Título original: Manon
Año: 1949
Duración: 101 min.
País: Francia
Dirección: H.G. Clouzot
Guion: H.G. Clouzot, Jean Ferry. Novela:
Abbé Prévost
Música: Paul Misraki
Fotografía: Armand Thirard
(B&W)
Reparto: Serge Reggiani; Michel Auclair; Cécile Aubry; Gabrielle Dorziat;
Andrex;
Raymond Souplex; André Valmy; Henri Vilbert; Héléna Manson; Dora Doll; Simone
Valère; Gabrielle Fontan; Rosy Varte; Michel Bouquet; Edmond Ardisson; Jean
Hébey; Robert Dalban.
Título original: Les Espions
(Le espie)
Año: 1957
Duración: 125 min.
País: Francia
Dirección: H.G. Clouzot
Guion: H.G. Clouzot, Jérome Géronimi. Libro: Egon Hostovsky
Música: Georges Auric
Fotografía: Christian Matras
(B&W)
Reparto: Curd Jürgens; Peter Ustinov; O.E. Hasse: Pierre Larquey: Paul
Carpenter; Sam Jaffe; Martita Hunt; Gabrielle Dorziat; Louis Seigner; Georgette
Anys; Gérard Sety; Véra Clouzot; Jean Brochard; Patrick Dewaere.
Insólita
adaptación de Manon y una kafkiana comedia negra sobre el espionaje: la
excelencia del director de El salario del miedo.
H.G. Clouzot es un director tan extraordinario como
desconocido para el gran público, y va siendo hora de que los aficionados se
acerquen a obras capitales como Las diabólicas, El salario del miedo,
El asesino vive en el 21 o En legítima defensa, algunas de ellas
criticadas con entusiasmo en este Ojo. La adaptación de Manon al tiempo
de la resistencia contra los nazis y a la huida de los judíos a Jerusalén es
muy notable, aunque su único punto débil es la frivolidad propia de la protagonista,
por quien resulta harto difícil, a simple vista, sentir un amor tan apasionado
y excluyente como el del protagonista que la libra de ser rapada al cero por
sus vecinos, tras ser denunciado como colaboracionista con los alemanes. El militante
de la resistencia encargado de vigilarla acaba enamorado de ella de un modo
irracional y absorbente. Una vez salvada, ya en plena posguerra, ambos van a
París, y, por el afán de ella de vivir la buena vida, llena de lujo y confort,
su amante entra en el mundo del estraperlo, de mano del hermano de ella. Con
todo se negocia y se trafica, y ella no tarda en usar sus encantos para seducir
a un alto mando usamericano para que les deje hacerse con la penicilina que les
sobra, antes de abandonar París las tropas, para que ellos puedan negociar con
ella. La relación comienza a deteriorarse cuando él decide no aceptar el rol de
consentido mientras ella seduce al militar, aunque no es su única conquista,
porque se ha liado, también, con el propietario de un cine en el que su
supuesto amigo, pero amante de Manon, se va a convertir en cómplice de ella
para que se vaya con el militar a Usamérica y emprenda una nueva vida, lo que
recordaría la narración de la Manon original. En una de las mejores escenas de
la película, el amante, desesperado, asesina a su amigo, estrangulándolo con el
cable del teléfono. Una escena, ya digo, terrible y, cinematográficamente, muy
poderosa, porque la sensación de falta de espacio acentúa el contacto fatal
entre el asesino y la víctima. Cuando se reúne con ella, antes de que ella se
vaya con el militar, Manon se da cuenta de que su verdadero amor, ¡quien ha
llegado incluso al asesinato por ella!, es el joven resistente que la libró de
la humillación. Toda la historia se cuenta, como buena película del cine negro,
con un flash back que arranca en el buque donde se han colado como polizones
para huir del país, vaya el barco donde vaya. Finalmente, los dos enamorados se
unirán a los emigrantes Israelíes y veremos el desenlace en el desierto de
Palestina, un final de película tan espectacular como lo ha sido siempre, para
mí, el final de la versión operística. De hecho, claro que hay algo de operístico
en este final terrible que, por azares de los tiempos, tan en relación se puede
poner con nuestro presente en todo lo relativo
a la franja de Gaza.
La intensidad dramática de la historia
se acompaña de unos encuadres, usualmente con puestas en escena opresivas, que
potencian el choque de pasiones de los personajes. ¡Qué maravilla ese plano en
que están los protagonistas en primer término y, a través del ojo de buey de la
puerta de la sala de cine, se ve la película que se proyecta dentro! Y como
ese, toda la película está llena de pequeños detalles que le proporcionan a la
película su verdadero relieve de obra de arte incomparable. No me resistí a
decir que la intérprete de Manon, por casquivano que sea el personaje, tiene un
sí sé qué de vulgar que casi vuelve inverosímil el amor fou que siente
el resistente por ella. El resto del reparto, sin embargo, colabora en la
inmensa solidez de la película. Es posible que el final desencante a algunos,
pero a mí me ha parecido lo más propio de la historia, a pesar de la exaltación
romántica.
Los espías, sin embargo, es una
película planteada en clave de comedia negra y, en nuestros días, casi de cómic,
porque con ese género podemos asociar la proliferación de espías que acuden a
los alrededores de la clínica de reposo que dirige un psiquiatra a quien un
jefe de espías «compra» generosamente su hospital para esconder durante una semana
a un espía buscado por todas las agencias de espionaje mundiales. Los problemas
que al tímido y apocado psiquiatra le causa el trajín de espías, dentro y fuera
de su casa, van derivando hacia una visión kafkiana de las relaciones de poder.
Máxime cuando decide devolver el dinero y desvincularse del contrato verbal
firmado con el jefe de los espías usamericanos, aunque nada le queda claro
después de haber aceptado el encargo: 5 millones, que le vienen de perlas para
la reforma pendiente de su clínica, por seis días de custodia.
Es evidente que todo se va a ir
complicando, a medida que los espías tomen el control de su clínica para «proteger»
al científico que buscan todas las potencias, porque su descubrimiento, que en
la película solo se conoce al final, es decisivo para la hegemonía de quien lo
pueda llevar a la práctica. La situación se va a desarrollar siguiendo el
modelo de la narrativa de Kafka, y el protagonista se convertirá en una persona
desorientada, sin información ninguna, y cuyo establecimiento psiquiátrico,
ajado y miserable, será escenario de una lucha sin cuartel para «secuestrar» al
científico. Como todo ocurre en el interior o en los alrededores próximos del
psiquiátrico, está claro que buena parte del interés de la película radica en
la capacidad de los actores para transmitirnos ese juego diabólico de espías
que se pisan unos a otros las pistas para descubrir, como sucede, que el
protegido en la clínica no acaba siendo sino una pista falsa para despistar de
la verdadera ubicación del científico protegido. Con ese planteamiento, la
aparición de Peter Ustinov, en uno de los mejores papeles que le he visto
nunca, es determinante. Así como la de Martita Hunt y Sam Jaffe, que dan todo
un recital interpretativo. El psiquiatra, un Gérard Sety sobrepasado por el
contrato, que parece firmado con el diablo, y del que le es vedado poder volverse
atrás, da el tono perfecto del Joseph K. Y no hemos de perder de vista la
actuación singular de la mujer de Clouzot, Vera, que saca adelante una paciente
enamorada del director de la clínica con total verosimilitud y contundencia. La
escena de la lluvia de plumas en su habitación es espectacular.
A lo largo de la trama, la situación
va tiñéndose de cierto tono de comedia que logra equilibrarse con los riesgos mortales
de la lucha entre diferentes espías, y eso es lo que asusta al psiquiatra.
Ello, así mismo, se convierte en el mayor disfrute de los espectadores,
incluido los participantes en un concurso de ocarinas, otros espías disfrazados…
En realidad, una crítica puede decir muy poco de una película que va teniendo giros
constantes de guion y en la que cuesta reconocer los famosos buenos y malos de
la historia, excepto que todos sean malos, por supuesto.
Bueno, mi recomendación es que se
trata de un excelente programa doble de Clouzot. Y me lo agradecerán. Para eso
está este Ojo, a su servicio.
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