domingo, 9 de diciembre de 2018

«En la playa de Chesil», de Dominic Cooke, o la anatomía de la frigidez.



Una versión discutible de una novela triste: En la playa de Chesil o la aversión al sexo de una mujer víctima, se insinúa, del abuso paternal.

Título original: On Chesil Beach
Año: 2017
Duración: 110 min.
País: Reino Unido
Dirección: Dominic Cooke
Guion: Ian McEwan (Novela: Ian McEwan)
Música: Dan Jones
Fotografía: Sean Bobbitt
Reparto: Saoirse Ronan,  Billy Howle,  Emily Watson,  Anne-Marie Duff,  Samuel West, Adrian Scarborough,  Bebe Cave,  David Olawale Ayinde,  Philip Labey, Christopher Bowen,  Ty Hurley,  Bernardo Santos,  Christian Wolf-La'Moy, Oliver Johnstone,  Mike Ray,  Jonjo O'Neill,  Simon North,  Claire Ashton.


Las primeras imágenes de En la playa de Chesil recuerdan el espectacular inicio de La Isla Mínima, pero a escala, un paisaje bellísimo, pero frío; una belleza desoladora, por la ausencia de vida que solo aparece, al final, cuando el zoom se acerca a las diminutas manchas negras en el paisaje que resultan ser los recién casados de quienes se nos va a contar una historia tristísima magníficamente interpretada por los dos protagonistas, en auténtico estado de gracia: Saoirse Ronan, a quien ya admiramos en su maravillosa interpretación como  protagonista conmovedora  de Lady Bird, de Greta Gerwig, criticada en este Ojo,  y Billy Howle, a quien veo por vez primera. Dos jóvenes muy distintos, ella músico y él aspirante a historiador, se enamoran y, tras un noviazgo con frustrados avances sexuales que no parecen ensombrecer la relación, acaban casándose, muy jóvenes, y aún sin oficio ni beneficio, razón por la cual el padre, además de dotarlos con 20.000£, ofrece un trabajo al joven como viajante de su empresa. La película alterna el presente de la noche de bodas en el hotel de Basil Beach y los flash backs pertinentes para explicarnos no solo su historia de amor, sino la individual de cada uno de los miembros de la pareja, con vidas de muy diferente naturaleza.  A través de ellos, y siempre a propósito de lo que sucede en la habitación del hotel donde ambos jóvenes intentan consumar, sin suerte, su matrimonio, vamos teniendo conocimiento de la difícil relación erótica que han tenido siempre. Lo que ignora el flamante marido es que la aversión al contacto físico que sufre ella, una auténtica fobia sexual minuciosamente descrita en la novela, tiene su origen, aunque en la película lo veamos fugazmente y se nos insinúe más que crípticamente, en los abusos de su padre, un empresario de éxito casado con una mujer escritora, filósofa, más dedicada a sus menesteres intelectuales, parece también insinuarse, que a los materiales. De hecho, la insensibilidad materna hacia los estudios de su hija, violinista, a quien le pide que se abstenga de ejercitarse en casa cuando ella tiene una reunión de trabajo, confirman ese retrato de insinuada negligencia respecto de sus obligaciones maritales. Estamos en presencia, pues, de un caso patológico de aversión al sexo, por un lado, y, por otro, ante el retrato sociológico de una determinada manera, castrante, de encarar las relaciones sexuales en tiempos anteriores a la revolución juvenil que encarnará la nueva generación de mediados y finales de los 60. Aunque la historia transcurre en Gran Bretaña, poca diferencia encuentro entre los planteamientos represivos y conservadores que conocí en mi juventud en la España franquista o, en épocas anteriors, en novelas como La tía Tula, llevada al cine magistralmente por Miguel Picazo. Después de verla, con ninguna otra película española podría compararla sino con El buen amor, de Francisco Regueiro,que me parece incluso superior, fílmicamente a este debut de Dominic Cooke. No muy lejos le anda Nueve cartas a Berta, de Patino, pero ahí la política y la historia dejan una impronta demasiado marcada; no obstante, el drama sexual del protagonista, me conmovió profundamente cuando la vi. La joven pareja no es insensible a la situación política, desde luego, y de hecho, cuando aún no se conocen, coinciden ambos en las manifestaciones en Piccadilly Circus contra el armamento atómico, pero la presencia del contexto histórico, excepción hecha de la alusión al antisemitismo, que provoca una reacción colérica y violenta por parte del protagonista, no pasa de la categoría de marco casi insignificante. Lo importante es la descripción terrible de una situación erótica en la que se suman nada menos que dos inexperiencias y una fobia. ¡Qué podía salir bien en ese encuentro casi surrealista, al estilo del del paraguas y la máquina de coser en la mesa de disección…! Esa noche de bodas que acaba en separación a la mañana siguiente pudiera creerse que es algo excepcional, pero a poco que se escarbe en la memoria de los allegados y conocidos, siempre vamos a encontrar alguna historia semejante. Lo que sí sorprende, desde la católica y represiva España es que la historia transcurra en Inglaterra, pero hay en la sociedad británica una tradición tan conflictiva con el sexo, probablemente por la influencia nefasta de la percepción religiosa de lo que ha de ser la vida sexual “sana”, e incluso “devota”, que en modo alguno nos extraña una historia tan triste y ridícula como la que verá el espectador. Porque sí, hay un mucho de tragedia ridícula en la inexperiencia de ambos jóvenes. Algún crítico de la novela se atrevía a hablar del “humor” de la novela, pero enseguida advertimos que, tanto en la novela como en la película, lo que prima es la aversión a los humores, a los fluidos corporales. Aunque el autor se ha encargado de la adaptación y firma el guion, he de advertir al espectador de que lo que verá será una versión de la novela, sobre todo en la parte del desenlace, que se aparta totalmente de la novela, y nos entrega una especie de final melodramático que roza el ridículo, pero allá quienes así lo decidieron. A mi entender es como un borrón imperdonable en una exquisita página caligráfica cinematográfica, y aunque hay otras “libertades”, como la impactante desnudez, algo forzada, de la madre del protagonista, que padece una severa lesión cerebral, producto de un traumático percance, la puesta en escena, los primeros planos, el pulso narrativo y una espléndida fotografía cálida del cinematografista habitual de Steve McQueen, Shame y 12 años de esclavitud, otorgan a la película un estatus de ópera prima archinotable. Ya hemos reseñado la interpretación notabilísima de la pareja protagonista, pero, como suele suceder en las cinematografías consolidadas, no hay secundario que no esté a la altura de los protagonistas, y de ahí la sensación de película redonda con que saldrán los espectadores de este prometedor debut de Dominic Cooke.


8 comentarios:

  1. Una película que tuvo para mí dos momentos muy distintos. La primera que se me hizo lenta y plomiza hasta llegar al encuentro en su habitacion en que se manifiesta su incompatibilidad sexual. Era necesaria esta preparación, no obstante. Y luego el momento en que estalla el conflicto ya irreversible y la discusión en la playa de Chesil que los llevará por caminos divergentes definitivamente. Esta parte me resultó apasionante y me dejò un regusto espléndido. Para mí una de las mejores películas que he visto este año y que muestra lo cinematográficas que son las novelas de Ian McEvan, al que mencionas solo de pasada en la parte técnica. No obstante, te haría una observación sobre tus críticas. Te dejas llevar por el ansia explicativa, devorado por la pasión, y desvelas la mayoría de las veces el hilo argumental, salvo algún pequeño detalle al final. Yo no leo tus críticas sobre películas actuales hasta que las he visto, así que no me arriesgaría a leer una crítica tuya antes de verla por el fuerte contenido en spoilers que haces. Queda poco por saber tras leer tus magníficos análisis.

    Otra película que me entusiasmó es The Ridder, un prodigio. Estuvo poco tiempo en cartelera. Si la viste, espero ansiosamente ver tu crítica que ahora puedo leerla tranquilamente.

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    1. El jinete me pasó desapercibida, pero confieso que no soy adicto a los "estrenos", salvo alguno al que no tengo más remedio que ir por exigencia de Ataraxia Magazine, que me pide que haga críticas de pelis en cartelera, no solo clásicos rebuscados y olvidados que nadie ve ya, aunque estén muy bien. Reconozco lo que dices de arruinarles a los espectadores las sorpresas de la trama, pero intento refrenarme. Hay películas, no obstante, que se ven exactamente igual aunque se conozcan demasiados pormenores de la trama. Otras, sin embargo, trato de ir con cuidado, si hay algún giro de guion que lo cambia todo y que conviene ignorar antes de ir a verla. En el fondo, acaso me dirijo a quienes, como tu haces, ya han visto la película y busco más la complicidad o el desacuerdo que, propiamente, "incitar" a ver esta o aquella, que es la labor propia de los diarios, excepto que sea infumable, que es cuando ya te lo chafan todo porque están convencidos de que no vas a ir a verla. En fin, no es fácil contentar a todos, etá claro..., pero ahí ando, currándomelo para que así sea. McEwan ha alterado profundamente la novela, en su tramo final, no acabo de entender por qué, y deja muy en la ambigüedad las relaciones de la protagonista con su padre, incluso en la novela: nunca estás seguro de nada respeto del alcance del inequívoco abuso que ha sufrido la chiquilla y que, en rigor freudiano, está en la base de una fobia al sexo tan tremenda. De ahí la incongruencia de la "feliz casada y con hijos" que se nos ofrece al final.

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    2. A mi me ha descolocado muchobel hecho del matrimonio con tres hijos tras lo que había pasado antes

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  2. Es curioso, he buscado comentarios de las dudas que flotan en mi cabeza tras ver la película, y sin haber leído el libro. Para mí hay tres cosas que no he visto comentadas, solo aquí, una de ellas, la de los posibles abusos paternos, pero nadie habla de las acusaciones de frigidez que tan rápidamente le lanza el marido sin analizar sus propios actos, torpes y nada propicios para un primer encuentro, posiblemente, a mi modo de ver ella no era frígida, pero era el único papel que le otorgaron. Y se hizo creíble. Lo que desencadenó ese acto fue por un lado los posibles abusos y por otro la incompetencia sexual de su recién estrenado marido que no tenía la mínima idea de cómo satisfacer realmente a una mujer, sólo a él mismo. Obviamente por desconocimiento.
    Como tercer dato diría que la niña que llega a la tienda de discos buscando un regalo para su madre, era calcadita a ella... Con lo cual el argumento daría un giro. Un buen amante habría cambiado quizá el desenlace.
    Pero como te decía anteriormente, no he visto comentados estos aspectos en los sitios en los que he buscado opiniones al respecto.
    Viendo las fechas me doy cuenta de que he visto la peli con mucho tiempo de retraso. Gracias por el espacio y el tiempo que he reclamado para estas líneas.

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  3. Advierto, pues, que coincidimos en que buena parte del "fracaso" de esa tristísima relación se debe a la inexperiencia de ambos esposos, lo cual está en la base de muchísimos "desencuentros" que ha habido en otras tantas noches de boda que pueden catalogarse propiamente como el inicio del fin de una relación. La novela es tan fría como la propia situación y deja claro que la ignorancia sexual acaba teniendo una importancia decisiva en las vidas de las personas, condicionándolas de forma incuso traumática. No, no es fácil "entenderse" sexualmente más allá del amor romántico, desde luego...

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    1. la base de muchos desencuentros son los prejuicios sociales. Que dictan lo que se espera de una pareja casada, y especialmente de la mujer. Como que ella ha de llegar al orgasmo solo con la penetración

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  4. lamento decirte que en tu comentario hay un gran prejucio machista. El prejuicio social de que el hombre ha de saber satisfacer a la mujer, ha llenado y sigue llenando las consultas de psicología.

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    1. Vaya, jamás hubiera pensado que saber cómo satisfacer la sexualidad de una mujer, distinta de la del hombre, fuera un prejuicio "machista". Me quedo de piedra pómez... Supongo que saber cómo satisfacer la sexualidad de un hombre debe de ser, en justa correspondencia un prejuicio "feminista", ¿no? Es mundo complejo, sin duda, el de la sexualidad, pero conocer y practicar lo que provoca el placer, en ambas direcciones, ¿de qué modo puede ser eso un "prejuicio"? No lo entiendo.

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