada exclusivamente para
poner lejos de su alcance cualquier bebida espirituosa. La trama incluye los
ensayos y el propio espectáculo, junto con el romance entre la hija del
productor y el músico, y, por supuesto, la anagnórisis habitual de este tipo de
comedias sentimentales de enredo, pero de ahí no paso, porque el espectáculo visual
urdido por Donen para remedar las Gold Diggers of 1933, del gran Mervyn
LeRoy, es para regodearse en todos sus aspectos, incluido el retrozoom espectacular
con que cierra la narración.
¿Qué decir de
las dos actuaciones cómicas de quien ganó un Oscar de interpretación por Patton,
de Franklin J. Shaffner? Pues la vis cómica de Scott se manifiesta, sobre todo
en su variante histriónica del musical, como un hallazgo que sorprenderá a sus
admiradores, dado lo poco que exhibió esa vena de comediante. El papel del
productor de musicales, una suerte de dandy pasado de moda, pero elegante
y con buen gusto musical y coreográfico, capta en el acto la adhesión del espectador,
quien lo echa de menos en las pocas secuencias en las que no aparece. La
composición del personaje es un acierto excepcional de la película, y Scott
sabe insuflarle la escasa vida que le queda: «Un mes, doctor, treinta días,
dice que me queda de vida…». «Bueno, estamos en febrero…». Así, de réplica en
réplica ingeniosísimas todas ellas, llegamos a la última de la película que me
niego a revelar. Aunque no quiero dejar de recordar la de la bibliotecaria
cuando el púgil, después de su devaneo con la vampiresa, vuelve con ella y le
dice si la puede acompañar a casa: «Bueno, Nueva York es un país libre…».
Pues eso, que
disfruten del magnífico programa doble…
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