domingo, 24 de marzo de 2024

«Comanchería, de David Mackenzie o el «neowestern».

 

La ambigüedad moral y los «deberes» filiales en el oeste moderno.

 

Título original: Hell or High Water

Año: 2016

Duración: 102 min.

País: Estados Unidos

Dirección: David Mackenzie

Guion: Taylor Sheridan

Reparto: Jeff Bridges; Chris Pine; Ben Foster; Gil Birmingham; Katy Mixon; Dale Dickey; ;

Kevin Rankin; Melanie Papalia; Lora Martinez; Amber Midthunder; Dylan Kenin; Alma Sisneros: Martin Palmer; Danny Winn; Crystal Gonzales; Terry Dale Parks; Debrianna Mansini; John-Paul Howard.

Música: Nick Cave, Warren Ellis

Fotografía: Giles Nuttgens.

 

          Comienzo con  una precisión terminológica, pero el título buscado para traducir una expresión coloquial como Come Hell or High Water, me parece muy fuera de lugar, no solo porque ni siquiera el término, *Comanchería, que significa «tierra de los comanches», está aceptado por la RAE, sino porque ese modismo inglés sí tiene que ver con la historia que se narra en la película: «cueste lo que cueste», «sí o sí» o algo por el estilo hubieran estado más cerca de esa obstinación en cumplir una misión «caiga quien caiga», y bien que se intuye que alguno o algunos han de «caer», porque el empeño de la pareja protagonista no es otro que rescatar a un banco la propiedad de un rancho enajenado por la madre por una suerte de hipoteca inversa, pero mediante atracos a los propios bancos, a fin de reunir el dinero necesario para ello.

          Dos hermanos se reúnen apenas el mayor de ellos ha salido de la cárcel, donde ha pasado cinco años. Se trata de un hombre violento y arrojado, que no duda ante ningún peligro. El hermano pequeño, recién divorciado, quiere rescatar el rancho heredado de su madre para legárselo a sus hijos, sobre todo ahora que acaban de encontrar petróleo en él. El único medio a su alcance para reunir la suma de dinero exigida para cancelar la hipoteca es robar esa suma en los bancos, algo que llevan a cabo no sin cierta impericia pero, al tiempo, con férrea determinación, porque les va en ello el patrimonio familiar. Son dos personas muy distintas, y el hermano menor sabe que la insensatez del mayor puede causarles serios problemas a ambos e incluso abortar su estrategia sin haberla podido llevar a cabo.

          No tarda en aparecer la figura del ranger que ha de encargarse de perseguirlos por un territorio desértico, fotografiado con una extraña mística paisajística, y acaso de ahí el recurso del nombre para bautizar la película. Por esos caminos, desiertos, pueblos polvorientos  y sierras de Dios discurren las andanzas de los dos hermanos, hábiles en el camuflaje y prestos en la conducción para librarse de cualquier persecución. Por otro lado, el de la ley, la actuación parsimoniosa del ranger próximo a jubilarse halla en su compañero de origen indio el complemento perfecto para ofrecernos una «extraña pareja» con difícil complicidad, porque el ranger encarnado por Jeff Bridges, con evidentes rasgos racistas, lo que lo equipara a aquel mítico sheriff encarnado por Rod Sgteiger en En el calor de la noche, de Normnan Jewison, suele hacerle la vida imposible a su compañero, quien no deja de reconocer el instinto policial del viejo agente, lo que los lleva a acertar con la localidad donde los hermanos van a dar su próximo golpe, en el que, para perfecta animación de la trama, el hermano excarcelado acabará matando al policía del banco e hiriendo a un cliente, antes de, como el propone a su hermano, seguir cada cual por un camino: el menor, con el botín, hacia el escondite; el mayor, con sus armas, hacia el despiste de la policía para favorecer la huida del hermano, aunque ello implique una suerte de juego más que peligroso.

          No se trata, especialmente, de una película en la que abunden los diálogos, porque todo lo que ha de decirse quienes han de oírlo ya lo saben. El guion, por lo tanto, está atento a fijar las motivaciones de los personajes, la estrategia para salirse con la suya, burlar a la Justicia, a la policía y a los bancos, y vengar así la vejez amarga de la madre, y prestar atención a algunas escenas de carácter costumbrista que le dan sabor local a la historia, como el encuentro del hermano menor con la camarera en un bar restaurante enfrente de un banco que al final atraca su hermano de modo muy chapucero, y que lo obliga a salir por piernas de la localidad, o el restaurante donde comen los rangers, y en el que la camarera les pregunta «qué no querrán», en vez de lo contrario, una escena la mar de graciosa y que se desvela en su propio desarrollo.

          El guion ha sido escrito por Taylor Sheridan, también director, de quien he criticado muy favorablemente en este Ojo su ópera prima Wind River. Sheridan, natural de Texas, escogió la localidad de Archer City para el primer atraco, pero se da la circunstancia de que en Archer City se rodó La última película, de Bogdanovich, lo cual habla bien a las claras del mensaje metacinematográfico que palpamos enseguida en esas tomas de los pueblos amplios, semivacíos y crepusculares donde atracan, con mayor o menor fortuna los hermanos, lo que da pie a situaciones propiamente de cine cómico. Esa comicidad que aparece en la película aquí y allá atenúa el drama de la vida al límite que viven ambos hermanos y que se resolverá de un modo que lo ha de ver el espectador por sí mismo, porque, a buen seguro, le va a levantar serias sospechas sobre la moralidad o amoralidad de una película que, en última instancia, nos habla de una Usamérica en la que la supervivencia exige, a veces, aventuras delirantes como la que se narra en *Comanchería.

          Las interpretaciones, todas ellas muy ajustadas, dotan a la película de un grado de verdad muy propio de este neowestern crepuscular en el que la vida y la muerte, la venganza, la amoralidad y los buenos sentimientos se cruzan sin saber nunca muy bien donde empiezan y acaban las razones de cada cual para hacer lo que hace. El sentido de la amistad entre colegas o hermanos, sin embargo, resplandece como un brochazo de humanidad en lo que, para todos los personajes de la película, es una auténtica selva donde se escenifica la lucha por la vida (y el patrimonio).

         

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