lunes, 29 de abril de 2024

«Crónica negra», de Jean-Pierre Melville, la despedida de un maestro.

Un comienzo espectacular para un polar lleno de silencios.

 

Título original: Un flic

Año: 1972

Duración: 96 min.

País: Francia

Dirección: Jean-Pierre Melville

Guion: Jean-Pierre Melville

Reparto: Alain Delon; Richard Crenna; Catherine Deneuve; Riccardo Cucciolla; Stan Dylik;

Michael Conrad; Simone Valère; Paul Crauchet; André Pousse; Catherine Rethi; Jean Desailly; Henri Marteau; Valérie Wilson; Philippe Gasté; Dominique Zentar.

Música: Michel Colombier

Fotografía: Walter Wottitz.

 

          Sexta película de Melville que aparece en mi Ojo y última del autor, cuya prematura muerte, a los 55 años, nos privó seguramente de obras sobre cuya calidad solo es posible hacer cábalas, pero bien fundadas, porque desde Bob, el jugador hasta este policiaco la trayectoria de Melville es la propia de un innovador que, por cierto, no acababa de encajar en el cine «nacional» francés, dada su querencia hacia el cine negro usamericano. Aunque el polar es un género genuinamente francés, las películas de Melville siempre van algo más allá de la estandarización de un género, por arraigado que esté en los hábitos cinematográficos del país y cuente con obras muy destacadas. Se trata, en todo caso, de una perspectiva que, aun teniendo orígenes del otro lado del charco, a mí al menos me resulta muy, pero que muy francesa. En todo caso, los de la nouvelle vague vieron enseguida que el cine de Melville era muy digno de ser encarecido y celebrado. Estamos ante su última película y es cierto que el planteamiento es brillantísimo, que el nudo es muy atractivo y que el desenlace flojea algo, pero siempre dentro de una calidad muy por encima de cualquier otro producto al uso.

          Una banda de atracadores entrados en años decide desvalijar una sucursal bancaria ubicada en los bajos de un edificio cuya sola fotografía causa ya admiración, ¡cuánta más al observar los magníficos encuadres de Melville en un día de niebla que genera una atmósfera casi surrealista, como si todo ocurriera en el interior de un sueño! Se trata de una barriada nueva, con anchas calles por las que el coche de los atracadores se mueve con una elegancia perfectamente recogida en encuadres que tienen algo de paisaje de De Chirico; situación que vuelve a reproducirse en las tomas de las calles de un París desierto, salvo la presencia de los personajes.

          El cerebro de los atracadores tiene un club y está unido a una vampiresa que, curiosamente, es la amante del comisario de policía interpretado por un Alain Delon, a quien sirve también de confidente, aunque las confidencias principales las recibe de un travestí con quien intercambia ambiguas miradas de deseo que dan a entender una relación que no se explicita en la película. Otra cosa son las maneras violentas de un comisario desengañado y un punto amargado, peleado con el mundo sin que sepamos, tampoco, exactamente por qué. El personaje, en consecuencia, presenta ciertos rasgos estereotipados, pero la interpretación de Delon resuelve a su favor cualquier duda de los espectadores. Tengamos presente que su labor policial, repetida ad náuseam, a través de las comunicaciones que reciben en el coche patrulla, casi podríamos decir que «exigen» una cierta frialdad, la propia de la rutina que hace callo en cualquier conciencia y en cualquier profesionalidad.

          La banda tiene muy estudiado su plan, del mismo modo que realiza al milímetro su segundo golpe: el robo de dos maletas de droga que le son sustraídas al delincuente que las lleva en el interior de un tren e izadas a un helicóptero que vuela paralelo a la marcha del tren. Se trata, acaso, de las mejores escenas, rodadas con un trucaje perfectamente realizado. A mí esas escenas de un robo tan ingeniosamente perpetrado me han traído a la memoria las incomparables de la película de Rififi, de Jules Dassin, una obra maestra del género de atracos perfectos.

          El cuidado de Melville por la puesta en escena lo lleva a escoger un edificio moderno en el que se ubica en París la comisaría de policía donde trabajo el comisario. En él abundan las escenas en las que la superposición de planos compone imágenes de fuerte contenido geométrico, lo cual contrasta severamente con el contenido degradado socialmente que lo visita «forzadamente», como, por ejemplo, el travestí confidente del comisario, a quien este humilla con una violencia, como dije antes, no exenta de cierta turbiedad en el deseo, una personalidad fronteriza que Delon expresa a la perfección. Su rival, y sin embargo conocido, es justo lo contrario, pero el nexo de unión entre ambos, la hierática y gélida Catherine Deneuve, con muy escaso papel, no duda entre el hombre maduro y rico y el policía relativamente joven, bien mozo y de turbia personalidad.

          Se sabe, desde las primeras muestras del género, que está escrito que el criminal nunca vence, pero en el modo como la policía logra capturar a los responsables del atraco a la sucursal y del robo tiene que ver con el incidente del banco en que un empleado «modelo» se juega el pellejo haciendo sonar la sirena de alarma y se enfrenta con un arma escondida a los asaltantes, a uno de los cuales consigue herir de muerte, razón por la que han de desentenderse de él en un hospital que no puede sino certificar su muerte. De ese hilo, finalmente, acabará tirando la policía para ir descubriendo uno por uno a los miembros de la banda. Todo ello, por cierto, siguiendo los pasos de la delación y una clara sospecha de los círculos íntimos que los delincuentes suelen anudar antes de formar una banda para dar un golpe.

          Insisto, la elegancia de la cámara, la sólida puesta en escena, sobre todo en el primer tercio de película, así como la sobria interpretación en tono menor, sin buscar excesos ni alardes interpretativos, confieren a la película una solidez que ya nos gustaría para películas policiacas actuales, la verdad sea dicha. Las escenas de conducción, tanto de miembros de la banda como del coche de policía del comisario son bazas seguras de la película, sobre todo cuando, a través del cristal trasero del vehículo, vemos cómo se aleja en zoom inverso un escenario como el del Arco del Triunfo parisino, por cierto. Melville siempre es una apuesta segura para los amantes del cine de atracos perfectos que no lo acaban siendo.

2 comentarios:

  1. Sólo esa referencia que haces a que sus encuadres y las imágenes que presenta esta película recuerda a Chricco y su pintura metafísica, esa que se caracteriza por sus imágenes de misterio y enigmáticas atmósferas, logradas con perspectivas e iluminaciones irreales ya me la hace apuntármela, aunque el Polar francés no sea uno de mis géneros favoritos, más que nada porque a diferencia del cine negro americano, nunca hay finales felices, sieeempre es demasiado tarde para cambiar nada, toodo son personajes ambiguos, fríos, lacónicos que se zambullen en esa oscuridad que se te termina metiendo dentro – al menos a mi que me mimetizo con lo que veo en la pantalla- no suelen dar un respiro y uno suele salir un tanto arrastras de estas películas, son para disfrutar en fases de plena euforia por si tiran demasiado hacia abajo : ) Delón suele resolver a su favor cualquier duda de los espectadores, es y será un grande! Me fijaré en este zoom inverso del Arco del Triunfo parisino, descuida! Mil gracias de nuevo. Me he acercado a comentarte hoy además de a disculparme por mi tardanza en agradecerte el comentario del otro día y todo lo demás, porque además te he enviado lo que mea has pedido, de corazón, mil millones de gracias .. ya puedes sentirte feliz por tu buena acción del día jajaja eres un tipo fantástico… al estilo Bogart pero más y mejor, por supuestísimo ¡!! Un beso!

    PD
    Por si no me vuelves a ver porque voy a inmolarme en una entrada desntro de un rato por la que me van a lapidar jajaja que sepas que ha sido un inmeeeenso placer hacerte conocido en letras, otra vez graaacias, sieeempre y por todo gracias!!! ; )

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  2. Bueno, espero que la "molación" sea a fuerza de elogios por tu valentía... Gracias por los cumplidos. Ya me dirás algo de los aforismos. Un beso.

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