domingo, 14 de mayo de 2023

«El misterio de God’s Pocket», de John Slattery, o el humor macabro.

 

La ópera prima de John Slattery (Roger Sterling en Mad Men): una comedia de excelente humor negro en un contexto deprimido socialmente.

 

Título original: God's Pocket

Año: 2014

Duración: 87 min.

País: Estados Unidos

Dirección: John Slattery

Guion: John Slattery, Alex Metcalf. Novela: Pete Dexter

Música: Nathan Larson

Fotografía: Lance Acord

Reparto:  Philip Seymour Hoffman; Richard Jenkins; Christina Hendricks; John Turturro; Eddie Marsan; Caleb Landry Jones; Glenn Fleshler; Domenick Lombardozzi; Lenny Venito; Sophia Takal; Eddie McGee; Peter Gerety; John Cenatiempo; Casey Roberts.

 

         Los aficionados a Mad Men guardarán muy buen recuerdo de John Slattery en su papel de Roger Sterling, y, si tienen una excelente memoria recordarán que dirigió algunos episodios de la serie, lo cual anunciaba un largo que, finalmente, llegó en 2014: un debut para el que se rodeó de un casting sobresaliente, y en el que destaca, por ser su penúltima película, Philip Seymour Hoffman, quien ese mismo año rodaría la última, El hombre más buscado, de Anton Corbijn. Es inevitable ver la película con el conocimiento de esa circunstancia, porque la vida deprimente del protagonista recibe una inyección de veracidad que se nutre de la ruina moral y física que llevó a Seymour Hoffman a la muerte.

         La película ha dividido a la crítica profesional y a la aficionada. Y no acabo de entender la animadversión hacia una película que, aun dentro de un género no precisamente agradable de ver para el espectador, sí que satisface con creces las expectativas de quien ve con respeto y sentido del humor una historia ciertamente macabra en una barriada deprimida de una gran ciudad usamericana. Digamos que tiene el ambiente de la serie Los Soprano y cierta violencia no anda lejos de la misma, porque los tristes destinos de casi todos los personajes que aparecen, todos ellos derrotados y sin pulso vital: supervivientes que tratan de eludir sus responsabilidades a través del juego o del alcohol y que los conduce, a través de la historia que genera la muerte del hijastro del protagonista a manos de un negro de quien el muy tarambana abusa verbal y físicamente, lo que lleva al viejo a darle un golpe en la nuca con una tubería que lo deja tieso.

         La madre, con quien Seymour está casado, y cuyo camión frigorífico usa para ganarse la vida trapicheando con carne de un matadero que tiene todos los papeles para ser clandestino, dirigido por John Turturro, sospecha que su hijo ha sido víctima de no puede figurarse qué, porque le resulta extraña que se trate de un accidente de trabajo, como el jefe de la obra le relata a la policía. El hijastro es el magnificente actor  Caleb Landry Jones, quien rodó Antiviral, de Brandon Cronenberg y, recientemente, Los perdonados, de John Michael McDonagh, aunque tiene una carrera sobresaliente, acorde con su altísima calidad interpretativa.

         La historia se va tejiendo en torno al funeral para el que la pareja no tiene dinero, y la presencia de Eddie Marsan como empresario de la funeraria es uno de los aciertos de la película. ¡Jamás olvidaré su interpretación en Still Life, de Uberto Pasolini!, ¡un peliculón! La amistad entre el pequeño empresario del matadero, quien le debe a la mafia del barrio nada menos que 20.000 dólares, y la pasión de ambos, Seymour y Turturro,  por apostar en las carreras de caballos, apuesta en la que el protagonista pierde los dineros que había recaudado para él el dueño del baro adonde acuden los vecinos que conocen a la familia, complica de tal manera la trama que la trama degenera hacia una versión grotesca de las relaciones mafiosas. Si a ello se le suma que el padrastro descubre el cadáver del hijo de su mujer en el callejón trasero de la funeraria y decide meterlo en el camión frigorífico poco antes de, desesperado, ir a vender el camión para sacar con qué pagar el funeral, el enredo adquiere unos tintes de humor tan negro como divertido.

         La aparición, finalmente, de Richard Jenkins como un periodista alcohólico y depredador sexual, a quien encargan una crónica sobre el extraño accidente en un barrio deprimido, eleva aún más el excelente nivel de la película. La secuencia de la impresión que le causa la madre de la víctima, la exuberante Christina Hendricks, y la del bar donde los parroquianos se rebelan contra él por el tono despectivo con que retrató a la víctima, un retrato muy ajustado al original, son de lo mejorcito de la película, aunque no nos podemos olvidar de la ejecución en la floristería o de la lucha del dueño de la empresa donde muere el hijo e hijastro contra los mafiosos corpulentos que quieren intimidarlo.

         Tengo la impresión de que God’s Pocket es una película de esas que crecen en el recuerdo, y que acaban teniendo una dimensión mucho mayor de la que podemos captar en el momento mismo del visionado. La vida arrastrada de casi todos los personajes, el «gran» periodista incluido, tiñe de fracaso social e individual toda la película, pero no se aleja ni un ápice de la realidad de cierta Usamérica, ni profunda ni desquiciada, sino absolutamente cotidiana. En ello el director tiene muy buena mano, y, aunque algunas escenas nos puedan parecer fuera de lo común, lo cierto es que se trata de un retrato muy ajustado a una realidad de sobra conocida.

         En conjunto, pocas películas tienen una galería de intérpretes tan variada y potente, y entre todos ellos no deja de sobresalir Seymour Hoffman por razones anteriormente explicadas, pero también por un arte interpretativo que ha derrochado en cuantas películas ha intervenido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario