Cine familiar,
religioso y de época, en superproducción…
Título original: Life with Father
Año: 1947
Duración:118 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Michael Curtiz
Guion: Donald Ogden Stewart.
Obra:
Howard Lindsay, Russel Crouse
Música: Max Steiner
Fotografía: William V. Skall, J. Peverell Marley
Reparto: William Powell; Irene Dunne; Elizabeth Taylor; Edmund Gwenn; ZaSu
Pitts; Jimmy Lydon; Emma Dunn; Moroni Olsen; Elisabeth Risdon; Derek Scott; Johnny
Calkins; Martin Milner; Heather Wilde.
Realmente, los usamericanos
se las pintan solos para sacar adelante cualquier historia, por inverosímil o absurda
que pueda parecer de entrada, como, en este caso en el que, por cierto, la
traducción del título, adelantándose a nuestro ministerio de igualdad,
transfiere el protagonismo a la mujer, Recursos de mujer, en detrimento
del original, que lo encarna el hombre, Life with Father; «este caso» no
es otro que el de una familia acaudalada del último tercio del XIX cuyo «cabeza
de familia» acaba confesando, en una conversación intrascendente de sobremesa,
que no ha sido bautizado, lo cual le parece a su beata mujer que pone su alma
en peligro permanente de perderse para la gloria divina, expuesta, sin el
bautismo, a los seguros tormentos de las calderas de Pedro Botero.
La película, rodada en un majestuoso
color muy contrastado e intenso —mi Conjunta, sabiendo de mi afición al cine en
banco y negro, no tardó en preguntar si se trataba de una película «coloreada»…—,
y con unos decorados lujosísimos, propios de películas de época inglesas
recientes, está realizada con una capacidad descriptiva por parte de su director,
Michael Curtiz, que recuerda a otros célebres descriptores como Lean u Ophüls,
amantes de los barridos de cámara que revelan tantas cosas de las
circunstancias de los personajes.
La vida de esta familia parece girar en
torno a las costumbres, manías, caprichos y principios del patriarca, un
banquero poco propenso al gasto y menos aún a que se le cuelen de rondón
visitas de familiares en la casa, como la de una prima de la mujer, acompañada
por la joven quinceañera prima de sus hijos, nada menos que Elizabeth Taylor,
quien, a pesar de su juventud, era ya la séptima película en la que aparecía,
si bien aquí su papel es bastante reducido, aunque desempeñado con una gracia y
una simpatía que compiten con su belleza. El primogénito de la familia es el
encargado de darle la réplica, un Jimmy Lydon más precoz aún que la Taylor,
pues ya había participado en más de 25 películas. Con todo, la película gira en
torno al matrimonio, él, William Powell, excesivamente caricaturizado —es
pelirrojo, y todos sus hijos también lo son, por ejemplo—, y ella, Irene Dunne,
tan excesivamente beata que resulta inconcebible su escaso distanciamiento de
esa devoción, con la que abre la película, pues pretende no dejar ir a su hijo
a jugar hasta que no haya repetido su catequesis para recibir la confirmación. Lo
único bueno de esa veta religiosa de la protagonista es que el cura de la
familia nos permite ver en acción a Ednund Gween, el inolvidable sabio atómico
de Calabuch, de Berlanga; del mismo modo que la breve aparición de la
prima de la mujer nos permite hacer otro tanto con ZaSu Pitts, la no menos inolvidable
protagonista de Avaricia, de Stroheim. Es decir, que ni por la parte de
color, ni de la puesta en escena ni del reparto ni de la música o la cinematografía
puede decirse nada de la película que no sean alabanzas, pero… ¡y menudo pero!,
otra cosa es la bobería monumental de la historia, aunque apliquemos el
correctivo de la parodia de aquellos viejos tiempos, etc. Es cierto que, si los
aplicamos, gana algo la película, y que el protagonista, el padre, quien lanza
un anatema al agresivo sistema fiscal del país nada más empezar la película, se
ve de otra manera, la afortunada de la hipérbole y la caricatura. Con todo, el
sesgo religioso de la película entorpece más que alienta, y aburre, en vez de
divertir. La historia de los dos hijos emprendedores, cuya aventura comercial
está a punto de mandar a la madre al otro mundo, al echarle en la tetera un
poco dela panacea curalotodo que venden entre las amistades de los padres, con
el insigne trofeo de llevarse por delante un perro de una de las familias…
anima la historia y consigue, en ese estado de alucinación en que cae la mujer,
hacerle prometer que, si ella se restablece, se bautizará…
Los hábitos y usos de las familias
adineradas y de sus vástagos tiene momentos entretenidos y diálogos con
suficiente naturalidad como para hacerlos pasar incluso por muestras de ingenio,
pero lo que se ve sin pasión ni interés deja un regusto de «lo que hubiera dado
de sí el despliegue técnico» para una historia de mayor fundamento.
Igual que las películas durante la
época de la censura franquista se clasificaban hasta 4 las gravemente
peligrosas; en la época democrática bien puede clasificarse como 4, gravemente conservadora, cierto tipo de cine ultrarreligioso como el de esta película. Ya digo, no
obstante, que las interpretaciones del dúo protagonista puede satisfacer incluso
a los críticos más descreídos, y con mayor razón a las almas piadosas que hacen
de la religión uno de los factores cardinales de su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario