miércoles, 24 de marzo de 2021

«Réquiem por un sueño», de Darren Aronofsky o el descenso al infierno.

 


Los sueños, las drogas y la alienación: el cóctel deletéreo… 

Título original: Requiem for a Dream

Año: 2000

Duración: 102 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Darren Aronofsky

Guion: Darren Aronofsky, Hubert Selby Jr. (Novela: Hubert Selby Jr. )

Música: Clint Mansell

Fotografía: Matthew Libatique

Reparto: Jared Leto, Jennifer Connelly, Ellen Burstyn, Marlon Wayans, Christopher McDonald, Louise Lasser, Marcia Jean Kurtz, Janet Sarno, Suzanne Shepherd, Dylan Baker, Keith David, Peter Maloney.

 

         Ahora que de todo hace 20 años, y para según qué edades, 40, visito de nuevo esa terrible sala del infierno de las drogas y la alienación que describió Aronofsky con una caligrafía de vanguardia para la más terrible y antigua de las condenas: la adicción. Pi me deslumbró por lo que tenía de poesía de la obsesión; pero Réquiem por un sueño me clavó en el asiento del mismo modo que lo ha vuelto a hacer 20 años después. De hecho, cuando me senté a verla lo hice porque creí que no la había visto en su momento, pero en cuanto la madre se escondió de su hijo mientras este le robaba el televisor para venderlo, de modo que pudiera comprar su dosis de heroína, me llegó, como las olas de calor de julio, la ola de horror que he vuelto a contemplar con el mismo horror y la misma compasión para con sus protagonistas, especialmente para con la madre, la figura más trágica de todas. De hecho, hoy como entonces, he recordado la temporada en que mis propios padres consumían, a principios de los 60, unas píldoras para adelgazar, Maxibamato, que eran purita anfetamina, como las que la madre del joven drogadicto y aspirante a camello al por mayor consume para lograr meterse en el traje rojo que marca su plenitud vital, de modo que pueda ir como invitada al concurso de televisión del que es espectadora adicta hasta la alienación. Ayer, además, en El País, ¡ya es casualidad!, se anunciaba la inminente aparición de una traducción de cuentos del autor del relato, Hubert Selby Jr., quien, por problemas de tuberculosis y otras complicaciones acabó él mismo convertido en un drogadicto para evitar los terribles dolores de su enfermedad.

         La película cuenta una historia desgarradora de degradación individual por el consumo de drogas, pero lo hace con una técnica de filmación que genera un ritmo sincopado de planos que producen el mismo vértigo en los protagonistas que en los espectadores. La elipsis se erige como fundamento narrativo de la película y son relativamente pocos los momentos de narración realista que nos permiten sosegarnos y seguir un relato en el que esos momentos son algo así como el paraíso que los protagonistas van perdiendo: los momentos de esperanza que serán conmutados por el degradado presente que los irá alcanzando a todos de un modo brutal e inhumano, porque lo que todos pierden es su propia dignidad, al devenir un mero homúnculo que necesita la droga para subsistir, aunque en ese camino lo pierdan todo.

Ellen Burstyn tiene una actuación descomunal, en un papel de madre y televidente que no puede evitar, ¡con consejo médico!, caer en la adicción a las anfetaminas, algo que detecta el hijo en una visita en que le anuncia que le ha regalado un nuevo televisor, cuando advierte que se muestra hiperactiva y que le castañetean los dientes. Su dieta de adelgazamiento deviene una específica película de terror en la totalidad del relato, y en ella el frigorífico acaba adquiriendo una personalidad propia e inquietante que, gracias, al montaje de las secuencias, consigue un efecto terrorífico en la mente alienada de la madre. En este sentido, la película de Aronofsky consigue momentos de una intensidad especial y acierta de llena en la plasmación visual del infierno en que los protagonistas acaban cayendo, uno tras otro: la madre, el hijo, su novia y el amigo de ambos y socio en el tráfico. Hay otra película que, hasta la visión de la presente, me había parecido una de las aproximaciones más escalofriantes al mundo de la droga: Pánico en Needle Park, de  Jerry Schatzberg, con dos actores en estado de gracia: Al Pacino y Kitty Winn, pero he de reconocer que la presente no tiene nada que envidiarle. Las imágenes de degradación humana de los cuatro protagonistas son escalofriantes y se requiere un buen estómago para verlas sin alterarse o sin que sintamos, como en el caso de Funny Games, de Haneke, ambas, la necesidad de salir de la sala para evitarnos el horror.

La coartada de Aronofsky es el excelente trabajo de puesta en escena y de dirección de actores, además de algunas escenas hiperrealistas, como las de los electrochoques a la madre o la gangrena del brazo acribillado a pinchazos del hijo que nos ponen en el límite de lo que podemos aceptar como espectadores. De todos modos, nada que la propia realidad de ciertos vídeos de YouTube sobre la teratología no nos haya permitido ver casi de un modo natural.

Como en toda película que exhibe un proceso de degradación, está claro que el ritmo como progrese es determinante para lograr un clímax final que no apabulle a los espectadores. En este sentido, está claro que la figura metafórica escogida por el director para ponerle un desenlace poético a la trama nos supone una cierta relajación y una suerte de Viaje a la semilla que ya hemos visto en otros textos y películas. Pero el trayecto hasta ese final es acongojante y doloroso, pero realísimo. Todos tenemos cerca casos similares, y, aunque aquí están llevados al extremo, Aronofsky se las ingenia para, con un ágil encadenado de planos sintéticos, ahorrarnos la repetición doliente de las miserias humanas que nos describe.

Cuando ya acababa de verla, pasó por delante mi hija y, al ver lo que veía, solo me dijo una cosa: “¡Uf, a mí me traumó!” Lo cierto es que renuncié a preguntarle a qué edad la vio, pero está claro que como choque pedagógico para desmitificar las drogas esta película no tiene precio…

2 comentarios:

  1. El climax de la película es uno de los más intensos que he visto. La caída en desgracia de los protagonistas mostrada de una forma muy cruda. Saludos. Aquí nuevo lector de tu espacio

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    1. Gracias. Aquí va a encontrar, como en botica, de todo, porque el cine es todo un universo en sí mismo, y cabe desde este "Réquiem" hasta la crueldad casi metafísica de "Mouchette", de Bresson. Sí, también somos lo que vemos.

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