domingo, 9 de abril de 2023

«Sin conciencia», de Raoul Walsh ( y Bretaigne Windust) un «noir» olvidado.

 

Producido por Humphrey Bogart, una B tensa, intensa y electrizante que le da mil vueltas a muchas Aes.

 

Título original: The Enforcer (Murder, Inc.)

Año: 1951

Duración: 87 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Bretaigne Windust, Raoul Walsh

Guion: Martin Rackin

Música: David Buttolph

Fotografía: Robert Burks (B&W)

Reparto: Humphrey Bogart; Zero Mostel; Ted de Corsia; Everett Sloane; Roy Roberts; Michael Tolan; King Donovan; Bob Steele; Adelaide Klein; Don Beddoe; Tito Vuolo; John Kellogg; Jack Lambert.

        

         Gracias a la benemérita labor de Filmin, a mi entender la única plataforma en la que el cine auténtico, el que acaba convirtiéndose en obra de arte, es el verdadero protagonista, voy descubriendo películas cuyo interés me sorprende y me revela lo mal que se escriben habitualmente las «Historias del Cine», porque dejan en el olvido películas que merecen siquiera una mención, cuando no una recomendación entusiasta. Sí, como subrayo en el título, la clasificación  A y B, en función, sobre todo, del presupuesto empleado, quiere ayudar a facilitar la selección de las obras que, como se dice habitualmente, «merecen la pena», en vez de «merecen la alegría», como sucede con esta producción de Bogart en la que, aun llevando en buena medida él mismo el peso de la interpretación, se ha rodeado de unos secundarios como Zero Mostel y Everettt Sloane, amén de Ted de Corsia y Jack Lambert, sin olvidar al inquietante Michael Tolan, quien debutó con fortuna en esta película.

         El primer director contratado fue Bretaigne Windust, a quien, por enfermedad de este, sustituyó Raoul Walsh, cuya personalidad indiscutible en este tipo de películas borró lo poco que pudiera quedar de lo que dirigió Windust. Tras haber abandonado una carrera teatral exitosísima en Broadway para probar suerte en Hollywood y haber dirigido cuatro películas, dejó la quinta inacabada y luego ya se dedicó en cuerpo y alma a la televisión,

         Con un comienzo lleno de tensión, se traslada al Palacio de Justicia a un mafioso arrepentido que testificará contra su jefe, un asesino sin piedad que ha «inventado» un sistema para cometer asesinatos que deja a la policía sin pistas sobre los verdaderos autores. La «empresa» recluta a pequeños delincuentes sin gran historial para firmar un «contrato» basado en la eliminación de un «objetivo». La empresa les paga un sueldo, una prima especial y sustanciosa por cada «contrato» y, si tienen  familia o son apresados, la organización se encarga de pasarle el sueldo a la familia y de contratar los mejores abogados para librarlos de la cárcel. La película se basa en hechos reales, y la cifra de asesinados oscila entre los 500 y los 1000.

         En esta adaptación libre de aquellos hechos, el fiscal encargado de llevar a juicio a Mendoza, el responsable de la «empresa», ve cómo su testigo de cargo, arrepentido de su intento de denunciar a su jefe, huye de la sala donde lo tiene custodiado el fiscal y acaba cayendo por una ventana, tras ser tiroteado, sin suerte, desde un edificio cercano. Mediante la técnica del flashback, dentro del cual aún se producirá otro, lo que le da a la película una complicación propia de estas tramas de cine negro, los espectadores no enteramos de cómo se gesta Murder.Inc, la empresa de asesinos, y cómo el encargado principal de la misma, Rico, el testigo del fiscal, decide denunciar a su Jefe para enviarlo a la silla eléctrica.

         He de reconocer que el funcionamiento de la empresa tiene un aire tan surrealista que le da a la película un toque fantástico muy curioso, como si la fantasía hubiera hecho acto de aparición en una despiadada trama llena de crueldad: la presencia de Zero Mostel como un «funcionario» de la empresa contribuye lo suyo a esa percepción, lo mismo que la de Michael Tolan, cuyas aventuras asesinas forman parte de la trama que se desarrolla con una celeridad total para evitar que, al día siguiente de la muerte del testigo de cargo, el criminal responsable de la empresa y de sus asesinatos salga en libertad sin cargos.

         La película está rodada en interiores, y con muy pocos planos de exterior; pero en todos ellos, dentro o fuera, la fotografía espléndida de William Burks, al mando de la dirección de fotografía en 13 películas de Hitchcock y Oscar por Atrapa a un ladrón, sabe imprimir la más decantada estética noir a la película de Walsh, quien dirigió con un ritmo frenético esta noche loca de un Fiscal que no desespera de ver a un importante mafioso fuera de circulación.

         Los espectadores seguimos incluso con pasión y urgencia el modo como la policía, dirigida por el Fiscal, busca nuevas pruebas y, a ser posible, la testigo de cargo que irrumpe al final de la película, en ese tramo en que aparece Everett Sloane para conferirle a la película una dimensión que va creciendo plano tras plano hasta la secuencia final, una auténtica maravilla de ejecución.

         Bogart está ya en el largo ocaso de su carrera, pero el poder interpretativo del actor sigue intacto. Su primera aparición en la película, enfrentado al testigo de cargo que se arrepiente, en camisa y con la corbata de lazo deshecha, remite inmediatamente al magnífico papel de editor de un diario a punto de ser vendido a la competencia en la película de Richard Brooks, El cuarto poder, una de sus grandes interpretaciones en una carrera cuajada de ellas. Aquí, como en la de Brooks, Bogart llena la pantalla y construye una historia muy atractiva, pero que parece haber caído en el olvido, a juzgar por lo poco que se oye hablar de eta película. Acostumbrado a bucear en los noir de serie B, me ha sorprendido la estética y el empaque general de esta película de excelente guion. ¡No se la pierdan!

No hay comentarios:

Publicar un comentario