domingo, 19 de diciembre de 2021

«The Cheaters», de Joseph Kane, una magnífica comedia, ¡ay!, navideña…


Buscando en el baúl de los recuerdos no tenidos… aparece esta estupenda comedia ligera e inteligente de nítida campaña navideña, ¡una alternativa de serie entre A y B a las cintas tradicionales de estas fechas!

 

Título: The Cheaters.

Año: 1945

Duración: 83 minutos

País: Estados Unidos

Direcciçon: Joseph Kane

Guion:  Frances Hyland  y Albert Ray

Música: Walter Scharf.

Fotografía:  Reggie Lanning

Reparto: Joseph Schildkraut. Billie Burke. Eugene Pallette. Ona Munson. Raymond Walburn. Ann Gillis. Ruth Terry. Robert Livingston. David Holt. Robert Greig.

 

         Vaya por delante que Joseph Kane es un maestro del western popular, es decir, uno de los muchos artesanos de la gran fábrica de los sueños de Hollywood; pero, de repente, como quien dice, se pone el traje de los domingos de las películas con cierta enjundia y nos ofrece una versión del Plácido de Berlanga que se adelanta mucho al iconoclasta director levantino. Dentro del cine usamericano hay antecedentes de películas que toman a los millonarios o las clases muy pudientes como protagonistas, sobre todo para hacer comedias tan fantásticas como Historias de Filadelfia o Una chica afortunada, de Mithell Leisen que, por un despiste, creí que había criticado en este Ojo y resulta que no lo he hecho. Ni que decir tiene que será mi próxima crítica, porque Easy Living, en el original, es una de las comedias más divertidas que pueden verse en estos días festivos que se acercan.

         Una acaudalada familia que está en serios apuros financieros por el gasto excesivo de todos sus miembros, aguarda con expectación la lectura del testamento de un familiar rico que podría dejarles cinco millones de dólares. Cuando les llega la noticia, se enteran de que le ha dejado todo su dinero a una actriz que conoció tiempo atrás. De todo ello se entera, inadvertidamente para la familia, el huésped que mantienen en casa para pasar las Navidades con ellos: un pobre de solemnidad acogido a una sociedad benéfica que los «coloca» entre la gente rica como «la buena acción» de moda, y ello porque una de las hijas, prometida a un rico heredero, sabe que la madre de este ha practicado esa acogida. El «pobre de solemnidad» resulta ser un viejo actor de cierto prestigio que se dio a la bebida y que está dispuesto a pasear su fina estampa y maneras aristocráticas entre quienes lo acojan, aunque sea por caridad. Una vez que el veterano actor se entera del destino del dinero, enseguida propone un plan que no puede fallar: encontrar a la actriz, persuadirla de que es una lejana pariente de la familia e invitarla a pasar con ellos la Navidad en una finca rural, mal acondicionada, con la finalidad de que los encargados de encontrarla no lo hagan, para poder quedarse con los cinco millones de la herencia. Como se advierte, el humor negro funciona a la perfección y el reparto contribuye lo suyo a la efectividad de la situación narrativa, porque desde Eugene Pallet, el padre, un eterno secundario que alcanza en esta película los laureles del protagonismo hasta Joseph Schildkraut, que interpretó el papel del padre en la película famosa sobre Ana Frank, El diario de Ana Frank, de George Stevens, hasta Ona Munson, espléndida en su papel de actriz con dificultades económicas que desprecia sus suspicacias sobre su lejana relación con tal familia, pasando por el sempiterno mayordomo del cine, Robert Greig, con papeles extraordinarios en Los viajes de Sullivan, de Preston Sturges o en la arriba mencionada Una chica afortunada, de Mitchell Leisen. Todo ello permite hablar de la película como de una película de serie A, si bien, para el gran público no cabe duda de que faltan en ella los grandes nombres del estrellato hollywoodiense, lo que la convierte, casi automáticamente en una magnífica película de serie B. Con todo, la excelente revisión dramática que hace el actor acogido del cuento de Dickens sobre el misántropo Ebenezer Scrooge tiene una fuera inconfundible, del mismo modo que, hasta ese momento, su capacidad para engañar tanto a la familia como a la familiar «descubierta» corre pareja con su magnifica habilidad teatral para el engaño, la seducción y la caracterización, como lo prueba u rígida disciplina para mantener una distinguida cojera tan falsa como la historia creada para «desvalijar» a la talludita y arruinada actriz de la herencia que le ha dejado un viejo amante, no queda claro si de su persona, de su arte o de ambas cosas, pero tampoco importa mucho saberlo.

         La película progresa, no olvidemos que se llama The cheaters, los timadores, los tramposos, en la doble vía de la unión del actor y la familia, pero también, con creciente intensidad, en la de la amistad y hasta el enamoramiento entre el actor y la actriz engañada.

         Cualquier atrevimiento por mi parte sobre la trama arruinaría buena parte de sus secretos, por lo que prefiero dejar a los espectadores con la intriga sobre cómo progresa la película y cuál es su excelente desenlace. Recordemos que el contexto de la historia es el de la celebración de la Navidad y ni siquiera falta una escena algo postiza de un trineo con niños que cantan frente a la vivienda, pidiendo el aguinaldo, una hermosa versión del clásico «Noche de paz». A pesar de ese contexto, nada hay ni de empalagoso ni de sentimentaloide en esta magnífica película a la que se asiste con el asentimiento constante, dada la calidad de las actuaciones y la solidez de una trama, acaso excesivamente teatral, pero, no por ello, menos eficaz. No diré que pueda competir con ¡Qué bello es vivir!, de Frank Capra,  por descontado, pero sí que se erige en una serie competidora como película adecuada para estas fiestas religioso-paganas, sobre todo por lo que tiene de sorpresa y novedad.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario