viernes, 9 de julio de 2021

«El intruso», de Roger Corman o una joya del cine político olvidada.

 

¡Pero cómo es posible que El intruso no sea considerada una de las mejores películas antirracistas jamás rodadas!

 

Título original:  The Intruder 

Año: 1962

Duración: 84 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Roger Corman

Guion: Charles Beaumont. Novela: Charles Beaumont

Música: Herman Stein

Fotografía: Taylor Byars (B&W)

Reparto: William Shatner, Frank Maxwell, Beverly Lunsford, Robert Emhardt, Leo Gordon, Charles Barnes, Charles Beaumont, Katherine Smith, Bo Dodd, William F. Nolan.

 

        

                     Acabo de terminar de ver El intruso, de Roger Corman y, a pesar de estar atareado en la recensión de Vida privada, de Sagarra, y en mis propios asuntos, no he podido por menos que dejarlo todo y plantarme en este  Ojo con esa exclamada pregunta que urge una respuesta de la legión de críticos profesionales que han pasado por alto una verdadera joya cinematográfica como es esta película del todoterreno Roger Corman, una institución en sí mismo del Séptimo Arte, como le fue reconocido con el Oscar honorífico a su contribución.

La película fue un fracaso de taquilla, pero recordemos que estamos en 1962, cuando se inicia con fuerza el Movimiento por los Derechos Civiles de los negros, sobre todo en el sur del país. Desde que se inicia la película, siguiendo la entrada de un autobús que entra en una ciudad sureña al ritmo de una música de la que se podría decir que hasta tiene contenido narrativo en sus notas, con un pasajero atildadísimo, con gafas de sol que llega a la ciudad y se hospeda en un hotel en el que acaba siendo compañero de piso de una pareja no muy bien avenida que acabará teniendo una importancia decisiva en la trama., el espectador intuye que en esas secuencias está el germen de una gran película, a fuerza de modestia y de excelente planificación, porque buena parte de la obra transcurre en exteriores, lo que abarata notablemente el presupuesto, algo en lo que era especialista Roger Corman: sacar petróleo golpeando con una varita en la roca. Ese intruso,  que responde al  nombre de Adam Cramer, es, además,  nada menos que William Shatner, quien, cuatro años después, se convertiría en el famoso capitán Kirk de Star Trek. Aquí, decididamente, da el papel de agitador racista con una propiedad absoluta, y la trama lo convierte no solo en seductor de masas escasamente ilustradas y fervorosamente racistas, sino en seductor de jovencitas y maduras en ardiente celo, un papel que borda Jeanne Cooper en una escena desbordante de pasión que pasa de los cuerpos abrazados de la pareja adúltera a su reflejo en penumbra en la superficie oscura de un espejo, un detalle de dirección que, como muchos otros a lo largo de la película, le confieren a la película un estatus artístico que va mucho más allá del virtuoso contenido de la tesis antisegregacionista de la película.

         Lo excelente de la película, que transcurre el primer día en que los jóvenes negros van a incorporarse, de acuerdo con la ley, a las High Schools públicas, frente a la resistencia activa de los blancos racistas, es que nos muestra el problema desde la complejidad del mismo, no desde la tranquilizadora dicotomía del bien y del mal con que se suele despachar este tipo de asuntos en los que los límites del bien y del mal están tan nítidamente perfilados. El director del diario local, por ejemplo, está convencido de la bondad de la ley de integración, y ello le acaba costando la pérdida de un ojo y casi la propia vida, por la paliza que las turbas agitadas por «el intruso», promotor del Ku-Klux-Klan, le infligen. Su mujer, sin embargo, no es partidaria de la integración, sin considerarse particularmente «racista» por ello. La hija piensa como la madre y tendrá un papel importantísimo en ese último tramo de la película, cuando nos acercamos a la posibilidad del linchamiento de uno de los alumnos por la supuesta agresión sexual de que ella es víctima.

         Con extras locales contratados para la película, cuyos rostros componen un auténtico retrato de lo que peyorativamente conocemos como «la América profunda», la película de Corman describe a la perfección a los personajes principales de la trama y capta el ritmo vital de esas pequeñas comunidades en la que los negros viven en las afueras, segregados, alejados de los blancos. Son dos las películas antirracistas que llevan al gran público el tema: Sargento negro, de John Ford y Matar a un ruiseñor, de Robert Mulligan. Lo que me extraña sobremanera es que El intruso no sea la tercera pata de la banqueta, porque está a la altura de ambas y con ellas se codea de igual a igual, y aun con un toque de intensidad realista que acongoja al espectador, como el famoso discurso del activista kukluxklanero ¡que tanto recuerda en todo momento a los que hemos oído en boca de los activistas del prusés en Cataluña durante diez años!

         Que conste que, de alguna localidad donde filmaron, el equipo de Corman hubo de salir por piernas, acusados todos de «comunistas», algo, en el sur, casi peor que ser defensor de la integración racial. Con todo, Corman consigue filmar una historia perfectamente trabada y coherente, basada en la novela de uno de los actores, Charles Beaumont, autor también del guion. A pesar de la violencia implícita en la historia, no se trata de una película que explote el lado sensacionalista de lo sanguinario, aunque hay muertes, en efecto e intento de linchamiento, como es de rigor donde la ley de Lynch acabó siendo eso mismo: «ley». El desfile del Ku-Klux-Klan, con el incendio de la cruz, contemplada después desde la ventana de la habitación del hotel donde el seductor de masas seduce a la mujer del viajante de comercio, quien al principio de la película se nos muestra como un salvaje que abusa de su mujer y que tendrá una secuencia espectacular con el «intruso», está realizado de un modo tan austero como eficaz. Corman sabía conseguir efectos de película de gran presupuesto con muy poquito, y eso, a los partidarios del teatro pobre de Grotowsky siempre nos parece un valor añadido.

         En fin, si alguien quiere acercarse a los primeros momentos de lo que fue aquella lucha aún no acabada en pro de los derechos civiles de los negros en Usamérica, hará muy bien en acercarse a esta auténtica joya olvidada que merece una revisión crítica urgente. El desdichado Corman, intentó reflotarla comercialmente, cambiándole el título hasta dos veces más, pero bajo el original, The Intruder, consiguió una obra clásica, por la dirección, la impecable estructura del guion y unas interpretaciones de muchos quilates. ¡No se la pierdan! La tienen en versión original en YouTube.

 

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