jueves, 20 de junio de 2024

«Juego limpio», de Chloe Domont, una ópera prima ambiciosa.

 

Entre el amor y la carrera profesional: los nuevos roles de hombres y mujeres.

 

Título original: Fair Play

Año: 2023

Duración: 113 min.

País:  Estados Unidos

Dirección: Chloe Domont

Guion: Chloe Domont

Reparto: Phoebe Dynevor; Alden Ehrenreich; Eddie Marsan; Rich Sommer; Sebastian De ; Souza; Jim Sturgeon; Sia Alipour; Geraldine Somerville; Jamie Wilkes; Abe Fark; Buck Braithwaite; Laurel Lefkow; J. Pace; Yacine Ramoul.

Música: Brian McOmber

Fotografía: Menno Mans.

 

          Si Armas de mujer fue una comedia que enamoró a los públicos por el ingenio de una trepa que, con suficiente preparación, sabe estar en el sitio adecuado en el momento justo, Juego limpio, aunque tiene como protagonista a una mujer, en modo alguno va a enamorar a público alguno, porque estamos ante una muestra de realismo sucio usamericano más cerca de la deprimente realidad reflejada por Mamet en el guion de Glengarry Glen Rose. Dirigida por James Foley. Por si fuera poco, la pareja protagonista trabajan como analistas de mercados para una firma especuladora, quienes viven de comprar y vender acciones, especulando sobre lo divino, lo humano y lo rastrero.

          De la pareja se nos cuenta su historia de amor y cómo se van a vivir juntos, manteniéndolo en secreto, porque los emparejamientos de los empleados atentan contra la política de la empresa, que los prohíbe, como perturbadores de la buena marcha de los negocios. Son jóvenes. Están cargados de ilusiones por prosperar, por descollar, por ser reconocidos y por alcanzar el poder de quienes deciden, de quienes se saben instalados en ese potro de tortura que exige el máximo de uno para no ser relevado por alguien con mayor intuición para ver dónde está el negocio, el provecho, el interés, el «pelotazo».

          Que los dos jóvenes no sean estrellas destacadas del universo cinematográfico añade un punto de verosimilitud a la trama que dota al relato de una perspectiva realista, no tanto de cuadro de costumbres, cuanto de análisis generacional y, avanzando en la trama, de las dos personalidades de los protagonistas, quienes se manifiestan en toda su agresiva claridad cuando un detonante trastoca lo que se esperaba y emerge una situación nueva a la que han de hacer frente y para la que, como era de esperar, no están preparados, específicamente él.

          Tras asistir al deprimente espectáculo de cómo echan del trabajo a un jefe de analistas, con violencia y teniendo que ser reducido por los servicios de seguridad, una deshumanización absoluta de las relaciones laborales, corren los rumores de que el protagonista de la película va a ocupar su lugar. Lo que sucede, sin embargo, es que es a ella, a la protagonista, a quien la nombran para ocupar ese lugar de mando desde el que tendrá bajo sus órdenes a su pareja, una situación incómoda que va a desatar una espiral de conflictos que van mucho más allá de los celos profesionales, porque, con la asunción de nuevas responsabilidades, mientras ella crece profesionalmente y desarrolla unas capacidades que él ni por asomo tiene, este intenta a toda costa destacar ante ella y los jefes para buscar un ascenso que los iguale en méritos profesionales, porque, muy lentamente, el equipo directivo de la empresa va a ir «seduciendo» a la brillante analista para que se integre plenamente en ese círculo directivo al que por sus méritos «pertenece».

          De forma paralela, la joven comete el «error» de comentarle a su madre que su pareja le ha pedido que se case con él, y la madre, ni corta ni perezosa, inicia las gestiones para la celebración de una fiesta de compromiso, con lo que eso supone de desplazamientos aéreos, reunión de familiares y amigos, etc. Con esa «amenaza» latente al fondo, la vida de los dos jóvenes entra en una dinámica por la que todo va a ir deteriorándose poco a poco, sobre todo a partir de que él, motu proprio, haga unas inversiones que se acaban convirtiendo en un agujero negro de pérdidas para la empresa, todo por tratar de estar a la altura de ella y reivindicar su propia promoción. La solución, para más Inri, llega de la mano de ella, porque ha sido puesta en el brete definitivo: o lo arreglas o estás despedida. Arreglarlo y ganar más de lo que se había perdido le reporta un «bonus» de medio millón de dólares, cheque que él ve casualmente entre otros papeles de su bolso.

          La deriva de la relación entre ambos se va volviendo cada vez más oscura, tóxica y asfixiante, de modo que lo que comenzó como una comedia romántica, o poco menos, se convierte en un thriller psicológico envenenado, en el que se alcanzan cotas de auténtico terror, dado que la humillación, en términos narrativos, suele exigir un desquite, una venganza. Nos movemos, entonces, en el fértil terreno del resentimiento de las almas vulgares que jamás llegarán a las cotas de éxito social a las que imaginaban que podrían llegar. En este tramo, la película alcanza sus mejores registros, así como las interpretaciones de los protagonistas: Phoebe Dynevor y Alden Ehrenreich, quienes bordan sus papeles, el de la desengañada de una masculinidad alienada y tóxica y el del resentido que  busca resarcirse de sus limitaciones mediante el acoso a la triunfadora que le ha robado la gloria.

          A su manera, la película tiene mucho de documento sociológico de verdadero impacto, porque nos habla de una sociedad en la que el choque de valores de muy diverso signo se impone sobre la posibilidad de la concordia. Sí, nos cuentan la historia de dos seres concretos, pero no podemos olvidar lo difícil que resulta construir una convivencia frente a valores, como el de la masculinidad dominante que es incapaz de reconocer el mérito de la mujer, aunque ello se va corrigiendo poco a poco; y, en ciertos niveles de pensamiento o formación, es algo que se contempla ya hoy con la mayor naturalidad.

         

2 comentarios:

  1. Empiezas indicando que la película tiene aires de realismo sucio ¿usamericano? (gran acierto de palabra, sin duda) y narras un guion que me parece más cercano a la ciencia ficción que a la parca realidad en que me desenvuelvo....¿bonus de medio millón? ¿arreglar un agujero ganando dinero? .. Es curioso como la ficción puede reflejar la luz de la realidad aun cuando sus argumentos sean tan lejanos de la "realidad" de quienes la vemos. Es lo que alguien llamó "la verdad de la mentira"

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  2. El "relato" y los datos no siempre guardan estricta correspondencia; de todos modos, las pérdidas millonarias de ciertos operadores en bolsa de bancos o grupos de inversión tienen fama... Desde fuera del "negocio" el relato se sostiene y no impide que la evolución psicológica de la "pareja" sea verosímil.

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