miércoles, 21 de diciembre de 2022

«Amores con un extraño», de Robert Mulligan o el cine social.

Una historia sobre el aborto y sobre el amor en Nueva York. 

Título original:  Love with the Proper Stranger

Año: 1963

Duración: 100 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Robert Mulligan

Guion: Arnold Schulman

Música: Elmer Bernstein

Fotografía: Milton R. Krasner

Reparto:  Natalie Wood; Steve McQueen; Edie Adams;  Herschel Bernardi; Tom Bosley;

Harvey Lembeck; Penny Santoni; E. Nick Alexander.

 

         El otro día buscaba en mi Ojo la crítica de esta película y, para mi sorpresa, resulta que no la hice, y no se me ocurre otra explicación que la de que formara parte de un programa doble de crítica, en torno al aborto, que por alguna razón no completé con el visionado de la otra película. Vista la ausencia, contribuyo, pues, a la presencia en este Ojo de una película que, aunque propia de una época, comienzos de los 60, en la que aún no se había popularizado la revolución moral de los jóvenes, se atreve con un tema que, independientemente e las épocas, siempre ha sido controvertido: el aborto.

         Robet Mulligan, como Sidney Lumet o John Frankenheimer, Marti Ritt o Robert Altman, pertenece a la conocida como generación de la televisión, donde todos ellos han aprendido el oficio, y a todos ellos les une una fuerte impronta social en sus películas, volcadas hacia un realismo que no elude temas candentes como , en este caso, el del aborto, si bien no tardamos en advertir que lo que apunta como drama acabará derivando hacia la comedia romántica. La buena noticia es que la pareja protagonista, Natalie Wood y Steve McQueen, lo borda y le da a la película una realidad que logra incluso imponerse a los viejos tópicos de la familia italiana, el sentido del honor y la cómica persecución del «novio accidental» por parte de los hermanos de la protagonista. Si añadimos la presencia de un candidato a emparejarse con la hermana que representa la melifluidad masculina frente a la virilidad del don Juan y empedernido soltero, vemos que se perfila una película que aúna el cine costumbrista con el cine social, una mezcla extraña, pero de la que Mulligan sale con un notable muy alto.

         La historia se abre con la platea vacía de un local adonde los músicos sin trabajo acuden para ser contratados. Steve McQueen enseguida se perfila, dominador de ese ambiente bohemio, como un protagonista que va a ser «asaltado» por una amante circunstancial, de la que ni consigue acordarse, que se ha quedado embarazada y le pide ayuda para abortar. El músico pretende escurrir el bulto, pero poco a poco va haciéndose una composición de lugar y, por supuesto, recordando la noche del origen del problema actual. Ella es una dependienta de los grandes almacenes Macy’s, lo que no solo nos permite adentrarnos en una de las instituciones comerciales de Usamérica, sino que buena parte del metraje transcurre en las calles de Nueva York, emparejándose con ese «ansia de exteriores» de la nouvelle vague francesa. No llega a tener, la ciudad, el protagonismo que en la generación posterior, la de Woody Allen, por ejemplo, pero es muy meritorio el acercamiento al pálpito cotidiano de la ciudad. La fotografía de Milton Krasner, espléndida, contribuye, sin embargo, a potenciar la calidad de Nueva York como escenario cinematográfico. Súmesele la música de Elmer Bernstein, y comenzamos a entender el porqué del atractivo de esta película. Espléndidos son los planos desiertos donde se han citado los protagonistas para la realización del aborto clandestino, y sobrecogedores los planos del piso deshabitado en cuyo suelo despliegan los abortistas su material operativo, unos preparativos que le meten el espanto en el cuerpo al protagonista, quien decide evitar que su amante ocasional pase por ese riesgo inequívoco.

         A partir de entonces, y dado que la protagonista es una mujer que no acepta la «limosna» de un casamiento exclusivamente «reparador» que condenará a los tres, a ellos y a la criatura, a la infelicidad, decide asumir la maternidad sin casarse y, además, decide independizarse económicamente de su familia en un apartamento donde deje de estar controlada por su madre y sus hermanos. Y las escenas «familiares», aunque tópicas, no dejan de tener un realismo muy conseguido. Lo difícil de aceptar es que Steve McQueen sea también hijo de emigrantes italianos, pero así es, y la entrevista con sus padres, a quienes va a ver con ella, mantienen el listón de la otra.

         Una vez que la película abandona el tema del aborto, entramos de lleno en la comedia romántica, y ahí la cosa se pone entre estupenda y tópica, porque ambos personajes son caracteres fuertes que defienden una independencia y una individualidad no sujeta a transacciones sociales. La escena en el apartamento de ella, adonde lo invita para cenar, es un claro ejemplo de dos roles que chocan tanto como se atraen. El revés de la trama consiste en que los hermanos, algún que otro golpe escapado…, consiguen del don Juan que acepte casarse, pero, dada la naturaleza de su generosa determinación, ella se niega a aceptarlo, por las razones de infelicidad antes referidas.

         La difícil historia de amor, así pues, entre una mujer fuerte e independiente y un don Juan que en modo alguno quiere renunciar a su libertad, le valga esta para lo que le valga…, ocupa la última parte del metraje y tiene un desenlace bien curioso, llamativo y «moderno», en términos de realización cinematográfica.

         Recordemos que Mulligan ha dirigido todo un clásico, antes de embarcarse en esta «pequeña historia», Matar a un ruiseñor, por lo que, a pesar de esos tópicos que menudean en el relato, Amores con un extraño, con un trabajo que le valió a la Wood una nominación para el Oscar, tiene sólidos valores imaginativos y una fluidez narrativa muy sólida. No da la impresión de que pueda haber mucha «química» entre protagonistas tan desiguales, pero les aseguro que consiguen crearla en todas y cada una de las escenas que comparten, para regocijo de los espectadores.

        

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