El cuarto hombre: cine negro de soberbia calidad para el debut de
un villano legendario: Lee van Cleef
Título original: Kansas
City Confidential
Año: 1952
Duración: 99 min.
País: Estados Unidos
Director: Phil
Karlson
Guión: Rowland Brown,
George Bruce, Harry Essex, Phil Karlson, John Payne (Historia: Harold R.
Greene)
Música: Paul Sawtell
Fotografía: George E.
Diskant (B&W)
Reparto: John Payne,
Preston Foster, Lee Van Cleef, Coleen Gray, Neville Brand, Jack Elam, Dona
Drake, Mario Siletti, Howard Negley, Carleton Young, Don Orlando, Ted Ryan
Phil
Karlson dirigió Las chicas del coro,
la primera película de Marilyn Monroe, quien apareció como secundaria en los
títulos de crédito, hasta que, convertida en icono, se reestreno
restituyéndole, como reclamo, el protagonismo que no tenía en ella entonces. Es
posible que, para los amantes de las curiosidades, ese dato sea el único
conocido de su filmografía, pero Karlson fue un director de películas, como la
presente, llenas del mejor cine negro norteamericano, aunque en su modalidad B,
esto es, ese “circuito” en el que la realización del “producto” en modo alguno
estaba reñida ni con la calidad formal ni con el máximo interés de las
historias contadas, e incluso llegaría a decir que permitía ciertas
innovaciones que acaso no fueran bien comprendidas, por atrevidas, en el
circuito mayoritario del gran público. Kansas City Confidential, aquí conocida como El cuarto hombre, forma junto con The Phenix
City Story una pareja de películas
que dan la talla del buen hacer de un director prolífico al que el éxito le
llegó casi al final de su carrera con una película mediocre y polémica, Pisando fuerte.
Aunque
es inevitable el eco del título en L.A.
Confidential, la presente es una película “de atraco perfecto”, que estaría
más cerca de la de Kubrick, salvando las distancias, que de la de Hanson. La trama, un atracador que recluta a
sus compinches evitando que se conozcan entre ellos mediante el uso de máscaras
y la promesa de reparto del botín pasado el tiempo, cuando se haya medio
olvidado el suceso, es tópica, pero el desarrollo de la misma se ajusta como un
guante a los criterios de exigencia que le planteamos al cine negro para ser
considerado como tal. No son pocos esos requisitos, pero uno de ellos,
importantísimo, y en Kansas City
Confidential se logra de lleno, es la aparición de personajes típicos del
hampa que confieren a la trama una veracidad que nos permite seguirla con
verdadero interés. Dos de ellos, el “clásico” Jack Elam y el debutante Lee Van
Cleef que, con el tiempo, acabaría convirtiéndose en uno de los mejores
villanos del cine, sobre todo a raíz de la trilogía de Segio Leone, son, a mi
parecer, lo mejor de la película, sobre todo la aparición estelar de Van Cleef,
un rostro fotogénico y unas “maneras” de gran villano espectaculares. Junto a
esas presencias, la del protagonista, John Payne, de limitados registros
interpretativos, casi queda eclipsada, aunque se desenvuelve con suficiente
entidad como para no desequilibrar en exceso el reparto. La película juega,
además de con la trama del atraco, con la del falso culpable, puesto que los
atracadores escogen una camioneta de reparto como la que el protagonista usa
cada día para detenerse al lado del furgón blindado que recoge el dinero del
banco, objetivo del atraco. Si se añade la condición de expresidiario del
protagonista y la necesidad de reivindicar su reinserción en la sociedad, puede
intuirse que estamos ante una película podríamos decir “canónica” del cine
negro. Que el protagonista logre usurpar la identidad de uno de los atracadores
y se presente en el hotel donde se les cita para proceder al reparto, donde
acaba enamorándose de la hija del organizador del atraco, un expolicía, añade
un giro a la trama que tendrá un desenlace sorprendente y que, por supuesto, no
revelaré. La puesta en escena, hasta el tramo final, es decir, todo lo relativo
al reclutamiento de la banda y al propio atraco no decepcionará a los fieles
aficionados al género. El blanco y negro preceptivo permite conseguir esa
atmósfera de cine noir que no desmerece de las cumbres del género. Se trata,
pues, de una película más que recomendable y que se ve con agrado e interés, y
que confiere a su creador, Phil Karlson un lugar bastante más alto en la
estimación crítica del que ha disfrutado hasta ahora.
La segunda mujer: Hitchcock en esbozo: una excelente trama de
intriga de James V. Kern. Una película digna de ser recuperada para el gran
público.
Título original: The
Second Woman
Año: 1950
Duración: 91 min.
País: Estados Unidos
Director: James V.
Kern
Guión: Mort Briskin,
Robert Smith
Música: Joseph Nussbaum
Fotografía: Hal Mohr
(B&N)
Reparto: Robert Young,
John Sutton, Florence Bates, Jean Rogers, Henry O´Neill, Raymond Largay,
Shirley Ballard
Cantante,
compositor y director, Kern se especializó en la dirección de episodios de
series televisivas, aunque realizó algunas películas, todas ellas de serie B,
entre las que La segunda mujer
destaca con valores propios y regala al espectador una trama hitchcokiana en la
que ni siquiera faltan elementos de puesta en escena que anticipan, en cierta
forma, otros que, como la mansión de La muerte en los talones, hecha al estilo
de Frank Lloyd Wright, quien hizo imposible su cooperación en la película al
exigir un 10% de la taquilla de la película. El encargado de “recrear” el
inconfundible estilo de Lloyd fue el arquitecto y decorador Robert F. Boyle. En La
segunda mujer, el protagonista es curiosamente un arquitecto que ha
diseñado su fabulosa casa sobre un acantilado en la zona de Big Sur, en
California, para la mujer con quien se iba a casar, la hija de su jefe, hasta
que esta fallece en un accidente de coche del que el padre le hace responsable.
Después de un encuentro en el tren con una vecina suya, que parece presagiar algunas
escenas de la famosísima Strangers on a
train, del propio Hitchcock, por lo que esta película tiene todas las
papeletas para haber sido vista con algo más que interés por el cineasta
británico, dadas las relaciones que vamos señalando, se produce un proceso de
acercamiento y enamoramiento de ella, quien no deja de sorprenderse por los
súbitos cambios de comportamiento de su extraño vecino, quien puede pasar de la
mayor de las cortesías a la más absoluta rudeza de trato en cuestión de
minutos. A lo largo de la película, al arquitecto le van sucediendo ciertos
percances que, enmascarados bajo la “mala suerte”, despiertan, sin embargo, el
afán investigador de la coprotagonista, quien, a espaldas de su vecino, que la
ha avisado de que no se meta en sus asuntos, los de él, decide investigar el
origen de tan extraños sucesos. La intriga está exquisitamente conseguida hasta
el final de la película, en el que se explica todo sin dejar ningún cabo suelto
y con absoluta coherencia. En el proceso de investigación se siguen dos vías
paralelas, cada uno de los recién enamorados, que, al final, acaban
convergiendo en la explicación que incluso sorprende al arquitecto. Todo ello,
ya digo, con una puesta en escena que se beneficia enormemente del fantástico
espacio arquitectónico en el que la acción se recrea hasta que se produce el
incendio, aparentemente fortuito, del mismo. Hasta a las propias ruinas del
incendio le saca Kern un rendimiento fílmico excelente. Robert Young no es
actor de mi predilección, por su tosquedad proverbial, pero he de reconocer que
sabe “hacerse” con su papel y cumple a la perfección con el cometido que se le
encomienda: rodear de un halo misterioso todos y cada uno de sus actos. De
hecho, la presencia de un médico que aventura un probable padecimiento
psicológico por parte del arquitecto complica la trama de una manera también
muy hitchcockiana, con esas falsos malos que tanto abundan en su cine. O sea,
que se trata de una película excelente, muy digna de ser vista y que les hará
pasar a los espectadores un rato magnífico. A pesar de las comparaciones que he
ido haciendo, hay un abismo entre las grandes obras de sir Alfred y esta Segunda mujer, sin duda, pero no es
menos cierto que se adelanta a algunas de las secuencias y puestas en escena de sus mejores películas.
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