viernes, 27 de mayo de 2022

«La decisión de Alice», de Josephine Mackerras o la saludable incorrección política.

 


El maltrato machista, la prostitución y el secuestro de menores puestos en su contexto: una película densamente política o cada caso es cada caso…

 

Título original: Alice

Año: 2019

Duración: 103 min.

País: Francia

Dirección: Josephine Mackerras

Guion: Josephine Mackerras

Música: Alexander Levy

Fotografía: Mickael Delahaie

Reparto: Emilie Piponnier, David Coburn, Etienne Guillou-Kervern, Chloé Boreham, Martin Swabey, Juliette Tresanini, Christophe Favre, Rébecca Finet, Philippe de Monts.

 

         Como sucede con tantísimo cine europeo, tampoco esta película ha llegado a las pantallas y solo puede verse a través de internet o las plataformas de cine, como Filmin. Ello explica, sin duda, la ausencia de críticas habituales y las pocas que ha recibido, todas negativas, salvo una, en FilmAffinity. La seleccioné para acompañarme durante el entrenamiento en la cinta rodante y he de confesar que me ha parecido una película valiente, convincente y, sobre todo, necesaria, en este debate absurdamente moralista, que nos traído el insufrible primer gobierno de coalición de nuestra democracia, sobre el feminismo tan erróneamente entendido, al decir de las propias mujeres que lo viven desde posiciones, a menudo, antagónicas.

         El debut cinematográfico de la directora australiana Josephine Mackerras no puede ser, desde luego, más oportuno, al menos en España, donde este tipo de debates okupan (sic) el presente con una voluntad de polarización agresiva de la que nada bueno puede esperarse, porque la complejidad de ciertos asuntos no admite la simplicidad del agitprop como única respuesta. Mackerras ha optado, para su primera película, por un tema que va más allá de la polémica y se adentra, con paso firme, decidido, y acaso un pelín idealizador, todo hay que decirlo, en el mundo de las escorts de lujo, en el que la protagonista aterriza siguiendo la huella de un marido infiel que la ha dejado sin un euro y con una amenaza de desahucio sobre la casa donde vive con su hijo, comprada a partir del dinero heredado de su padre. Una vez confirmado, de un modo dramático que excede cualquier medida, y no es difícil imaginarse en el lugar de la protagonista que ha de vivir semejante pesadilla devastadora, la traición y el expolio total llevado a cabo por el marido, un literato fracasado, la protagonista acaba descubriendo las altas remuneraciones de la prostitución de lujo. De repente, en parte alentada por una escort con la que entra en contacto, lo ve como la única solución a la que puede recurrir para salir del terrible callejón sin salida en que la ha dejado el marido e ir pagando, poco a poco, os recibos del préstamos para impedir la ejecución del desahucio.

         El principal obstáculo para el desempeño de su labor, que no tiene ni días ni horas fijos, es la custodia de su hijo y las labores propias que exige una criatura pequeña: atenderlo, llevarlo a la escuela, pasar tiempo con él, etc. Ha de decirse que la madre de la protagonista se quita a la hija de encima cuando esta le propone irse con su hijo a la casa familiar, como única solución frente a la tragedia emocional y económica -¡sobre todo la segunda!- en que la ha dejado su marido. La madre insinúa, además, que si su marido se ha gastado un dineral en escorts algo tendría su hija que ver, que a lo mejor buscaba el marido fuera lo que no tenía dentro… Es decir, el súmum de la mentalidad tradicional sumisa. Una secuencia nos revela que los amigos tampoco están por la labor de ser molestados a horas extemporáneas, por ejemplo. Con ese panorama, está claro que el primum vivere se impone a cualquier otra consideración. A partir de asumir el reto, se inicia, entonces, una descripción pormenorizada de un trabajo que no por ser una versión de lujo de la prostitución popular deja de tener sus riesgos, ni su lado desagradable ni, por supuesto, el temor a encontrarse con algún psicópata. Conocemos el «sector», además, a través de la iniciación de quien no tiene ninguna experiencia al respecto y la va ganando a medida que va teniendo sus clientes. La amistad con la escort veterana que le descubrió las ventajas del oficio se consolida como un asidero vital imprescindible para la mujer, aunque…

         En esas que se presenta el marido, compungido, lloroso y muy, muy, muy pero que muy arrepentido… A pesar del tema escabroso de la película, no deja de ser un rasgo de humor que ella se aproveche de él como canguro para quedarse con su hijo mientras ha de atender a sus clientes. Lo previsible, sin embargo, acaba sucediendo: él descubre a qué se dedica y, desde ese momento, vuelve, mediante la amenaza de quedarse con la patria potestad del hijo a adquirir, de nuevo, poder sobre ella. Y todos sabemos lo que es, para una madre, ser privada de un hijo al que adora. La película discurre entonces por unos caminos de reflexión social sobre los comportamientos de hombres y mujeres que, llevados ante un tribunal, tienen un peso muy desigual. No ocurre así para los espectadores, quienes no dejamos de pensar, en cada momento de la nueva evolución de los acontecimientos, en el calvario por el que ha pasado la mujer desde que se vio en la calle, como coloquialmente se dice, «sin oficio ni beneficio», aunque ella trabaje en una oficina que no le reportan los ingresos que necesita para paralizar la expropiación de su casa.

         El regreso del marido añade, pues, una dimensión social a la película que ya antes estaba presente, sobre todo en las conversaciones de las dos escorts, a quienes une su desafío a la moral tradicional, sobre todo de sus propias familias, que las anatematizan y excluyen de su círculo. Está claro que, a pesar del realismo básico desde el que se construye la película, esta no siempre acierta a conseguir la verosimilitud necesaria, porque hay un sesgo de idealización, yo diría que inconsciente, que se decanta por la protagonista, y en ello el desenlace, aunque emocionalmente impecable, tiene no poco que ver.

         Insisto, dado el agitprop pseudofeminista que nos gobierna, esta película es una apuesta arriesgada por la incorrección política, pero una apuesta segura por el partido que toma la directora respecto de un caso concreto, puesto que coincide con la de, al menos, este espectador: cada caso es cada caso, y, poéticamente, incluso el desenlace «al margen de la ley» lo vemos como algo absolutamente aceptable y defendible.

         El debate está servido.

         Las interpretaciones, además, le confieren una intensidad realista a la historia que sobrecoge, enfurece y enciende el ánimo de los espectadores, agradecidos por que la realidad no se ajuste a la cuadrícula de algunas paraideologías dominantes.

 

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