Título original: Red River
Año: 1948
Duración: 133 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Howard Hawks,
Arthur Rosson
Guion: Borden Chase, Charles
Schnee
Música: Dimitri Tiomkin
Fotografía: Russell Harlan
(B&W)
Reparto: John Wayne; Montgomery Clift; Walter Brennan; Joanne Dru; John
Ireland; Coleen Gray; Harry Carey; Noah Beery Jr.; Hank Worden; Davison Clark; Harry
Carey;
Paul Fix; Mickey Kuhn; Hal Taliaferro; Chief Yowlachie; Ray Hyke; Lee
Phelps.
Hasta en la Wikipedia recogen la
anécdota de John Ford cuando, tras ver este western de su amigo Hawks, quien
aprendió el arte del cine en el visionado de sus películas, le comentó: «Nunca
pensé que este hijo de puta supiera actuar», lo que, tras haberlo dirigido
nueve años antes en La diligencia, suena más a chiste que a sorpresa, la
verdad. Tomémosle como lo que es: un rendido tributo de admiración a un actor
del que siempre se ha destacado su tosquedad frente a otras sutilezas que aquí,
sin embargo, en un papel con profunda carga dramática, exhibe con total
convicción. Si añadimos que se trata del debut de Montgomery Clift en la
pantalla y que la tercera pata del banco es el maestro de los secundarios,
Walter Brennan, se nos redondea el inmenso homenaje al género del western y al
cine que representa esta película, la que escoge Peter Bogdanovich como última
proyección en el cine que cierra sus
puertas en su extraordinaria película The Last Picture Show.
La historia
arranca con una dureza propia de la famosa conquista del oeste: el protagonista no deja que su novia viaje
con él a las tierras que ha escogido para convertirse en ganadero y la obliga a
seguir camino hasta que él vaya a buscarla. Cuando están a una distancia
insalvable, la caravana es asaltada y masacrada por los indios. Con esa memoria
lancinante en su corazón, el protagonista ha de continuar su sueño de
convertirse en dueño de un rancho ganadero. Antes de partir, llega hasta ellos
un adolescente llevando una vaca, quien, tras una lección, al modo de nuestro
Lazarillo, pero sin puente de por medio, es admitido en el proyecto del
protagonista como futuro socio de pleno derecho cuando «se lo gane».
El derecho a la
tierra se ganaba, entonces, con la rapidez con que se desenfundaba una pistola,
como replica el protagonista a quien llega a decirle que las tierras donde
quiere instalarse son propiedad de un terrateniente, cuyos títulos de propiedad
se remontan a las concesiones del rey de España, un asunto que trató Samuel
Fuller en su segunda película: El barón de Arizona.
Las hojas de un
libro que cuentan la historia funcionan como los intertítulos de una película
muda, porque hay algo de esa épica que vimos en películas como El caballo de hierro, de Ford, y a
veces no son necesarios los diálogos para seguir los meandros de la
reconcentrada psicología del personaje de John Wayne, quien, empeñado en su
toma de decisiones sin consejo posible de cuantos lo rodean, acabará
enfrentándose a los vaqueros que ha reclutado para llevar su ganado a Missouri,
a pesar de que otra ruta más fácil les permitiría llegar a Abilene, adonde
algunos dicen que ya ha llegado el ferrocarril, aunque nadie de los presentes
lo haya vito con sus propios ojos.
La relación con
su hijo adoptivo, tan experto pistolero como el padre, va como la seda mientras
el primero se limita a asentir y a obedecer, sin llevarle la contraria; pero
llega el momento, cuando se atisba un motín general de los hombres contra su
padre, que él ha de tomar una decisión, que no es otra que escoger la ruta
hacia Abilene y abandonar a su padre con un caballo y provisiones para que
llegue a la localidad más próxima. La amenaza del padre de volver para matarlo
suena en esos espacios abiertos como un trueno mayúsculo en la más terrible
noche de tempestad. Antes, con todo, el padre ha «ejecutado» a dos traidores
que habían desertado llevándose víveres y municiones en gran cantidad, si bien
contra la opinión de su propio hijo, a quien le parece un castigo excesivo.
Ello supone la culminación de un cambio de personalidad que se verifica en el
estresado propietario de las reses que ha de conseguir llevar hasta el
ferrocarril, porque la alternativa es la ruina para todos, él el primero.
La conducción
de las reses a través de un territorio de difícil tránsito va a registrarse en
los anales del Far West como la apertura del paso de Chisholm para conducir el
ganado hacia la ciudad de Abelene, como alternativa a la más larga que llevaba
a Missouri. Con esa gesta se relaciona esta película rodada en exteriores con
una puesta en escena natural incomparable y apegada a los peligros propios de
una travesía semejante: los indios, las disensiones internas entre los cowboys
y sucesos aleatorios como el de la estampida, rodada con tanto nervio y
espectacularidad, así como el paso del río para evitar que las reses caigan en una
zona cenagosa en la que se hundirían. Parece una anécdota demasiado mínima para
lograr una película que cautive a las audiencias, pero el mundo de hombres
enfrentados por diferentes motivos genera una tensión dramática que se
resolverá en el desenlace cuando, entre ambos hombres, padre e hijo, se haya
interpuesto una mujer que viene a representar el sentido común en medio de
tanta testosterona.
En efecto,
teniendo que escoger entre ayudar a una caravana de mujeres y tahúres que hacen
su camino hacia las poblaciones emergentes del oeste y que está siendo atacada
por los indios o seguir camino con su ganado, los vaqueros corren a auxiliar a
las indefensas mujeres, más animados por la perspectiva de un desahogo seminal
que por la filantropía, todo ha de decirse. Y en ese magnífico encuentro entre
el joven y la experimentada mujer se comienza a fraguar una relación que añade,
en el tramo final de la película, no poco interés al relato, porque el padre
perseguidor también acaba relacionándose con ella, en una escena muy
conseguida, por cierto.
Esas dos
vertientes, la «natural» y muy realista de la conducción del ganado y la
rivalidad de los hombres fuertes de la conquista del oeste, marcan una película
inolvidable, fiel reflejo, además, de una época épica en la formación de los Estados
Unidos de América.
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