El viejo caciquismo que se resiste a morir: el caso espeluznante del depredador sexual y laboral Ismael Álvarez, exalcalde de Ponferrada.
Título original: Soy Nevenka
Año: 2024
Duración: 110 min.
País: España
Dirección: Icíar Bollaín
Guion: Icíar Bollaín, Isa
Campo. Novela: Juan José Millás
Reparto: Mireia Oriol; Urko
Olazabal; Ricardo Gómez; Carlos Serrano; Font García; Lucía Veiga; Mabel del
Pozo; Pepo Suevos; Luis Moreno; Javier Gálego: Mercedes del Castillo; Miguel
Garcés; David Blanka; Xavier Estévez.
Música: Xavier Font
Fotografía: Gris Jordana.
Quizás lo más significativo de la «oportunidad» sociopolítica de contar esta historia resida en el terrible hecho de que no se haya podido rodar en el lugar donde transcurrieron los hechos: Ponferrada. No es una historia novedosa, y quienes sigan la actualidad y la política en España recordarán perfectamente lo que se dio en llamar «el caso Nevenka», cuando en realidad debió de haberse llamado «el caso Ismael Álvarez», quien, en su calidad de alcalde de Ponferrada por el PP, fue denunciado por su concejala de Hacienda, Nevenka Fernández, por doble acoso: sexual y laboral.
Quienes «descubran»
en estos días el caso gracias a la valiente y honesta película de Icíar
Bollaín, una directora muy sensible a la lacra del acoso sexual, y autora de
una de las grandes películas rodadas en España sobre el dominio sexual y
emocional ejercido por el hombre contra la mujer: Te daré mis ojos; van
a descubrir algo más que un caso individual, porque la radiografía sobre la
mentalidad acosadora de ciertos hombres pertenece a una herencia machista
secular contra la que cualesquiera esfuerzos para desterrarla siempre son
pocos, y todos ellos necesarios.
La película,
en consecuencia, retoma el caso desde el principio, desde que a Nevenka, cuya
familia se mueve en la órbita de influencia del PP en Ponferrada, y muy
especialmente en la del alcalde populista Ismael Álvarez, la proponen como
aspirante a entrar en las listas del PP de Ponferrada para convertirse en concejal
del Ayuntamiento. El alcalde no tarda en poner sus codiciosos ojos libidinosos
en la joven candidata, veintiséis años, recién licenciada y estudiante de un
máster, y no tardará en ir, de forma casual al principio, y con espíritu
cinegético después, planteando un asedio que, tras salir elegida y ser nombrada
Concejal de Hacienda, se irá incrementando progresivamente hasta seducirla y
poseerla sin que la joven acabe de estar segura de que quiere hacer lo que hace.
Estamos ante
un caso, pues, con muchas ramificaciones: la corrupción política en una pequeña
ciudad; el acoso sexual a una subordinada; las dudas de conciencia de una mujer
que, sin desearlo explícitamente, se ha dejado arrastrar a una relación sexual
con un hombre mucho mayor que ella y que conoce a sus padres, quienes dependen,
en gran medida, de su favor municipal; del silencio y la complicidad de una
mediana localidad con un alcalde populista que se ha ganado con favores
arbitrarios la voluntad de sus conciudadanos; los entresijos del funcionamiento
de un grupo político en un Ayuntamiento en el que la mayoría absoluta impide
cualquier labor de oposición… Como se advierte por este abanico temático, a
Bollaín le ha salido la más chabroliana de sus películas, y trata el caso
biográfico de su heroína con absoluta honestidad, como se refleja, sobre todo,
en el proceso interior de Nevenka, en el doloroso calvario que atraviesa la
protagonista desde que «decide» dejar de someterse al implacable y abusivo
dominio machista que el alcalde ejerce sobre ella, valiéndose de su autoridad,
de su condición de amigo de los padres y de su condición de jefe directo con
quien despacha casi cada día asuntos municipales de interés y profunda dimensión
pública, porque el alcalde busca en ella una voz sumisa que acepte cuanto él le
imponga, sobre todo los proyectos que suponen negocios con los que se lucrará
directa e indirectamente: no en balde confiesa que él, más que político, es,
sobre todo, un «hombre de empresa».
La historia,
por supuesto, está contada desde el punto de vista de la protagonista, pero lo
llamativo es la nula empatía que el espectador siente ante la joven brillante y
atractiva físicamente que está empeñada en hacerse valer como gestora municipal
y figura política en cierne; una proyección en la que tiene mucho que ver la
fijación que siente el alcalde por ella, que se manifiesta en toda su crudeza tras
la muerte de su esposa. Nada, entonces, detiene el acoso cinegético que mezcla
a medias el burdo tono sentimental y la urgencia del deseo sexual. Tal falta de
empatía con la protagonista, a la que vemos meterse en la boca del lobo a
medias sabiéndolo, a medias ignorándolo, y tentando una suerte que puede volverse
contra ella: su propia madre le ha advertido de la falta de escrúpulos y de la
fama de mujeriego del tal Ismael, vox populi, al parecer; esa falta de empatía va
a ir transformándose lentamente a medida que la joven progrese hacia la
vivencia estremecedora de los abusos sexuales y laborales, supuestamente disfrazados
de «relaciones libres» entre ambos, consentidas y con un sustrato de afecto que
se esgrime el alcalde como la coartada perfecta. De hecho, leyendo a posteriori
sobre el caso, me ha llamado poderosamente la atención la defensa acérrima que
hizo del alcalde un artista tan «progresista» como Amancio Prada; posición que
parece, en todo, equivalente a la política de ojos cerrados de Goytisolo ante
las reiteradas violaciones a su nieta en su casa de Marruecos, según se cuenta
en el documental hecho por la propia nieta, y que ha merecido un oportuno artículo
de Ignacio Echevarría denunciando esta «rebeldía» antisistema de quienes, en según
qué casos, plenamente delictivos, miran
para otro lado.
Quizás por el
retrato que emerge de estas líneas, no está de más decir que el espectador en
ningún momento puede empatizar con Ismael, con el alcalde. Y, sin embargo, hay
en la interpretación de ese personaje, a cargo de Urko Olazabal, un prodigio de
actuación que muy probablemente la miseria y depravación del personaje real
puede impedir ver en toda su magnificencia. ¡Hasta tal punto llega la
verosimilitud que Olazabal imprime en su personaje! A mí, particularmente, me
ha parecido uno de los puntos fuertes de la película, porque esa interpretación
tan fidedigna permite que vaya creciendo el personaje de Nevenka a partir de
ese momento traumático de la «encerrona» para ir a la boda de un concejal los
dos solos, el alcalde y ella, quienes, para colmo, han de alojarse en una sola
habitación. Desde ese momento, la actriz hace muy suyo el acoso miserable que
está sufriendo y que la lleva a una depresión y a la necesidad de salir de
Ponferrada para «refugiarse» en sus amistades de Madrid, donde estudió la
carrera, incluido Lucas, quien se convertirá, posteriormente, en su marido y
sostén en el duro trance de decidir denunciar a un poderoso, sin tener la
certeza de que su causa vaya a ser sancionada favorablemente por la Justicia. En ese
sentido, el juicio y la tremenda actuación del fiscal constituyen un desenlace tan
elocuente que el abogado defensor apenas ha de hacer otra cosa sino permitir
que se desnude, en toda su miseria, el machismo que solo concibe la relación
con la mujer, no en términos de igualdad, sino de propiedad. Ese proceso
depresivo, que incluye una baja preceptiva para hacer frente a sus
responsabilidades municipales, permite, finalmente, la ansiada empatía del público
con un personaje frágil, tan segura de sus errores como de su profunda e íntima
necesidad de reivindicar su propia dignidad a decir que no y a no tener que
soportar la manipulación y el desprecio laboral y humano que sufre no solo por
el alcalde, sino también por sus adláteres e incluso por mujeres que, comprendiendo
su postura, deben su lealtad a quien gobierna la ciudad con un control absoluto
de las haciendas y las personas, es decir, la perfecta encarnación de uno de
los grandes males de nuestro siglo XIX, aún vigente en el XXI: el caciquismo.
A nuestros
autores realistas y naturalistas les hubiera gustado mucho esta película,
salvando los anacronismos, porque se desnuda, desde cuanto ha de sufrir la
víctima, los mecanismos de un sistema de dominio, de control y de explotación que
era habitual en su siglo y lo sigue siendo, aunque en menor medida, en el
nuestro.
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ResponderEliminarHe leído el artículo de Ignacio Echevarría sobre la actitud de Juan Goytisolo ante los abusos sexuales de su querido Amir sobre su nieta a la que recomendó mantenerse en silencio. Estremecedor como es el caso de la escritora canadiense Alice Munro. ¡Cuánta miseria hay debajo de las alfombras de la cultura y de todo! Nuestro tiempo -hipercrítico para bien y para mal- no deja a ningún santo sin escrutar, tarde o temprano, hasta el tuétano. No hay vida que resista un escrutinio tan agudo y profundo como el que ahora podemos ejercer sobre cualquier existencia pasada o presente.
ResponderEliminarEn efecto, va a ser duro no mirar "con otros ojos" grandes obras de autores tan miserables. Vamos a tener que apechugar con esa escisión entre obra y autor que se va imponiendo: admirar una y rechazar al otro...
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ResponderEliminarSin duda una película para ver, recuerdo la historia de forma muy confusa, no entendía por un lado como alguien podía apoyar al alcalde en aquellos momentos
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