Título original: Cut Bank
Año: 2014
Duración: 92 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Matt Shakman
Guion: Roberto Patino
Música: James Newton Howard
Fotografía: Ben Richardson
Reparto: Liam Hemsworth, Teresa Palmer, John Malkovich, Billy Bob
Thornton, Bruce Dern, Joyce R, Michael Stuhlbarg, Oliver Platt, Christian Distefano,
Sonya Salomaa, Peyton Kennedy, Ty Olsson, Chilton Crane, Holly Turner, King
Lau, Tom Carey, Aiden Longworth, Mandie Vredegoor, Marie Zydek, Kris Loranger.
Sigo pensando que quizás debería desgajar de este Ojo
todas las óperas primas que he criticado para dedicarle un blog específico a
ese momento crucial en la vida de los directores de cine, porque nunca se sabe
qué vendrá después, si una larga y fecunda carrera o el largo y serpenteante
camino del olvido. Matt Shakman ha sido durante muchos años, y aún lo es, un
director de episodios de series, y entre ellas las hay tan famosas y
espectaculares como Mad Men o Six Feet Under, y otras tan
célebres como Game of Thrones o The Good Wife. Para su
estreno en el largo ha escogido una historia de Roberto Patino, de quien he visto solo algunos momentos de Sons of
Anarchy, ¡horrorosa serie que veía mi hija!En este caso, sin embargo, ha
construido una historia con mucha miga y un gran enredo, tanto que la acción se
le vuelve laberíntica al espectador hasta que descubre el «engaño» en que todo
se basa y que salta por los aires cuando entra en acción un personaje demente
al que el resto del pequeño pueblo de Cut Bank, el más frío de Usamérica,
fronterizo con Canadá, y con poco más de 1280 almas…, daba por muerto, lo que
lleva a que cada uno con quien se tropieza en su intento de recuperar un
paquete que llevaba el repartidor de correos que ha sido asesinado se lleve una
sorpresa mayúscula.
Estamos ante
una película en la que el sheriff del pueblo parece un calco, en hombre, de la
embarazada sheriff parsimoniosa e inteligente de Fargo. De hecho, en
cuanto contempla el vídeo del asesinato del repartidor de correos, al que todo
el pueblo conoce y aprecia, ha de ir a vomitar al lavabo, por supuesto. Poco
debería decir de la trama, que se complica cuando, no demasiado avanzada la
película, ocurre el brutal asesinato del cartero y luego descubrimos que ha
sido un plan urdido por el inexpresivo joven que quiere huir del pueblo
con su novia, candidata a la reina del pueblo en el festival en el que las
inscritas han de mostrar sus habilidades. Como en el «fregado» entra un indio
mudo de la destartalada reserva próxima al pueblo, además del cartero, el
habitante demente, que es taxidermista y amigo y compañero del padre del protagonista,
quien lo cuida tras haberse quedado inválido por el ataque de una osa, adquiere
un relieve excepcional en la trama, porque su búsqueda del paquete que esperaba
lo convierte, involuntariamente, y sustituyendo al sheriff, en el investigador
privado, e interesado, que, con expeditivos métodos, se va abriendo paso hasta
conseguir su único objetivo: el paquete. No digo ni qué contiene ni para qué
es, porque ahí entra en juego un giro de guion excepcional que casi justifica
toda la historia. He de reconocer que, tras el disfraz con que aparece, me ha
sido imposible reconocer al gran actor que es Michael Stuhlbarg, a quien
debería adjudicársele el protagonismo de la película en los carteles
anunciadores de la obra, porque el soso soseras de Liam Hemsworth es
absolutamente insípido, y no creo, además, que el mero físico haya de dar para
tanto estrellato. A su lado, Bruce Dern, John Malkovich, Billy Bob Thornton y
Oliver Platt, por secundarios que sean sus papeles, excepto el de Malkovich, encarnan
la excelencia interpretativa a la que jamás llegará el atlético australiano.
Hay una potente tradición de cine usamericano que juega con lo que significa vivir en una localidad tan pequeña, tan fría y tan perdida en el mapa, que casi constituye un género, como vimos en Fargo, de los Coen, por eso no insistiré más en ese aspecto de la trama. Construir una narración sobre el sólido sustento de los tópicos siempre ayuda a seguir con paso firme los acontecimientos y a añadir los «toques» extravagantes necesarios para atrapar al espectador y hacerle creer que está viendo algo radicalmente nuevo. En este caso, claro está, la vuelta de tuerca estriba en convertir al taxidermista en el detective que resuelve la trama, al margen del policía delicado de estómago y del agente de seguros de Correos. Donde sí innova, hasta cierto punto, la película es en el desenlace, desde luego, incorrecto políticamente en grado sumo. Digamos que para que el inicio y el final se sigan con la lógica del «objetivo conseguido» se ha de haber atropellado un sinfín de pequeñas tramas que reflejan una sociedad, de acuerdo, pero también la maldición, como se dice expresamente en la película, de vivir en el pueblo más frío de Usamérica. La canción final es francamente divertida, porque acompaña los títulos de crédito con esa perspectiva gélida. Cut Bank Montana, de Han Williams Jr., «más frío que los tobillos de un pocero»…, es una joya del country, aunque toda la banda sonora, desde Van Morrison a Chopin, contribuye poderosamente a acentuar la calidad de las secuencias. Porque eso sí que ha de reconocerse: Shakman, como buen debutante, intenta dar el do de pecho en una planificación, que, más allá del ritmo narrativo, consigue planos verdaderamente espectaculares, como el de la pradera florida en cuyo fondo se desarrolla el asesinato mientras el protagonista saca bonitas «tomas» de su enamorada, a pesar de haberle confesado con notoria frialdad que está hasta las narices de su villorrio y de tener que cuidar de su padre enfermo. Todo se va enlazando para acabar urdiéndose una trama llena de costumbrismo visto críticamente y de pequeñas maldades con atroces resultados. Un autor al que se ha de seguir, desde luego.
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