sábado, 7 de enero de 2023

«The Story of Looking (A journey through our visual lives)», de Mark Cousins, crítico de cine y documentalista.



Una lúcida reflexión sobre la visión y la identidad a través de las imágenes que nos definen.

 

Título original: The Story of Looking

Año: 2021

Duración: 90 min.

País: Reino Unido

Dirección: Mark Cousins

Guion: Mark Cousins

Reparto: Mark Cousins.

 

         Descubierta al azar, justo cuando yo acabo de operarme de una catarata en el ojo derecho, The Story of Looking es un documental autobiográfico sobre el crítico de cine y documentalista Mark Cousins, quien, a su vez, reflexiona en diferentes escenarios sobre su relación con las imágenes que ha ido archivando en su memoria visual, imágenes de todo tipo, de la realidad y de la ficción cinematográfica que han contribuido, todas ellas a forjar su personalidad de cinéfilo impenitente, como ha demostrado sobradamente en una serie de documentales que recién he comenzado a ver: La historia del cine: una odisea, una serie en la que hace un repaso a la historia del Séptimo Arte con una sensibilidad y unos conocimientos que satisfarán a cualquier aficionado, sea cual sea el nivel de su afición u obsesión con el cine. Se trata, además, de una historia en la que se incluyen numerosos fragmentos de películas que forman parte de lo mejorcito de la Historia del cine, y que Mark Cousins disecciona con harto entendimiento. Voy por la tercera entrega de un total de quince, pero, si todas son como las primeras, tengo asegurado el placer para un par de semanas, porque generan adicción, poderosa adicción…

         A punto de someterse a una operación de cataratas en su ojo izquierdo, Mark Cousins reflexiona o filosofa sobre la importancia de la visión y de las imágenes que vamos almacenando en nuestro archivo visual/emocional, porque el crítico liga ambas circunstancias: no hay imagen que no cree en nosotros una emoción; no podemos ser espectadores impasibles frente a lo real, que nos marca «a fotograma y fuego», podríamos parodiar. Y de ahí sus temores. ¿Cómo quedará tras la operación? ¿Cómo se alterará, a partir de la operación, su visión de la realidad? ¿Y si pierde la visión de su ojo, cuya mácula parece estar en peligro de ser dañada? Llevado por esos temores, y después de una «galería» de imágenes espectaculares que van puntuando su relato, imágenes que, en parte, me recuerdan las que disfruto cada noche en el ordenador cuando lo apago y me salen esas fotos de Microsoft tomadas en los más maravillosos rincones del mundo.

         Mark Cousins no se ciñe, en esta ocasión, en la que él aparece casi constantemente en pantalla, buena parte desde su cama, donde holgazanea antes de enfrentarse a la operación y desde donde establece un diálogo con otros amigos a través e una pregunta formulado en Twitter sobre lo que representan para cada uno de nosotros el acto de mirar y, por supuesto, qué importancia tiene ese acto y su consecuencia: las imágenes que guardamos casi como capítulos íntimos de nuestra biografía. Esa pregunta tiene un prólogo, en el documental, muy curioso: una grabación de Ray Charles hablando acerca de su ceguera y de lo poco o nada que echa de menos ver, e incluso está seguro de que rechazaría la posibilidad de conseguirlo, excepto que se tratase de ver solo por un día, algo que le gustaría para ver a sus hijos, pero ahí se acabaría su «curiosidad». Con ese «referente», a Cousins le parece imposible la postura de Charles, porque él es su visión, y su vida se define por el hecho de ver, constantemente, de mirar, de observar, de fijar en su retina imagen tras imagen que lo atrae y que él persigue con avaricia. Nunca se está satisfecho de mirar; nunca se ha visto «todo»; permanentemente hay un reto en las imágenes que capta nuestra mirada en todas las circunstancias imaginables y con todas las luces, los decorados y los encuadres posibles.

         Aunque se alarga en exceso la pereza encamada del crítico, pues la cámara lo enfoca en primerísimo plano y eso genera una suerte de «agobio» visual en el espectador, el documentalista lo resuelve a través de la preciosa excursión narrativa a través de imágenes que nos explican el fundamento de la luz y de los colores, para lo que Cousins no se reduce exclusivamente al cine, sino que se preocupa mucho por la pintura y lo que la luz y los colores han significado en la Historia de la Pintura, tan próxima al cine, porque es un secreto a voces que los mejores directores han tenido siempre una «inspiración pictórica» de primera clase, y ahí están Los sueños, de Akira Kurosawa, por ejemplo, que no me dejarán mentir. A este respecto, la exploración del color azul y sus combinaciones con otros colores es uno de los capítulos, aunque no esté dividido el documental así, o de los momentos más hermosos de la reflexión.

         Está claro, por lo que vengo diciendo, que hay un estatismo fotográfico inevitable que, sin embargo, la propia película combate con tomas de película estáticas que , sobre todo de la naturaleza, generan una belleza de muchos quilates. Que Cousins tiene el don del encuadre, ni hace falta ponerlo de relieve, porque la sensibilidad del crítico,  atento a todos ellos en los grandes artistas del Cinematógrafo, ha sabido hacerlos suyos y ofrecérnoslos en su propia obra documental.

         No se trata de un pase de diapositivas, como algunos pueden pensar, sino de una indagación en la luz, los colores y la composición que Cousins realiza con una exquisitez digna de que apareciera en alguna película, más allá de un género, el documental, que no congrega multitudes en las salas, ciertamente. La película recoge la operación de cataratas, un detalle científico que le agradezco enormemente, porque he visto justo lo que acaban de hacerme y, ¡ebriedad de los mirones!, me hubiera gustado enormemente ser paciente y ver, al mismo tiempo, como mirón «agente» lo que me estaban haciendo. Ahora he tenido la oportunidad y me ha servido para identificarme totalmente con el crítico.

         Hay muchas personas que parecen ir ciegas por la vida, atentas solo a negocios que borran lo que las rodea. Este documental puede descubrirles ¡todo un mundo! e invitarles a relacionarse con él de una manera muy diferente, porque la mirada es siempre una mirada personal, subjetiva, y no hay dos miradas iguales, ¡afortunadamente!

         Como en las ferias, tan ligadas a la Historia del Cine, solo cabe decir: ¡Pasen y vean, señoras y señores, pasen y vean, y aprendan a ver…!

        

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