Nightcrawler o una parábola satírica sobre los fundamentos del
capitalismo.
Título
original: Nightcrawler
Año:
2014
Duración:
113 min.
País:
Estados Unidos.
Director:
Dan Gilroy.
Guión:
Dan Gilroy
Música:
James Newton Howard
Fotografía:
Robert Elswit
Reparto
Jake
Gyllenhaal, Rene Russo, Riz Ahmed, Bill Paxton, Kevin Rahm, Ann Cusack, Eric
Lange, Anne McDaniels, Kathleen York, Michael Hyatt.
¡Qué placer de
película! Tan atrevida, por el tema y el tratamiento, como inteligente y, sobre
todo, divertida, gracias a una puesta en escena que incluye una actuación
privilegiada de Jack Gyllenhaal. Es cierto, sin embargo, que se trata de una
sonrisa que a veces se nos congela en los labios, teniendo presente los hechos
sobre los cuales construye su ópera prima el director Dan Gilroy, acerca de una
rama sórdida del periodismo audiovisual, la de la captura in situ
de las imágenes impactantes de los sucesos trágicos en los que hay
derramamiento de sangre, y a las que tan aficionado es el periodismo
sensacionalista. El retrato impagable de los medios sensacionalistas es, por lo
tanto, junto a la peripecia individual del protagonista, el otro gran tema de
la película. Ello me hizo pensar, mientras la vía, en una película acaso olvidada
pero digna de revisión, me refiero a Network
(Un mundo implacable) (1976), de Sydney Lumet, en la que se anticipa lo que
en esta vemos con idéntico patetismo.
Siempre hay algo mágico y
privilegiado en el hecho de asistir al nacimiento de la carrera de un nuevo
director, desde la óptica de un crítico, porque eso significa poder hacer un
seguimiento estrecho de su trayectoria y ver en qué dirección va dando sus
pasos artísticos y hacia dónde le llevan. De momento, este estreno se puede
calificar de sobresaliente. Con una escasez de elementos argumentales que
llaman la atención, porque la acción se
reduce a las andanzas de un personaje omnipresente, una actuación que invita a
ser nominado para los Oscar, Gilroy construye una fábula satírica sobre los
fundamentos del capitalismo neoliberal mediante el retrato ajustado de un emprendedor
autodidacto que inicia una carrera profesional inmaculadamente perversa,
siguiendo los criterios impagables de sus investigaciones en internet para
prosperar en el mundo de los negocios, y que publicita y a los que se ajusta
escrupulosamente en el transcurso de la acción. Al estilo de lo que se narra en
El lobo de Wall Street (2013) de
Scorsese, un ser sin escrúpulos morales trata de abrirse camino a cualquier
precio en el mundo de las exclusivas sensacionalistas, con una determinación
solo parangonable a su fría, abominable y calculadora maldad. Ningún obstáculo
se interpondrá entre él y su camino emprendedor. Su falta de empatía le
garantiza la consecución de sus objetivos, bien definidos, los cuales
“implementa” con una eficacia digna de mejor causa. No hubiera estado de más
que Gilroy hubiera introducida alguna referencia a Jordan Belfort, el broker
real en el que se basó el personaje de Di Caprio en la película de Scorsese.
En cierta
manera esta cinta sería el reverso de otra fábula acertadísima sobre el
capital. Me refiero precisamente a la que lleva el nombre del sistema económico
en el título, El capital (2012) de
Costa-Gavras. Si la de Gavras sería el retrato del gran capital, Nightcrawler sería el retrato del
capitalismo popular que puso de moda Margaret Tatcher y que hizo furor en la
España de los 80, cuando cualquiera que tuviera unos ahorros, por modestos que
fuesen, creyó que podría convertirse en un broker o en lo que entonces se
llamaba un “tiburón” de los negocios.
La película, más allá del excelente retrato del
protagonista, pone el foco sobre unas prácticas periodísticas que hasta ahora
han pasado desapercibidas para los espectadores no norteamericanos, porque la
competición entre las televisiones privadas en aquel país por comprar imágenes
que les permitan subir en la cuota de
pantalla que determina el seguimiento o no en el puesto de trabajo en las
emisoras, aún no ha alcanzado entre nosotros el grado de virulencia y
explicitud propias de aquel país. Son
impagables las caras de sharetisfacción
que exhibe la directora del informativo, cuyo puesto peligra, caso de no poder
tener esas imágenes, por indignas y humillantes que sean. El choque de fuerzas
e intereses que se desarrolla entre el emprendedor y la periodista del canal de
televisión, Rene Russo, la mujer del director, a quien habíamos visto en
películas tan taquilleras como En la
línea de fuego (1993) de Wolfgang Petersen, con Clint Eastwood, y que en
esta borda el papel de una mujer desesperada por la presión de la pérdida de
cuota de pantalla que puede devenir su sentencia de muerte profesional, se convierte
en un duelo profesional y personal entre los dos protagonistas que alcanza, sin
duda, un nivel de excelencia interpretativa. Para hacernos a la idea del tipo
de periodismo del que hablamos, acaso la mención del semanario El Caso –tan
famoso en los tiempos del tardofranquismo y durante los primeros años de la
Transición, uno de cuyos periodistas tiene, por cierto, un importante papel en
la fantástica película La isla mínima
(2014)– fuera válida si no fuera porque buena parte de la juventud es posible que
ignore a qué tipo de publicación me refiero, porque nada hay ahora en el
mercado que se le asemeje.
Es muy probable que haya quien, al ver el tipo de
psicótico que tiene delante de sus ojos, en la pantalla, y su patrullar
nocturno por la ciudad a la espera del momento en que pueda capturar la señal
de radio de la policía que le dirija a la noticia en un intento constante de
avanzarse a sus competidores, pueda pensar en su posible parecido con el Travis
Bickle de Taxi Driver (1976) de
Scorsese, sobre todo por el proceso de autoafirmación de ambos, pero la
dimensión de uno y de otros es muy diferente: mientras Travis se considera una
suerte de salvador, un ángel nocturno que protege a los buenas frente a las
fueras omnipresentes del mal, Lou Bloom –y el apellido es bastante
significativo: florecimiento, es decir, la predestinación al éxito– es
propiamente el mal, una de sus encarnaciones, quien hará lo imposible para
conseguir los objetivos marcados en su plan estratégico de desarrollo de su
empresa, sin más lealtades que la consecución de aquellos.
La película tiene en su interior suficientes registros
genéricos como para satisfacer a diversos sectores de audiencia, teniendo en
cuenta que la trama tiene ingredientes propios del thriller, de la intriga
psicológica y, por descontado, del análisis de la cuestión social y las
relaciones amo-criado en el seno de las relaciones de explotación laboral. Hay
en el trasfondo de esta trama de ambiciones desmesuradas, una disección de las
relaciones humanas tan hiriente como precisa, hecha con una habilidad de
cirujano que no precisa de amputaciones escandalosas ni de derramamientos de
sangre para extraer de ella el retrato preciso de las más turbias y primitivas
pasiones humanas. Todos los amantes del cine estamos, por lo tanto, de
enhorabuena con el debut de este principiante Dan Gilroy, que tiene firmes
maneras de maestro.
Brillante película que he visto en principio para poder comentar en tu espacio. No me he quedado defraudado. No había leído de tu crítica más que algúna frase aislada. Ahora que la he visto, la he leído íntegra y veo que está muy bien planteada. Es una película que tiene una acción trepidante, que te mete dentro de la mente del autodidacta y que casi te hace identificarte con su carrera de captor de imágenes que conmocionan al espectador ávido de estímulos fuertes. Este es el aspecto más conseguido de la película: que a la vez que eres consciente de su perversión, deseas que triunfe en su logro y te alegras cuando llega con su producto a la emisora de televisión. Jake Gyhenhaal es un actor sobresaliente cuya mirada, próxima al psicópata, nos hace identificarnos con el personaje a la vez que sentimos escalofríos por su carrera.
ResponderEliminarEstos días se debate precisamente la difusión de imágenes del asesinato brutal de un cautivo a manos de EI por la Fox americana. Hay una carnaza que agita el inconciente popular. No olvidemos que en tiempos había una gran masa de gentes que acudían a las ejecuciones públicas de reos, bien quemados vivos o decapitados o cualquier otro método de ajusticiamiento. Hay un morbo colectivo que no es nuevo. Sí es novedosa su forma de difusión por medio de los media. Las recreaciones en programas "populares" de crímenes abyectos y sus debates son signo de esta hambre de emociones fuertes y de ansia de catarsis mediante el horror, algo que ya existía en la Grecia clásica, esa de ISócrates en que era una popular distracción ese horror llamado Toro de Falaris para amenizar banquetes y fiestas de la aristocracia.
Una película que me ha dejado un buen sabor de boca, aunque esto sería poco oportuno, puesto que la figura del emprendedor y buen empresario es estremecedora.
La próxima película que voy a ver en casa antes de su estreno es Inherent vice de Paul Thomas Anderson. Espero que la comentes cuando la puedas ver en el cine.
No la han estrenado, Inherent Vice (que creo que debería llamarse Sevicia, jamás Puro vicio), pero en Film Affinity ya hay críticas... En principio sí que iré a verla, aunque The master me defraudó un poco en relación con Pozos de ambición, que me impactó.
EliminarMe alegro de que te parezca bien la crítica de Nightcrawler. Creo que peco de entusiasta, pero el curso de emprendeduría asociado a la perversión moral y a la sed de triunfo me pareció original, divertido y aterrador. Parece algo así como la continuación de El lobo de Wall Street, cuando el personaje derrotado se dedica a dar charlas sobre cómo convertirse en un defraudador de éxito. Es como si la cámara se hubiera fjado en uno de aquellos asistentes y lo hubiera seguido pafa ver cómo era capaz de aplicar los conocimientos.