miércoles, 29 de septiembre de 2021

«Perversión en las aulas» y «La noche cae sobre Manhattan», de Sidney Lumet y de muy buen ver…

 

Título: Child's Play

Año: 1972

Duración: 100 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Sidney Lumet

Guion: Leon Prochnik. Novela: Robert Marasco

Música: Michael Small

Fotografía: Gerald Hirschfeld

Reparto: James Mason, Robert Preston, Beau Bridges, Ronald Weyand, Charles White, David Rounds.

 

 







Título original: Night Falls on Manhattan

Año: 1996

Duración: 108 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Sidney Lumet

Guion: Sidney Lumet. Novela: Robert Daley

Música: Mark Isham

Fotografía: David Watkin

Reparto: Andy García, Richard Dreyfuss, Ian Holm, Lena Olin, James Gandolfini, Ron Leibman, Colm Feore, Paul Guilfoyle.

 

 Dos calas diacrónicas en un autor siempre comprometido con el cine social…

        

                  Quizás la prueba del algodón de la calidad de una película es que, a pesar de haberla visto, si se te ocurre ponerla de nuevo para recordar un poco algo de la trama, no vaya a ser que en realidad no la hayas visto, te quedas enganchado a la pantalla hasta que acaba. Eso nos ha pasado con la que sabíamos que habíamos visto, La noche cae sobre Manhattan, justo después de ver otra, Perversión en las aulas, esta sí que inédita, cuyo título original Child’s play, «Juego de niños», le quita algo de morbo y le devuelve un sentido más acorde con el contenido de la misma, a medio camino entre el terror psicológico y el paranormal.

         Adaptación de una obra de teatro, las películas de internado tienen siempre algo de morboso, acaso de escabroso, porque hay siempre unas fuerzas ocultas que dominan la acción y cuya responsabilidad nunca sabemos a quién adjudicar. Se trata, claro, de crear indicios fehacientes que acusen a un personaje para acabar llevándonos la «sorpresa» de que, tragedia de por medio, la fuente del «mal» es otro. Eso sucede aquí, un colegio al que llega un antiguo alumno del mismo, convertido en profesor de Educación Física y admirador de un brillante y seductor profesor de Inglés. El colegio es religioso y son pocos los profesores seglares. El nuevo profesor llega justo cuando se están produciendo varios episodios de violencia entre los alumnos que tienen desconcertados al Director y a los profesores. Lo desconcertante del caso es que ninguno de los agredidos acepta denunciar a los agresores, y se van sumando agresiones que llevan incluso a la pérdida de algún órgano. Súmese todo ello a ciertas rivalidades entre profesores, especialmente entre el de Inglés y el de Latín, una excelente interpretación, la mejor de la película, de James Mason, y ahí tenemos al recién llegado poco menos que entre dos fuegos, sin saber a qué atenerse, sobre todo después de haber tenido una revelación que poco menos que lo trastorna: los alumnos heridos buscaban el daño con ahínco, con adhesión… No diré mucho más, porque estas películas con intriga exigen el respeto a los futuros espectadores; pero sí diré que Lumet rodó una alegoría del Fascismo, y ya verán, quienes se acerquen a Filmin a verla, el porqué. También cabría añadir que a algunos puede sorprenderles la actuación del joven Beau Bridges, y pensar que es poco menos que su debut, pero cuando rodó esta película tenía un bagaje fílmico detrás con el que pocos podrían rivalizar. Es un punto débil de la película la estética y la ambientación como de los viejos Estudio 1 de RTVE, lo que al espectador actual le puede distanciar no poco, pero la narración de Lumet, aun siendo toda prácticamente en interiores es impecable y mantiene un ritmo francamente interesante.

         De La noche cae sobre Manhattan cabe decir que fue un éxito de púbico en su momento, y ahí está un Andy García aupándose al primer plano del estrellato por méritos propios, aunque flaquee en alguna secuencia dramática, pero muy superficialmente. De lo que no me acordaba y me ha llamado mucho la atención es del aspecto escogido por el director para la realización de la película, el formato 1:85.1, que nos ofrece una pantalla aparentemente casi cuadrada, lo que crea una incómoda sensación psicológica de excesiva cercanía entre los protagonistas, como si no pudieran «mantener las distancias» y se vieran obligados a compartir el espacio del plano en el que no caben ambos o caben cómodamente si de una escena amorosa se trata, pues gana en intimidad compartida. Por otro lado, ese formato, ignoro por qué, parece inducir a colocar la cámara no tanto al nivel de los personajes como ligeramente por debajo, lo que, con mucha frecuencia, casi se confunde con  un contrapicado. En todo caso, la inmediatez de los actores en la pantalla le da a la película una humanidad y una intimidad que nos acerca a la peripecia conflictiva que afecta sobre todo al protagonista, pero no solo a él.

         La película narra el ascenso de un Fiscal de Distrito que ha de acusar al traficante de drogas que casi asesina a su propio padre, policía. Por un azar de la enfermedad del candidato a ese puesto en las inmediatas elecciones, el hijo ejemplar del policía, después de conseguir que el traficante sea condenado, es nombrado candidato por el Alcalde, quien también opta a la reelección. El abogado del traficante es Richard Dreyfuss, quien le da al Fiscal una réplica acorde con su reconocida calidad interpretativa. En un papel menor, como compañero de patrulla del padre del protagonista, vemos a James Gandolfini, el célebre Tony Soprano, y ahí sí que hemos de descubrirnos ante una interpretación tan soberbia que palidecen, a su lado,  las de sus compañeros de reparto. Encarna, además, a un policía corrupto a quien el hijo de su compañero acaba descubriendo, porque, por otro de esos azares, se encuentra en el río el cuerpo de un policía desaparecido y entran en acción los de Asuntos Internos, lo cual va a poner al nuevo Fiscal ante no pocos desafíos de todo tipo: familiar, personal y profesional. Y ahí o dejo, por si alguien tiene la suerte de no haberla visto. La película sigue de cerca el desarrollo de un caso real, y Lumet, muy ducho en revelar los entresijos corruptos del poder, proporciona a su relato una verosimilitud absoluta.

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