domingo, 2 de septiembre de 2018

«Hunted», de Charles Crichton: ¡Bendito hallazgo !



Dirk Bogarde y Jon Whiteley o la extraña pareja en una película conmovedora e inquietante: Hunted, o los fugitivos del desamor…

Título original: Hunted
Año: 1952
Duración: 84 min.
País: Reino Unido
Dirección: Charles Crichton
Guion: Michael McCarthy, Jack Whittingham
Música: Hubert Clifford
Fotografía: Eric Cross (B&W)
Reparto: Dirk Bogarde,  Kay Walsh,  Elizabeth Sellars,  Geoffrey Keen,  Frederick Piper, Jane Aird,  Julian Somers,  Jon Whiteley,  Jack Stewart,  Douglas Blackwell, Leonard White.

Me he cerciorado de que se puede adquirir en vídeo, porque me temo que esta película jamás ha sido estrenada en España, y si tenemos que esperar a que la pasen por la TV pública o que la rescate la Filmoteca, vamos listos. Y, sin embargo, estamos ante un peliculón excepcional con una capacidad de mantener en vilo a los espectadores y lanzar unas cargas de profundidad sobre el maltrato a los niños que rara vez pueden verse con tanta efectividad y afectividad como en esta película de Charles Crichton, cineasta del que me he vuelto absolutamente adicto. Ni una suya he visto de la que pueda decir que me ha decepcionado. Antes al contrario, cada  nueva película suya que veo, más se agranda su figura como cineasta excepcional, a la altura de Reed, de Lean, de Richardson, de Schlesinger, Mackendrick y de tantos otros mucho más reconocidos que él. ¡Caray, qué peliculón se ha marcado Crichton en esta historia “pequeña” llena de emoción, de suspense y de crítica social! El arranque, un niño desharrapado y sucio corriendo por la calle con un osito de peluche en la mano,  inicia una aventura que enseguida va a sumarse a la del personaje representado por Dirk Bogarde, Lloyd, un marinero que, de vuelta a casa, ha matado al amante de su mujer. En cuanto el niño descubre el cadáver que hay junto al marinero, en un edificio en ruinas -la acción transcurre en la posguerra y son muchos aún los edificios devastados por los bombardeos sobre la capital británica-, el marinero se lo lleva para evitar complicaciones y se inicia, en ese momento, una relación cuyo futuro ignora por completo el marinero y, por supuesto, los espectadores. En cuanto entra la policía en juego, tras la denuncia de los padres adoptivos de la desaparición de la criatura, la historia se irá desvelando, fragmento a fragmento ante nuestros ojos sorprendidos y progresivamente indignados…, porque en el “apego” de la criatura al fugitivo se esconde la terrible realidad de que él mismo, el pequeño -un increíble Jon Whiteley lleno de dulzura, desamparo y ternura- es también un fugitivo que huye del escarmiento que le espera por haber prendido fuego a una cortina con la intención de quemar la casa de la que ha huido a la carrera con su peluche. La presencia del niño, a quien Lloyd, llegado cierto momento, quiere dar esquinazo sin poder hacerlo -¡increíble escena, la del chiquillo subido al puente para lanzarse, como lo hace,  a uno de los vagones del tren en el que el marinero pretende huir de la policía y del niño-, condiciona de tal manera la huida del marinero que aquella decisión suya de arrojarse al mismo tren en el que este huía acabará dándole una vuelta de tuerca espectacular a la huida hacia Escocia, a la casa del hermano del protagonista, donde se encuentra lo que nunca creyó que podría encontrarse, y quede dicho que la descripción de los escoceses no es, se mire como se mire, la mejor que puede hacerse de ellos, aunque sea la más verosímil. Los catalanes constitucionalistas advertirán insólitas similitudes con lo que pasa por estas tierras dejadas de la mano del Gobierno Central. Con todo, Crichton dirigió una comedia muy notable y disparatada  sobre la guerra de sexos ambientada en Glasgow. El blanco y negro casi obligado entonces, estamos en 1952, consigue, tanto en los barrios pobres londinenses como en el puerto de pescadores escocés, arrancar un aire de vida realista que nos impide siempre refugiarnos en lo que podríamos llamar el lado afectivo de la huida, esto es, el estrechamiento paulatino de la relación entre Lloyd y la criatura, aunque cuando azuza a ambos el cansancio y el hambre, el marinero tiene algunos arranques de ira que, por suerte, no cristalizan: enseguida recupera la piedad enorme que le despierta la orfandad de chiquillo. A ese respecto, es estremecedora la parte en que se alojan, de paso hacia Escocia, en un casa de huéspedes y la “patrona”, ante la ausencia de quien ella cree que es el padre, decide bañar a la criatura y ponerle el pijama para acostarla. Lo que ve, y que Lloyd no ha visto aún, las señales en la espalda del crío de haber sido azotado cruelmente, llevan a la mujer a sospechar de quién sea quien, a la mañana siguiente, acaba presentándose en la primera página del periódico, lo que provoca una secuencia de tensión extraordinaria que resuelve huyendo a la carrera, para atravesar las montañas camino de la casa del hermano. No son pocas las películas de huidas, y esta de Crichton recuerda mucho, en su planteamiento a la de Clint Eastwood, Un mundo perfecto, también sobre la huida de un fugado de la prisión que se lleva como rehén a un niño de 8 años -7 tiene el de Hunted-, pero hay algo en la de Crichton, por la situación peculiar del niño: dado en adopción y ser objeto de malos tratos por sus padres adoptivos, que nos lleva al final que nos lleva. Por el camino, esta road movie sin coche; una road a campo traviesa, podríamos improvisar, nos irá descubriendo no solo la fragilidad psicológica del marino engañado y su necesidad implícita de venganza, por un lado, y de afecto, por otro, sino la extraña conjunción perfecta de dos destinos tan disímiles como el del adulto y el del niño: dos seres antagónicos que acaban forjando unos lazos afectivos que logran conectar con las más profundas emociones de los espectadores, y sin ser una película lacrimógena, por la ambigüedad que se va manteniendo en la huida hasta el final, a cargo del marino, no es menos cierto que resulta imposible no empatizar con el doble desvalimiento de la criatura y de su protector. La secuencia impresionante del cuento que le pide el niño que le cuente antes de dormirse merece un lugar en las antologías de las secuencias memorables del séptimo arte, desde luego. Sí, sí, lo sé, estoy absolutamente predispuesto hacia Crichton y quizás no sea, en este caso, el crítico más fiable, pero si quieren vivir una odisea hacia ninguna parte…emocionante, vean Hunted, cuyas actuaciones principales, la de Dick Bogarde y la de Jon Whiteley, son de las que se te imprimen en la memoria, como la de Spencer Tracy y  Freddie Bartholomew en Capitanes intrépidos. La tienen, como vengo diciendo desde hace varias críticas en Filmin, y merece absolutamente la pena pagar los 6 € por ver ni que fueran las últimas tres que he criticado en este Ojo. Pero hay más, se lo aseguro…

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