El arte, la pasión, la fidelidad y «los otros» como misterio…
Título original: Doraibu mai
kâ
Año: 2021
Duración: 179 min.
País: Japón
Dirección: Ryûsuke Hamaguchi
Guion: Ryûsuke Hamaguchi,
Takamasa Oe. Historia: Haruki Murakami
Música: Eiko Ishibashi
Fotografía: Hidetoshi
Shinomiya
Reparto: Hidetoshi
Nishijima, Tôko Miura, Reika Kirishima, Sonia Yuan, Satoko Abe, Masaki Okada,
Perry Dizon, Ahn Hwitae.
Al parecer, no
hay película de Hamaghuchi que baje de las tres o cuatro horas, lo cual permite
acercarnos claramente al modo lento como enfoca su contemplación de los
personajes como una suerte de observación científica que no pierde detalle de
sus movimientos y sus reacciones psicológicas, tan interiores que, a menudo,
cuesta incluso distinguir cuál es su naturaleza, aunque ello forma parte de las
«sorpresas» narrativas que nos depara la historia. Me parece obvio que la
película reúne cualidades intrínsecas para haberse hecho con el preciado
galardón a una película exterior a las fronteras delimitadas por el cine
usamericano, pero no acabo de entender las razones del mismo, excepto que los
académicos que la han votado no hayan sido capaces de verla en su integridad. Y
la película lo merece, por supuesto.
La presencia de
un coche de importación en Japón, con carácter casi de personaje, habida cuenta
de su presencia constante en pantalla, un Saab 900 Turbo, de llamativo color
rojo, no deja, imagino, de ser una provocación no menor en su país, y una
singularidad fuera de él. El protagonista, un reconocido actor y director de
teatro, lo conduce con mimo y frecuencia en un espacio urbano que atraviesa con
una morosidad propia de quien ha encontrado un sabio ritmo de vida. Está casado
con una guionista de películas de televisión a quien, tras una salida en viaje
de trabajo, y después de haber vuelto por una equivocación de agenda, sorprende
en su casa con otro hombre. Inadvertido, contempla brevemente la escena antes
de desaparecer con el respeto del sigilo. Tras ello, tiene un leve accidente de
coche a resultas del cual se le detecta un glaucoma en el ojo que no le impide
conducir, excepto que empeoren los síntomas.
La película se
ha abierto con una relación marital en la que los esposos comparten un sueño
recurrente de ella, y lo hacen de un modo casi ritual, como si hubiera un significado
oculto que solo le fuera dado desentrañarlo desde el trabajo, porque la escena
del acecho sexual a la vida de un joven desconocido en la que la soñadora
irrumpe forma parte de sus propias ficciones televisivas. Cuando, en su
camerino, durante la representación de Tío Vania, su mujer va a
visitarlo en compañía de un joven actor de sus producciones, admite las
adulaciones de este, pero sospecha enseguida que está ante una de las conquistas
de su mujer, y, aunque visto de espaldas en el sofá donde la había sorprendido,
lo identificará con él, la sospecha actuará como uno de los motores de la narración.
El accidente de
él los acerca y la asistencia de ambos al funeral de su hija, fallecida muchos
años antes, permite explicar el poso de infelicidad que subyace en los
comportamientos de ambos esposos, al margen de la desilusión propia de él por
los adulterios de su mujer.
En buena medida, y dado el recurso que usa el autor en el coche, repasar el papel de Vania en una grabación hecha por su mujer con las voces de los otros personajes, algo que hace mientras conduce, la película superpone la historia del protagonista y la del personaje, por lo que asistimos a una reelaboración de la obra de Chéjov.Todo lo anterior es algo así como el largo prólogo a la película, porque jamás había visto yo que a los 46 minutos de haber comenzado apareciesen los títulos de crédito.
Llamado para
dirigir esa misma obra en un proyecto plurilingüístico en una provincia
japonesa, el actor-director acepta tras descubrir, al volver a casa después de
haber sorprendido a su mujer, que esta se ha suicidado, o eso es al menos lo
que los espectadores deducimos por lo que vemos en pantalla. Más tarde sabremos
que ha muerto por un fallo cardíaco.
Lo importante es, desde ese momento en
adelante, la «construcción» de la obra, que incluye una actriz sordomuda y
diferentes lenguas por parte de los actores y actrices, un proyecto innovador
en el que la organización le tiene reservada una «sorpresa» al director: es política
de la producción poner un chófer a disposición el director para evitar que un
accidente inesperado ponga en peligro la producción y el estreno de la obra. Durante
no poco tiempo asistiremos a los preliminares de la producción, que incluye un
casting al que se presenta el joven que su mujer le presentó en el camerino al
principio de la película y de quien él sospecha que es el amante que descubrió al
volver a su casa. La mirada del director, focalizada en ese joven actor
arrogante, violento y excelente, forma parte importante del desarrollo de la
trama, y el acercamiento entre ambos y sus confidencias parecen formar parte de
un plan perverso por parte del director.
Teniendo en cuenta la relación estrecha y
emocional que tiene el director con su coche, al que lleva conduciendo quince
años sin que haya tenido ninguna avería —¡la tradicional fiabilidad de esos
coches suecos!—, la imposición de una jovencísima conductora que no parece merecerle
excesiva confianza supone una deriva de la trama que, no siendo en apariencia
importante, acaba revelándose trascendental, porque el título no engaña: Drive
my car viene a significar, exactamente, toma las riendas de mi vida, o algo
parecido. La joven, con una historia familiar terrible, va oyendo la grabación
de la esposa del director y las respuestas de este, lo que van conformando una
suerte de autobiografía del actor. Es importante ese refrescamiento del papel para
el desenlace de la aventura teatral en la que se ve inmerso, la cual se
complica por parte del joven y prometedor actor, excesivamente temperamental.
De algún modo, el lento progreso de la trama se debe a la pluralidad de historias
que se acaban contando, todas ellas alrededor de la tragedia personal del
director, quien acaba asumiendo, en parte, el carácter pusilánime y dubitativo
de Vania.
La película, más allá de la morosidad del
ritmo narrativo, está llena de emoción, de amor al teatro y de un sorprendente trazado de los sinuosos
caminos por los que discurre, a menudo, la esperanza de felicidad de los seres
humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario