viernes, 30 de octubre de 2015

“Condenados”, Manuel Mur-Oti entre el expresionismo y el neorrealismo: una tragedia manchega de ayer y de siempre


                           

Condenados: Una tragedia griega con guion de western en la meseta manchega y con banda sonora de Beethoven: Aurora Bautista como nunca antes vista.
Título original: Condenados
Año: 1953
Duración: 90 min.
País: España
Director: Manuel Mur Oti
Guión: Manuel Mur Oti (Obra: José Suárez Carreño)
Música: Ludwig van Beethoven
Fotografía: Manuel Berenguer (B&W)
Reparto: Aurora Bautista, Carlos Lemos, José Suárez, Félix Fernández, Anibal Vela, Eugenio Domingo, Antonio Diaz del Castillo, Pedro Ignacio Paul

            No es lo mismo que ¡Qué grande es el cine!, de Garci, por supuesto, pero la historia del cine español que han programado en La 2 me está permitiendo conocer películas que, de otro modo, no dejarían de ser referencias en las historias o proyecciones casi clandestinas en las filmotecas o fragmentos seleccionados en YouTube. Condenados, de Manuel Mur-Oti  es la última que he visto y me ha dejado clavado en la butaca, porque me ha parecido algo a medias entre increíble y maravilloso: un drama calderoniano con estructura de western y ambientada en La Mancha con el telón de fondo de una explotación agraria y ganadera llevada por una mujer cuyo marido purga pena de cárcel por haber asesinado dejándose llevar por los celos. Maldita la hacienda desde entonces, la casa de “el condenado”, la llaman, un forastero se pone a las órdenes de la “ama” para sacar adelante unas tierras a punto de perderse. La contenida tensión erótica y amorosa entre la mujer fiel a su marido, al “amo”, y el nuevo capataz, ascenderá desde el “ama” hasta el nombre propio de ella, “Aurelia”, por quien Juan, el capataz va sintiendo una pasión destructora que acabará con él. El regreso de José, el marido de Aurelia, un expresivo Carlos Lemos que vive obsesionado por unos celos que lo atormentaron antes del asesinato y después, en la cárcel; celos que vuelven a comérselo vivo con la representación figurada de su deshonra, porque su esposa siempre le ha sido fiel, a pesar de las crecientes libertades que se permite para con el salvador de su hacienda, si bien nunca llega a darle las esperanzas que él otro tiene, sin embargo, por fehacientes. Se trata de un trío clásico, pero la fuerza de las interpretaciones y el uso de un blanco y negro potentísimo, con unos claroscuros que rozan el expresionismo, a veces, nos ofrece una película intensísima y digna no solo de un mayor conocimiento popular, sino de un aprecio crítico que debería compartir con otras obras como Cielo negro, cuyo final debería estar entre los antológicos del cine español y Orgullo, otro western de ambiente español de una fuerza extraordinaria e inequívoca ascendencia fordiana. Solo el recuerdo de estas tres películas debería bastar para colocar a Mur-Oti a la misma altura que cineastas tan prestigiosos como Berlanga o Bardem, por poner un ejemplo reciente.
         Aunque no es actriz de mi gusto, si bien borda su papel de católica reprimida en La tía Tula,  de Miguel Picazo, la actuación de Aurora Bautista me ha impresionado, por más que en las escenas finales se deje llevar por un dramatismo sobreactuado que no impiden valorar su trabajo total dentro de la excelencia interpretativa. Su naturalidad, la capacidad seductora de sus gestos, su mirada y su sonrisa, que van haciendo crecer en el capataz la pasión que lo devora, consiguen hacer creíble el personaje hasta el punto de entender su decisión final, difícil de aceptar en aquella época de intachable moral franquista, pero ahí queda, como una licencia poética que engrandece el círculo que se cierra en la acción catártica. Carlos Lemos, de tan blandengue estampa facial, compone, sin embargo, un marido atormentado y lleno de verdad, en el que relampaguean los fuegos diabólicos de los celos con una intensidad malsana que eleva el dramatismo del relato y prefigura un estallido de ira que, sin embargo, no llega a producirse, al menos en la forma como, en lo no narrado, lo condujo al penal. El trío lo completa un actor de cierta tosquedad interpretativa, José Suárez (imprescindible en Brigada criminal y Calle Mayor), tan o más famoso en su época que el propio Paco Rabal, que se mete dentro de la piel de un hombre campo, con cierta rudeza, pero con una delicadeza amorosa que se ve impelido a reprimir, aun a pesar de que vive la consumación constante en un fuego que su “ama”, después “Aurelia” para avivar, o así tal se lo parece a él.
         La música de Beethoven, única que suena a lo largo de toda la cinta, parece un uso más propio de un experimento que la que podría esperarse para una película como Condenados, si bien contribuye poderosamente a la descripción bucólica de una naturaleza que ha de ser domada, a enfatizar ciertas escenas llenas de diversas tensiones y a crear el pathos dramático propio de una tragedia calderoniana como la que se nos ofrece.

         En resumen, para quienes les gusten las tragedias bien narradas y mejor interpretadas, Condenados se convertirá en una película inolvidable.

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