Buscando en el
baúl de los recuerdos no tenidos… aparece esta estupenda comedia ligera e
inteligente de nítida campaña navideña, ¡una alternativa de serie entre A y B a
las cintas tradicionales de estas fechas!
Título: The Cheaters.
Año: 1945
Duración: 83 minutos
País: Estados Unidos
Direcciçon: Joseph Kane
Guion: Frances Hyland y Albert Ray
Música: Walter Scharf.
Fotografía: Reggie Lanning
Reparto: Joseph Schildkraut. Billie Burke. Eugene Pallette. Ona Munson. Raymond
Walburn. Ann Gillis. Ruth Terry. Robert Livingston. David Holt. Robert Greig.
Vaya por delante que Joseph Kane
es un maestro del western popular, es decir, uno de los muchos artesanos de la
gran fábrica de los sueños de Hollywood; pero, de repente, como quien dice, se
pone el traje de los domingos de las películas con cierta enjundia y nos ofrece
una versión del Plácido de Berlanga que se adelanta mucho al iconoclasta
director levantino. Dentro del cine usamericano hay antecedentes de películas
que toman a los millonarios o las clases muy pudientes como protagonistas,
sobre todo para hacer comedias tan fantásticas como Historias de Filadelfia
o Una chica afortunada, de Mithell Leisen que, por un despiste, creí que
había criticado en este Ojo y resulta que no lo he hecho. Ni que decir
tiene que será mi próxima crítica, porque Easy Living, en el original,
es una de las comedias más divertidas que pueden verse en estos días festivos
que se acercan.
Una acaudalada
familia que está en serios apuros financieros por el gasto excesivo de todos
sus miembros, aguarda con expectación la lectura del testamento de un familiar
rico que podría dejarles cinco millones de dólares. Cuando les llega la noticia,
se enteran de que le ha dejado todo su dinero a una actriz que conoció tiempo
atrás. De todo ello se entera, inadvertidamente para la familia, el huésped que
mantienen en casa para pasar las Navidades con ellos: un pobre de solemnidad
acogido a una sociedad benéfica que los «coloca» entre la gente rica como «la
buena acción» de moda, y ello porque una de las hijas, prometida a un rico
heredero, sabe que la madre de este ha practicado esa acogida. El «pobre de
solemnidad» resulta ser un viejo actor de cierto prestigio que se dio a la
bebida y que está dispuesto a pasear su fina estampa y maneras aristocráticas
entre quienes lo acojan, aunque sea por caridad. Una vez que el veterano actor
se entera del destino del dinero, enseguida propone un plan que no puede
fallar: encontrar a la actriz, persuadirla de que es una lejana pariente de la
familia e invitarla a pasar con ellos la Navidad en una finca rural, mal
acondicionada, con la finalidad de que los encargados de encontrarla no lo
hagan, para poder quedarse con los cinco millones de la herencia. Como se
advierte, el humor negro funciona a la perfección y el reparto contribuye lo
suyo a la efectividad de la situación narrativa, porque desde Eugene Pallet, el
padre, un eterno secundario que alcanza en esta película los laureles del
protagonismo hasta Joseph Schildkraut, que interpretó el papel del padre en la
película famosa sobre Ana Frank, El diario de Ana Frank, de George
Stevens, hasta Ona Munson, espléndida en su papel de actriz con dificultades
económicas que desprecia sus suspicacias sobre su lejana relación con tal
familia, pasando por el sempiterno mayordomo del cine, Robert Greig, con
papeles extraordinarios en Los viajes de Sullivan, de Preston Sturges o en
la arriba mencionada Una chica afortunada, de Mitchell Leisen. Todo ello
permite hablar de la película como de una película de serie A, si bien, para el
gran público no cabe duda de que faltan en ella los grandes nombres del estrellato
hollywoodiense, lo que la convierte, casi automáticamente en una magnífica
película de serie B. Con todo, la excelente revisión dramática que hace el
actor acogido del cuento de Dickens sobre el misántropo Ebenezer Scrooge tiene
una fuera inconfundible, del mismo modo que, hasta ese momento, su capacidad
para engañar tanto a la familia como a la familiar «descubierta» corre pareja
con su magnifica habilidad teatral para el engaño, la seducción y la
caracterización, como lo prueba u rígida disciplina para mantener una
distinguida cojera tan falsa como la historia creada para «desvalijar» a la
talludita y arruinada actriz de la herencia que le ha dejado un viejo amante,
no queda claro si de su persona, de su arte o de ambas cosas, pero tampoco
importa mucho saberlo.
La película
progresa, no olvidemos que se llama The cheaters, los timadores, los
tramposos, en la doble vía de la unión del actor y la familia, pero también, con
creciente intensidad, en la de la amistad y hasta el enamoramiento entre el
actor y la actriz engañada.
Cualquier
atrevimiento por mi parte sobre la trama arruinaría buena parte de sus
secretos, por lo que prefiero dejar a los espectadores con la intriga sobre cómo
progresa la película y cuál es su excelente desenlace. Recordemos que el
contexto de la historia es el de la celebración de la Navidad y ni siquiera
falta una escena algo postiza de un trineo con niños que cantan frente a la
vivienda, pidiendo el aguinaldo, una hermosa versión del clásico «Noche de paz».
A pesar de ese contexto, nada hay ni de empalagoso ni de sentimentaloide en
esta magnífica película a la que se asiste con el asentimiento constante, dada
la calidad de las actuaciones y la solidez de una trama, acaso excesivamente
teatral, pero, no por ello, menos eficaz. No diré que pueda competir con ¡Qué
bello es vivir!, de Frank Capra, por
descontado, pero sí que se erige en una serie competidora como película
adecuada para estas fiestas religioso-paganas, sobre todo por lo que tiene de
sorpresa y novedad.
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