jueves, 16 de marzo de 2023

«Recursos de mujer», de Michael Curtiz o la amable comedia familiar.

 

Cine familiar, religioso y de época, en superproducción…

 

Título original: Life with Father

Año: 1947

Duración:118 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Michael Curtiz

Guion: Donald Ogden Stewart. Obra: Howard Lindsay, Russel Crouse

Música: Max Steiner

Fotografía: William V. Skall, J. Peverell Marley

Reparto: William Powell; Irene Dunne; Elizabeth Taylor; Edmund Gwenn; ZaSu Pitts; Jimmy Lydon; Emma Dunn; Moroni Olsen; Elisabeth Risdon; Derek Scott; Johnny Calkins; Martin Milner; Heather Wilde.

 

         Realmente, los usamericanos se las pintan solos para sacar adelante cualquier historia, por inverosímil o absurda que pueda parecer de entrada, como, en este caso en el que, por cierto, la traducción del título, adelantándose a nuestro ministerio de igualdad, transfiere el protagonismo a la mujer, Recursos de mujer, en detrimento del original, que lo encarna el hombre, Life with Father; «este caso» no es otro que el de una familia acaudalada del último tercio del XIX cuyo «cabeza de familia» acaba confesando, en una conversación intrascendente de sobremesa, que no ha sido bautizado, lo cual le parece a su beata mujer que pone su alma en peligro permanente de perderse para la gloria divina, expuesta, sin el bautismo, a los seguros tormentos de las calderas de Pedro Botero.

         La película, rodada en un majestuoso color muy contrastado e intenso —mi Conjunta, sabiendo de mi afición al cine en banco y negro, no tardó en preguntar si se trataba de una película «coloreada»…—, y con unos decorados lujosísimos, propios de películas de época inglesas recientes, está realizada con una capacidad descriptiva por parte de su director, Michael Curtiz, que recuerda a otros célebres descriptores como Lean u Ophüls, amantes de los barridos de cámara que revelan tantas cosas de las circunstancias de los personajes.

         La vida de esta familia parece girar en torno a las costumbres, manías, caprichos y principios del patriarca, un banquero poco propenso al gasto y menos aún a que se le cuelen de rondón visitas de familiares en la casa, como la de una prima de la mujer, acompañada por la joven quinceañera prima de sus hijos, nada menos que Elizabeth Taylor, quien, a pesar de su juventud, era ya la séptima película en la que aparecía, si bien aquí su papel es bastante reducido, aunque desempeñado con una gracia y una simpatía que compiten con su belleza. El primogénito de la familia es el encargado de darle la réplica, un Jimmy Lydon más precoz aún que la Taylor, pues ya había participado en más de 25 películas. Con todo, la película gira en torno al matrimonio, él, William Powell, excesivamente caricaturizado —es pelirrojo, y todos sus hijos también lo son, por ejemplo—, y ella, Irene Dunne, tan excesivamente beata que resulta inconcebible su escaso distanciamiento de esa devoción, con la que abre la película, pues pretende no dejar ir a su hijo a jugar hasta que no haya repetido su catequesis para recibir la confirmación. Lo único bueno de esa veta religiosa de la protagonista es que el cura de la familia nos permite ver en acción a Ednund Gween, el inolvidable sabio atómico de Calabuch, de Berlanga; del mismo modo que la breve aparición de la prima de la mujer nos permite hacer otro tanto con ZaSu Pitts, la no menos inolvidable protagonista de Avaricia, de Stroheim. Es decir, que ni por la parte de color, ni de la puesta en escena ni del reparto ni de la música o la cinematografía puede decirse nada de la película que no sean alabanzas, pero… ¡y menudo pero!, otra cosa es la bobería monumental de la historia, aunque apliquemos el correctivo de la parodia de aquellos viejos tiempos, etc. Es cierto que, si los aplicamos, gana algo la película, y que el protagonista, el padre, quien lanza un anatema al agresivo sistema fiscal del país nada más empezar la película, se ve de otra manera, la afortunada de la hipérbole y la caricatura. Con todo, el sesgo religioso de la película entorpece más que alienta, y aburre, en vez de divertir. La historia de los dos hijos emprendedores, cuya aventura comercial está a punto de mandar a la madre al otro mundo, al echarle en la tetera un poco dela panacea curalotodo que venden entre las amistades de los padres, con el insigne trofeo de llevarse por delante un perro de una de las familias… anima la historia y consigue, en ese estado de alucinación en que cae la mujer, hacerle prometer que, si ella se restablece, se bautizará…

         Los hábitos y usos de las familias adineradas y de sus vástagos tiene momentos entretenidos y diálogos con suficiente naturalidad como para hacerlos pasar incluso por muestras de ingenio, pero lo que se ve sin pasión ni interés deja un regusto de «lo que hubiera dado de sí el despliegue técnico» para una historia de mayor fundamento.

         Igual que las películas durante la época de la censura franquista se clasificaban hasta 4 las gravemente peligrosas; en la época democrática bien puede clasificarse como 4, gravemente conservadora, cierto tipo de cine ultrarreligioso como el de esta película. Ya digo, no obstante, que las interpretaciones del dúo protagonista puede satisfacer incluso a los críticos más descreídos, y con mayor razón a las almas piadosas que hacen de la religión uno de los factores cardinales de su vida.

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