Título original: La sociedad
de la nieve
Año: 2023
Duración: 144 min.
País: España
Dirección: J.A. Bayona
Guion: J.A. Bayona, Bernat
Vilaplana, Jaime Marqués, Nicolás Casariego. Libro: Pablo Vierci
Reparto: Enzo Vogrincic; Agustín
Pardella; Matías Recalt; Esteban Bigliardi; Diego Vegezzi; Fernando Contigiani
García; Esteban Kukuriczka; Rafael Federman; Francisco Romero; Valentino Alonso;
Tomas Wolf; Agustín Della Corte; Felipe González Otaño; Andy Pruss; Blas
Polidori; Felipe Ramusio Mora; Simón Hempe; Luciano Chatton; Rocco Posca; Paula
Baldini; Emanuel Parga; Juan Caruso; Benjamín Segura; Santiago Vaca Narvaja; Federico
Aznárez; Agustín Berruti; Alfonsina Carrocio; Jaime James Louta; Juan Diego
Eirea; Jerónimo Bosia; Giselle Douaret; Agustín Lain; Julian Bedino; Federico
Formento; Lautaro Martín Bakir; Tea Alberti; Francisco Bereny; Juandi Eirea
Young; Santiago Rovito; Lucas Mascarena; Maxi de la Cruz; Juan José Marco; Mariano
Rochman;
Esteban Pico; Pablo Tate;
Francisco Burghi; Daniel Patricio Antivilio Acuña; Ezequiel Fadel Hinojosa; Nando
Parrado; Roberto Canessa; Carlitos Paez.
Música: Michael Giacchino
Fotografía: Pedro Luque
Título original: Alive!
Año: 1993
Duración: 123 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Frank Marshall
Guion: John Patrick Shanley. Libro: Piers Paul Read
Reparto: Ethan Hawke; Josh Hamilton; Vincent Spano; Bruce Ramsay; John
Haymes Newton; Kevin Breznahan; David Kriegel; Sam Behrens; Illeana Douglas;
José Zúñiga; Jack Noseworthy; Christian J. Meoli; Jake Carpenter; Michael
DeLorenzo; Danny Nucci; David Cubitt; Gian DiDonna; John Cassini; Michael
Woolson; Chad Willett; Richard Ian Cox; Gordon Currie; Ele Keats; Josh Lucas; Silvio
Pollio; Nuno Antunes; Michael Tayles;
Steven Shayler; Jason Gaffney; Jerry Wasserman; Michael Sicoly; Diana
Barrington; Jan D'Arcy; Frank Pellegrino; Seth Arnett; Aurelio DiNunzio; Fiona
Roeske; Tony Morelli; Pat Romano.
Música: James Newton Howard
Fotografía: Peter James.
La lucha por sobrevivir
en el más hostil de los medios: a 4000 metros en la cordillera de los Andes: la
determinación de vivir como motor de lo imposible: «si respiro, aún vivo, aún
hay esperanza…».
No tenía especial interés en ver una
película cuya historia fue noticia profusa y casi permanente durante muchos
años, y prueba de ello es que tampoco me movió, en su momento, a ver la segunda
adaptación cinematográfica, ¡Viven!, de Frank Marshall, la primera fue
la película mejicana Supervivientes de
los Andes, de René Cardona, escasa de medios, pero muy ajustada a los
hechos. Ahora, sin embargo, he visto las dos. Primero la de Bayona, después,
por pura curiosidad, la de Marshall. No con el afán de hacer comparaciones
absurdas, sino por cuestiones de detalle y por la realización. Luego me
encontré con que la «mentalidad» desde la que está concebida cada una de ellas
es muy distinta, y desde el propio título lo advertimos: en uno, se pone el
acento en la heroicidad de la supervivencia; en el otro en el aspecto de la
cohesión grupal que permite hacer frente a circunstancias tan extremas. Aun
proviniendo todos los componentes del equipo, Old Christians Club, de un
colegio religioso, el Stella Maris, en la película usamericana hay una actitud
religiosa casi unánime de la que carece en buena medida la de Bayona. Como se
dice en ella, el único dios en el que se cree es cada uno de los compañeros de
aventura, porque solo de ellos depende la supervivencia.
Todo el mundo
conoce la historia, luego huelga el resumen. He tenido la curiosidad de acceder
a las narraciones de los dos expedicionarios que, en una hazaña digna de los
anales de la lucha contra la montaña, protagonizaron Nando Parrado y Roberto Canessa.
Sobre todo, la narración de este último, disponible en YouTube, es
especialmente emotiva y desacomplejada, y supone una lección de vida que
conviene escuchar con suma atención. El usa, mucho antes del libro de Pablo
Vierci la expresión «sociedad de la nieve», nacida entre los supervivientes cuando
luchaban por sobrevivir. Gracias a esa solidaridad básica lo lograron, y
también gracias a la determinación de los dos caminantes que se lanzaron a una
aventura con afortunado final feliz. En ¡Viven!, sin embargo, no aparece
el caballista, un pastor llamado Sergio Catalán, que fue determinante para, en una galopada de
unos ochenta quilómetros, avisar a las autoridades de que había supervivientes
del vuelo siniestrado.
Mientras que
en la película usamericana, ¡y ya es curioso!, hay un buen retrato de las
penalidades sufridas por los jóvenes, la película de Bayona es de un realismo fidefigno
del que carece la de Marshall. Digamos que en la cuestión de la fidelidad a los
hechos está la clave que separa a una de otra. En la de Marshall apenas hay
evolución física, o muy leve, en los personajes. En la de Bayona hay,
literalmente, una transformación total, conseguida a partir de las dietas
restrictivas de los actores, que los llevó al adelgazamiento consuntivo, y del
trabajo de maquillaje, que se extiende, con los efectos especiales, al
impresionante trabajo que nos ofrecen planos de las heridas con una
verosimilitud que sobrecoge el ánimo considerar lo que hubo de ser vivir aquel
infierno blanco con aquellas heridas descomunales. Ambas películas, sin
embargo, se han abstenido de mostrarnos en toda su crudeza los peores momentos
vividos, que los protagonistas guardan para sí por respeto a sí mismos y a
quienes no sobrevivieron y les sirvieron de alimento con parte de su carne
congelada, para sobrevivir tantísimo tiempo en condiciones tan terribles como
las que Bayona y su equipo han sabido rehacer para sobrecogernos a todos los
espectadores del mundo. El reparto, en su mayor parte de actores sudamericanos,
es absolutamente fiel, en la medida de lo posible, a los protagonistas reales
de la historia. Y el director ha tenido mucho cuidado en incorporar a sus
planos el calco de las fotos que se conservaron de aquella terrible aventura extrema
en la que, como repetía Canessa, no sabías si al día siguiente seguirías con
vida, y pone como ejemplo una de las secuencias más impactantes de la película:
la del alud que los entierra ¡dentro de los restos del fuselaje del avión!, que
ellos creían tan seguro, aunque lo único que los protegía era una pared de
maletas que los separaba de los entre treinta y cuarenta grados bajo cero que
había al otro lado de ese muro de valijas. El solo pensamiento de pasar ni tres
horas en esas circunstancias amedrentan al más valiente, de ahí que la tremenda
odisea de pasar 72 días se nos haga inconcebible.
Ambas
películas son parecidísimas en el aterrizaje forzoso, si bien los efectos
especiales han progresado de tal manera que la película de Bayona sale ganadora
en lo que a los aspectos catastrofistas de la película se refiere. Por otro
lado, Bayona ha rodado parcialmente en el espacio donde cayó el resto del avión
que quedó partido en dos, hoy llamado El valle de las lágrimas, en honor
a quienes perecieron y sobrevivieron. Marshall rodó en las Rocosas y Bayona
montó el set principal de su rodaje en Sierra Nevada. En ambos casos, sin
embargo, la sensación de estar tan solos en aquella terrible y maravillosa
cordillera andina como si lo estuvieran en la luna, está brillantemente
conseguido. Mientras la veía, y dado el afán con que aprovechan el calor del
sol mientras brilla sobre su dominios helados, me vino a la memoria unos versos
de juventud relativos al funcionario que yo era «medio atónito y griposo / que
apura el tibio sol / como el logro más grandioso». Y sí, después del alud que
los sepulta, cuando han conseguido «trepar» para salir de sus ataúdes de hielo,
que deja varios muertos en el acto, asfixiados y congelados, cuando el ruido desaparece
y logran abrir un agujero en la nieve helada: se cuela el sol por él y reviven
todos, y lo ensanchan para salir a dejarse bañar por los rayos de la vida e ir
recuperando la mucha que les quitó el alud.
Puede hablarse
mucho de las discusiones filosófico-religiosas que tienen, y, sobre todo, las
divisiones que genera en todos la decisión de alimentarse de los cuerpos
helados de sus compañeros de viaje: todo ello, sin embargo, es casi secundario
en la película y está tratado con una delicadeza tal que resultan más crudas
las palabras para hablar del acto que el propio acto en sí, lo cual es muy de
agradecer.
Confieso que
me puse a verla llevado también por el recuerdo de aquel otro drama natural que
fue Lo imposible, también basado en un hecho real y cuya realización fue
supervisada por la propia protagonista real de los hechos. Allí como en este,
Bayona tiene una suerte de especial sensibilidad para hacerse cargo de los dramas
interiores que experimentan los personajes en medio de una situación extrema. Es
imposible no recordar la reflexión que hace, creo que Parrado, cuando oyen por
la radio que han dejado de buscarles: «Una excelente noticia: ahora todo
depende de nosotros». Salir de la incertidumbre de si los buscan y si podrían
encontrarlos acabó siendo el motor que marca el intento heroico de
supervivencia. En la película no se habla de la posible distancia a la que se
encuentren ya de Argentina, de Mendoza, ya de Chile, pero los protagonistas se
orientan hacia el oeste, por donde se pone el sol, para dirigirse a Chile. Los
cálculos que hacen in situ hablan de unos setenta quilómetros, «¡cien mil
pasos!», recuerda Canessa, y ese era el reto, darlos todos, uno tras otro.
Muchos alpinistas experimentados confiesan la heroicidad de realizar ese
recorrido con las condiciones tan precarias como las de los expedicionarios, a
quienes los guiaba no solo su propia salvación, sino la de los supervivientes
que habían formado «la sociedad de la nieve», unida de un modo indisoluble
hasta el fin de sus vidas, porque lo compartido iba más allá de todo lo
imaginable.
Pues sí, la
película compite, por sus propios méritos en los Oscar; pero confieso que la
representación española para la mejor película extranjera hubiera debido ser Cerrar
los ojos, de Erice, cine cine a años luz del legítimo cine espectacular de
la cinta de Bayona, tan legítimo como el otro, por supuesto, pero los buenos
entendedores me habrán captado en el acto.
Estoy de acuerdo en que Cerrar los ojos es cine de otra dimensión, pero la apuesta de Bayona es muy interesante y pensada para los óscar. Leí tu artículo sobre la película de Erice y me gustó mucho. Como este. Fui con Rosa Mari a verla - La sociedad de la nieve- y apenas pudo respirar durante la proyección. A mí me cansó algo porque sabía qué iba a pasar.
ResponderEliminarEl caballista hubiera debido tener más atención, pero bien está lo que bien acaba. La experiencia, ultra más allá de lo insufrible...
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