Título original: Submarine
Patrol
Año: 1938
Duración: 95 min.
País: Estados Unidos
Dirección: John Ford
Guion: William Faulkner, Rian James, Don Ettlinger , Sheridan Gibney
(Novela: Ray Millholland)
Música: Arthur Lange,
Charles Maxwell
Fotografía: Arthur C. Miller
(B&W)
Reparto: Richard Greene, Nancy Kelly, Preston Foster, George Bancroft,
Slim Summerville, J. Farrell MacDonald, Warren Hymer, Douglas Fowley, Dick
Hogan, Elisha Cook Jr., George E. Stone, Jack Pennick, John Carradine, Henry
Armetta, Joan Valerie, Ward Bond.
Siguiendo mi propósito de ver «todo»
John Ford, descubro ahora esta película inmediatamente anterior a La
diligencia y en cuyos títulos de crédito destaca, al menos para los
aficionados a la literatura, la presencia de uno de los grandes novelistas del
siglo XX junto a James Joyce: William Faulkner. Vale, sí, su trabajo de
guionista era de los de pane lucrando, pero no dejaba de llevar la
impronta, en mayor o menor medida, de una genialidad que no necesariamente
dejaba en su casa antes de ir a su despacho de los estudios.
Por reparto y
por planteamiento, todo parece indicar que se trate de una película B o, en el
historial de Ford, una «obra menor», pero a la que arranca la historia, con el guapísimo
y acaudalado Perry Townsend III enrolándose
en la Armada y siendo destinado a un buque antisubmarinos (SC en inglés,
sub chaser), en un buque en el que la tripulación recuerda
enseguida a los soldados de M.A.S.H., de
Robert Altman y a los marineros de Operación Pacífico, de Blake Edwards; cuando
advertimos eso, comenzamos a sospechar de que el axioma se cumple: en la filmografía
de John Ford no hay «obras menores», aunque las pueda haber más o menos
interesantes.
La descripción
de la tripulación y de la vida a bordo es realmente excepcional: una comedia con
ese «toque Ford» que ya he destacado en muchas de las películas que llevo
criticadas en este Ojo y en las que he visto antes de haber abierto este
cuaderno de críticas. Este hombre está dotado para las narraciones corales,
como lo estuvieron Berlanga o Capra, por poner dos ejemplos dispares, y su
sutileza para el gag, visual o lingüístico, es uno de sus dones más
apreciables.
La historia se
complica cuando un capitán de navío es destinado a ese buque para cumplir una
sanción militar, asistido por cuatro marineros «profesionales», lo cual, en
cuanto el represaliado sube a bordo, abre el choque entre la disciplina y la
anarquía que se irá resolviendo a favor de la primera, si bien parte de ella,
como el enamoramiento del millonario de la hija del capitán de un buque que
formará parte de una escolta en la que también participa el suyo propio, se
alargará, como una historia paralela, hasta el final de la verdadera misión suicida
encomendada al destartalado buque: acabar con un submarino que está causando
serios estragos en la flota aliada.
El
protagonista, Richard Greene, un actor inglés cuyo equivalente moderno sería
Hugh Grant, intervino ya en Cuatro hombres y una plegaria —esta sí que lo
más parecido a una posible «obra menor», aunque incluso en ella hay destellos
que no aparecen jamás en muchos otros directores…—, y aquí asume un rol
protagonista que le hace destacar sobradamente entre un elenco de lo mejorcito
de los secundarios habituales de Ford, como Warren Hymer, J. Farrell McDonald, George
Bancroft o un aquí casi irrelevante John Carradine, si bien suma a uno de los
grandes característicos del cine usamericano, Henry Armetta y añade otro gran
actor: Elisha Cook Jr, a quien cualquier espectador recordará en El halcón
maltés, de John Huston.
Con todos estos mimbres imagino que los
espectadores ya se van haciendo a la idea de que «menor», o que se dice «menor»,
no puede ser la película. Las películas con ambientación militar son, por otro
lado, una de las especialidades de Ford, quien ha brillado en ese ámbito en el
que tenía experiencia propia. Aquí la parte bélica de acción propiamente dicha
se reserva, prácticamente, para el desenlace, pero no por ello deja de estar
muy bien realizada. Su sentido de la guerra como un asunto virtuoso se revela
cuando, tras haber hundido un submarino, uno de los soldados se pregunta si no deberían
alegrarse, a lo que su interlocutor, seguido después por el resto de la
tripulación, responde con un emocionado saludo militar a los caídos en combate.
Mantener la línea de comedia siguiendo los
pasos del enamoramiento de los dos protagonistas, Green y Nancy Kelly, una
actriz con bastante más bagaje del que le exige un papel tan reducido, supone
un ejercicio casi de funambulismo, pero cuando ello involucra al «padre de la
novia» en la misión secreta en la que sale el buque, pues un puñetazo del yerno
al que iba a saludar y colmar de bendiciones lo deja K.O en la cubierta del navío,
advertimos el buen hacer de un guion que sabe conjugar ambas líneas narrativas,
para disfrute de los espectadores.
Sigo ignorando el crédito que me pueden
haber granjeado las más de mil películas criticadas que conforman el censo de
este Ojo cosmológico, pero si alguien quiere pasar una hora y media la
mar de entretenido en el mar de estos aspirantes a héroes, enrólense en la visión
de Submarine Patrol, que ignoro si se llegó a estrenar en España, la
verdad. La tienen en YouTube.
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