miércoles, 22 de noviembre de 2023

«Manon» y «Los espías», de H.G. Clouzot, la maestría.

 

Título original: Manon

Año: 1949

Duración: 101 min.

País:  Francia

Dirección: H.G. Clouzot

Guion: H.G. Clouzot, Jean Ferry. Novela: Abbé Prévost

Música: Paul Misraki

Fotografía: Armand Thirard (B&W)

Reparto: Serge Reggiani; Michel Auclair; Cécile Aubry; Gabrielle Dorziat; Andrex;

Raymond Souplex; André Valmy; Henri Vilbert; Héléna Manson; Dora Doll; Simone Valère; Gabrielle Fontan; Rosy Varte; Michel Bouquet; Edmond Ardisson; Jean Hébey; Robert Dalban.

 






Título original: Les Espions (Le espie)

Año: 1957

Duración: 125 min.

País:  Francia

Dirección: H.G. Clouzot

Guion: H.G. Clouzot, Jérome Géronimi. Libro: Egon Hostovsky

Música: Georges Auric

Fotografía: Christian Matras (B&W)

Reparto: Curd Jürgens; Peter Ustinov; O.E. Hasse: Pierre Larquey: Paul Carpenter; Sam Jaffe; Martita Hunt; Gabrielle Dorziat; Louis Seigner; Georgette Anys; Gérard Sety; Véra Clouzot; Jean Brochard; Patrick Dewaere.

 

Insólita adaptación de Manon y una kafkiana comedia negra sobre el espionaje: la excelencia del director de El salario del miedo.

 

H.G. Clouzot es un director tan extraordinario como desconocido para el gran público, y va siendo hora de que los aficionados se acerquen a obras capitales como Las diabólicas, El salario del miedo, El asesino vive en el 21 o En legítima defensa, algunas de ellas criticadas con entusiasmo en este Ojo. La adaptación de Manon al tiempo de la resistencia contra los nazis y a la huida de los judíos a Jerusalén es muy notable, aunque su único punto débil es la frivolidad propia de la protagonista, por quien resulta harto difícil, a simple vista, sentir un amor tan apasionado y excluyente como el del protagonista que la libra de ser rapada al cero por sus vecinos, tras ser denunciado como colaboracionista con los alemanes. El militante de la resistencia encargado de vigilarla acaba enamorado de ella de un modo irracional y absorbente. Una vez salvada, ya en plena posguerra, ambos van a París, y, por el afán de ella de vivir la buena vida, llena de lujo y confort, su amante entra en el mundo del estraperlo, de mano del hermano de ella. Con todo se negocia y se trafica, y ella no tarda en usar sus encantos para seducir a un alto mando usamericano para que les deje hacerse con la penicilina que les sobra, antes de abandonar París las tropas, para que ellos puedan negociar con ella. La relación comienza a deteriorarse cuando él decide no aceptar el rol de consentido mientras ella seduce al militar, aunque no es su única conquista, porque se ha liado, también, con el propietario de un cine en el que su supuesto amigo, pero amante de Manon, se va a convertir en cómplice de ella para que se vaya con el militar a Usamérica y emprenda una nueva vida, lo que recordaría la narración de la Manon original. En una de las mejores escenas de la película, el amante, desesperado, asesina a su amigo, estrangulándolo con el cable del teléfono. Una escena, ya digo, terrible y, cinematográficamente, muy poderosa, porque la sensación de falta de espacio acentúa el contacto fatal entre el asesino y la víctima. Cuando se reúne con ella, antes de que ella se vaya con el militar, Manon se da cuenta de que su verdadero amor, ¡quien ha llegado incluso al asesinato por ella!, es el joven resistente que la libró de la humillación. Toda la historia se cuenta, como buena película del cine negro, con un flash back que arranca en el buque donde se han colado como polizones para huir del país, vaya el barco donde vaya. Finalmente, los dos enamorados se unirán a los emigrantes Israelíes y veremos el desenlace en el desierto de Palestina, un final de película tan espectacular como lo ha sido siempre, para mí, el final de la versión operística. De hecho, claro que hay algo de operístico en este final terrible que, por azares de los tiempos, tan en relación se puede poner con nuestro presente en  todo lo relativo a la franja de Gaza.

          La intensidad dramática de la historia se acompaña de unos encuadres, usualmente con puestas en escena opresivas, que potencian el choque de pasiones de los personajes. ¡Qué maravilla ese plano en que están los protagonistas en primer término y, a través del ojo de buey de la puerta de la sala de cine, se ve la película que se proyecta dentro! Y como ese, toda la película está llena de pequeños detalles que le proporcionan a la película su verdadero relieve de obra de arte incomparable. No me resistí a decir que la intérprete de Manon, por casquivano que sea el personaje, tiene un sí sé qué de vulgar que casi vuelve inverosímil el amor fou que siente el resistente por ella. El resto del reparto, sin embargo, colabora en la inmensa solidez de la película. Es posible que el final desencante a algunos, pero a mí me ha parecido lo más propio de la historia, a pesar de la exaltación romántica.

          Los espías, sin embargo, es una película planteada en clave de comedia negra y, en nuestros días, casi de cómic, porque con ese género podemos asociar la proliferación de espías que acuden a los alrededores de la clínica de reposo que dirige un psiquiatra a quien un jefe de espías «compra» generosamente su hospital para esconder durante una semana a un espía buscado por todas las agencias de espionaje mundiales. Los problemas que al tímido y apocado psiquiatra le causa el trajín de espías, dentro y fuera de su casa, van derivando hacia una visión kafkiana de las relaciones de poder. Máxime cuando decide devolver el dinero y desvincularse del contrato verbal firmado con el jefe de los espías usamericanos, aunque nada le queda claro después de haber aceptado el encargo: 5 millones, que le vienen de perlas para la reforma pendiente de su clínica, por seis días de custodia.

          Es evidente que todo se va a ir complicando, a medida que los espías tomen el control de su clínica para «proteger» al científico que buscan todas las potencias, porque su descubrimiento, que en la película solo se conoce al final, es decisivo para la hegemonía de quien lo pueda llevar a la práctica. La situación se va a desarrollar siguiendo el modelo de la narrativa de Kafka, y el protagonista se convertirá en una persona desorientada, sin información ninguna, y cuyo establecimiento psiquiátrico, ajado y miserable, será escenario de una lucha sin cuartel para «secuestrar» al científico. Como todo ocurre en el interior o en los alrededores próximos del psiquiátrico, está claro que buena parte del interés de la película radica en la capacidad de los actores para transmitirnos ese juego diabólico de espías que se pisan unos a otros las pistas para descubrir, como sucede, que el protegido en la clínica no acaba siendo sino una pista falsa para despistar de la verdadera ubicación del científico protegido. Con ese planteamiento, la aparición de Peter Ustinov, en uno de los mejores papeles que le he visto nunca, es determinante. Así como la de Martita Hunt y Sam Jaffe, que dan todo un recital interpretativo. El psiquiatra, un Gérard Sety sobrepasado por el contrato, que parece firmado con el diablo, y del que le es vedado poder volverse atrás, da el tono perfecto del Joseph K. Y no hemos de perder de vista la actuación singular de la mujer de Clouzot, Vera, que saca adelante una paciente enamorada del director de la clínica con total verosimilitud y contundencia. La escena de la lluvia de plumas en su habitación es espectacular.

          A lo largo de la trama, la situación va tiñéndose de cierto tono de comedia que logra equilibrarse con los riesgos mortales de la lucha entre diferentes espías, y eso es lo que asusta al psiquiatra. Ello, así mismo, se convierte en el mayor disfrute de los espectadores, incluido los participantes en un concurso de ocarinas, otros espías disfrazados… En realidad, una crítica puede decir muy poco de una película que va teniendo giros constantes de guion y en la que cuesta reconocer los famosos buenos y malos de la historia, excepto que todos sean malos, por supuesto.

          Bueno, mi recomendación es que se trata de un excelente programa doble de Clouzot. Y me lo agradecerán. Para eso está este Ojo, a su servicio.

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